El candidato emergente del chavismo frustrado, por Vladimiro Mujica
Foto: TalCual
Es muy difícil entender el fervor popular, el entusiasmo a corazón abierto, los escudos de motorizados y la presencia de gente del pueblo en todos y cada uno de los actos públicos alrededor de María Corina Machado (MCM) en las calles de toda Venezuela, sin llegar a una conclusión de profunda significación política: MCM está recibiendo el apoyo no solamente del pueblo tradicionalmente opositor a Chávez y Maduro, sino también el del chavismo disidente, y no únicamente de los grupos intelectuales que originalmente se congregaron alrededor de la figura carismática de Chávez y que se han ido desencantando del horrífico desgobierno de Maduro, sino, y esto es un hecho fundamental, del chavismo de pueblo, del que se siente traicionado y excluido por el régimen de Maduro.
Edmundo González Urrutia (EGU) ha heredado, en gran medida, el apoyo popular que se deriva del liderazgo de MCM. El binomio líder-candidato se ha ido estableciendo en una operación política verdaderamente alucinante, dadas las restricciones impuestas sobre los medios de comunicación, las inhabilitaciones inconstitucionales y la persecución y acoso descarado a muchos dirigentes opositores.
La líder recorre el país y el candidato consolida apoyos nacionales e internacionales. Ambos se complementan mutuamente en una alianza sin precedentes en la historia venezolana. Lo más notable es que el binomio se ha transformado en la esperanza de redención, reconciliación y refundación de la República y el hecho de que esto se haya extendido a una parte importante del pueblo chavista aparece claramente reflejado en las encuestas y las incontables manifestaciones de calle.
El binomio tiene los votos y el régimen lo sabe. A pesar de manipulaciones estadísticas sin ningún rigor matemático en las que se embelesan algunos de los defensores de la idea de la separación entre el hecho político y el hecho económico, de quienes insisten en que la democracia y la libertad se pueden sacrificar frente al tóxico altar de una supuesta recuperación económica de la nación. Una recuperación que solamente viven ellos y los adláteres del régimen.
Evidencia de esta realidad es la pretensión de perseguir tanto a los miembros del comando de campaña como a cualquiera que se atreva de brindarle hospitalidad a MCM o a EGU en sus viajes por Venezuela. El régimen se siente dueño de nuestra nación y sus destinos de una manera que humilla y atropella y que ha terminado por convencer a sus propios partidarios de que el binomio constituye la única manera de reconciliar a nuestra patria y de lograr que los hijos y nietos en la diáspora se reencuentren con sus padres y abuelos en Venezuela.
Pero no es posible ignorar que la manipulación de las estadísticas y encuestas hasta transformar una diferencia de entre el 20 y 40% entre Maduro y EGU en un frágil 2 %, que además se puede inclinar en cualquier dirección, tiene una intención artera: preparar el terreno para un eventual desconocimiento de la Constitución de la República el 28 de julio. Ya no hay lugar para ningún fraude convencional como a los que nos tiene acostumbrado el régimen a través del control de las instituciones. Ya se agotó la figura de las inhabilitaciones. Ya no hay espacio para seguir anulando tarjetas y pretender engañar a la población con imágenes manipuladas en el tarjetón. Ya se consumó la violación flagrante de los DDHH de la diáspora al tan sólo permitir que unos 62000 ciudadanos, de un total de 4.5 millones, puedan votar en las elecciones presidenciales, es decir un ridículo 1.37 % de los venezolanos en la diáspora. Frente a todas las trampas imaginables del régimen para vulnerar la voluntad popular, el pueblo organizado y su liderazgo se han plantado y lo hacen a través de una conducta pacífica fundamentada en la Constitución.
Nos acercamos a tiempos de cambio. Ya la comunidad internacional, incluyendo especialmente a los países con gobiernos socialistas democráticos como Chile, Brasil Colombia, España y México, que en el pasado fueron presentados como aliados de Chávez, no se creen el discurso presuntamente libertario de Maduro e interpretan las acciones de su gobierno como lo que son: un intento autoritario de corromper y manipular la voluntad del pueblo soberano.
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El problema de Venezuela dejó hace rato de ser un conflicto entre «izquierda» y «derecha”. Ni el régimen es de izquierda, ni la oposición democrática es de derecha. Se trata ahora de una confrontación histórica para recuperar la democracia y la libertad y refundar un país con una visión avanzada sobre el uso del conocimiento y la integridad ética de su dirigencia.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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