AMOR
Rodulfo González
Para Arelis
Incansable
viajero, tenaz orfebre de ilusiones fugaces, poeta de dolorido canto, debí
cabalgar muchas lunas en mi raudo potro de ensueño buscándote en el reducido
contorno de un universo que sólo existe en la infinita excelsitud de la
imaginación y en el sencillo gesto de la ingenuidad.
Y cuando al fin
cesó mi búsqueda, porque te presentaste sin la galantería de la espera,
envuelta en violáceo traje, esplendente como el simbolismo de la cómplice
tarde, y risueña cual el rostro de la inocencia infantil, desapareciste
fugazmente, al igual que la estrella de mirífico cielo y que la silvestre
planta de la flor del camino, donde tantas veces apoyé mi cansado cuerpo, luego
de agotadora jornada.
Y como ahora sé
que existes, que no eres la imagen incorpórea de un sueño tiernamente
construido, aunque inalcanzable, porque mi potro ha envejecido, mi voz se ha
quebrado y la luz de mis ojos es ahora apenas leve resplandor, he regresado a
lo cotidiano, a lo simple, porque tu recuerdo, amada, la seguridad de tu
existencia, han obrado el milagro de reconciliarme con la vida, voluble, hasta
tu fugaz aparición.
¡Cómo quise que
en vez de fugaz tu presencia hubiese sido eterna¡ Habríamos ido, ¿verdad?, a
llevarle flores a Amal con la pequeña Sudha, y guiados por El
Principito emprendido lírico viaje, cargados de libros, hacia todos
los confines de la tierra para leerles cuentos a los niños y enriquecer el
maravilloso mundo de la imaginación infantil.
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