#OPINION Por Robert Alvarado: Con un rosario al cuello
“No subestimes el poder de la oración. Aprender a orar de la manera correcta es la clave para tener resultados”. José Vera
En predios de María Lionza, adornada con un rosario que testimonia su fervor religioso y como escudo contra las adversidades, María Corina Machado ha provocado un terremoto en el panorama político-electoral de Venezuela. Las emociones se desataron: los habitantes de Yaracuy y sus vecinos inundaron las calles del Municipio de Independencia, acogiendo a su líder con un entusiasmo sin precedentes.
Mientras tanto, desde el Palacio de Las Maporas, se intentaba minimizar la importancia del acontecimiento con vídeos de dudosa calidad. En efecto, en esta región, cuna de mitos y leyendas inmortalizados por la célebre canción del panameño Rubén Blades, María Corina Machado ha logrado destacar, iluminando la oscuridad que se ha intentado imponer sobre ella.
Resplandeció con la luz propia de los seres excepcionales, demostrando que el desafío trasciende lo meramente electoral para adentrarse en el ámbito espiritual, en la batalla por la esencia misma de la existencia.
Así, se convierte en una lucha existencial que emprende la mayoría, por no decir todos, los que residimos en esta tierra bendita y aquellos que, aun a la distancia, comparten este propósito, transformándolo en un sentir nacional.
Su presencia en el Municipio Independencia del estado de Yaracuy, ha generado un gran entusiasmo en toda Venezuela. Que María Corina Machado haya reanudado su recorrido por todo el país en este municipio tiene un significado especial debido a su nombre, que evoca la independencia y la lucha por la libertad.
De hecho, su gesta política se ha comparado con una gesta independentista.
Por otra parte, María Corina Machado es reconocida por su profunda religiosidad, como lo demuestra el hecho de llevar un rosario al cuello y presentarse como una líder que encabeza una cruzada con bases espirituales sólidas.
Su mensaje se centra en la idea de que el bien siempre vence al mal y que los venezolanos son gente de bien. Su lucha trasciende lo electoral y se inserta en lo espiritual, en la lucha por la existencia misma.
En línea con lo anterior, surge la iniciativa de la Defensa Espiritual de Venezuela, un movimiento que aspira a la liberación integral de la nación, tanto en el plano físico como en el espiritual.
Esta propuesta se centra además en la elección de líderes sabios y prudentes, en la búsqueda del amparo y la protección divina para figuras como María Corina Machado y su equipo, y en la reconstrucción de la estructura social y política del país.
En tal sentido, se promueve un movimiento de oración a nivel nacional e internacional, inspirado en el principio bíblico de que lo imposible para los hombres es posible para Dios, una verdad que ha demostrado ser un catalizador de cambio en naciones donde la democracia ha sido vulnerada.
Para alcanzar estos fines, se fomenta un despertar espiritual colectivo, apelando a la fe y a la solidaridad de la comunidad global.
Así, la lucha espiritual en la que insiste María Corina se convierte en un símbolo de esperanza, uniendo a las personas más allá de las fronteras físicas, ideológicas y religiosas, en una batalla por la esencia misma de la existencia y la libertad.
Es un llamado a la conciencia colectiva para que, a través de la oración y el voto, se pueda vislumbrar un futuro de paz y prosperidad para Venezuela.
La oración es una práctica ancestral que ha sido el pilar de muchas culturas y civilizaciones a lo largo de la historia. Su poder radica en la capacidad de conectar el espíritu humano con una fuerza superior, ya sea esta entendida como divinidad, energía universal o la esencia de la naturaleza.
La frase “No subestimes el poder de la oración. Aprender a orar de la manera correcta es la clave para tener resultados” nos invita a reflexionar sobre la importancia de esta práctica espiritual y su influencia en la realidad que nos rodea.
En ese sentido, la Batalla de Lepanto, librada el 7 de octubre de 1571, se erige como un faro de esperanza en nuestra historia actual, por ser un testimonio del poder de la oración colectiva. En aquel entonces, la Liga Santa, una alianza de fuerzas cristianas, se enfrentó a la imponente flota del Imperio Otomano.
A pesar de la desventaja numérica, los soldados cristianos, liderados por Don Juan de Austria, se encomendaron a la protección divina, invocando la intercesión de la Virgen a través del rezo del Santo Rosario.
Imaginemos por un momento que nuestra historia actual es un vasto océano, y las batallas que se libran no son solo conflictos armados, sino también choques de ideales y valores.
En este océano, cada oración es como un remo que impulsa la galera de los venezolanos hacia un destino de bienestar y justicia. Así como los marineros cristianos se unieron en oración para enfrentar una fuerza mucho mayor en Lepanto, hoy, figuras como María Corina Machado sostienen ese mismo rosario, símbolo de una lucha que trasciende lo físico para adentrarse en lo espiritual.
La analogía de Lepanto nos enseña que, en la travesía de la vida, a menudo nos encontramos en medio de tormentas, rodeados por olas de adversidad que amenazan con engullirnos. Sin embargo, al igual que en aquella histórica batalla, el poder de la oración colectiva y la fe en el bien supremo pueden cambiar el curso de nuestra historia personal y colectiva.
La victoria en Lepanto no fue solo un triunfo militar; fue la afirmación de que cuando los corazones se unen en una causa justa, invocando la guía y el auxilio divino, incluso las batallas más desafiantes pueden ser ganadas.
En la actualidad, la insistencia de María Corina Machado en que la lucha espiritual es una contienda entre el bien y el mal, y que el bien prevalecerá, resuena con la historia de Lepanto.
Es un recordatorio de que, en la lucha por la libertad y la democracia, no estamos solos.
La oración, como en aquel entonces, sigue siendo una herramienta poderosa que nos une y nos fortalece, permitiéndonos enfrentar las fuerzas que se oponen a la dignidad y la libertad humanas.
Así, la Batalla de Lepanto se convierte en una metáfora de la lucha espiritual de hoy: un rosario en el cuello no es solo un adorno, sino un arsenal de esperanza y fe, un recordatorio de que, en la lucha por la democracia, no es la fuerza de las armas lo que prevalece, sino la fuerza del espíritu humano unido en oración y propósito.
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