Mojiganga
La RAE ofrece un montón de sinónimos para farsa: sátira, sainete, entremés, mojiganga.
De todos, este último, mojiganga, es el más apropiado para la escenificación de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia al penetrar el domingo en lo que llaman la “burbuja electoral” del Consejo Nacional Electoral, un área de máxima seguridad, que se antoja inmune a hackeos.
La tarea de estos actores serísimos es verificar que unos papeles extraídos de unas cajas se corresponden a unas actas negadas para la vista del público y de los gobiernos democráticos del mundo -roncos ya de tanto pedirlo- que confirmarán que Nicolás Maduro ganó el 28J.
Mojiganga, insiste el diccionario, es una obra teatral muy breve, de carácter cómico, en el que participan figuras ridículas y extravagantes, y que antiguamente se representaba en los entreactos o al finalizar el tercer acto de las comedias.
La imagen transmitida por Venezolana de Televisión, el canal de Maduro y sus socios, muestra a los integrantes de la Sala Electoral del TSJ al entrar en la sede del organismo electoral y no deja lugar a dudas de que se trata de una puesta en escena. Caminan con lentitud, en grupos de tres o cuatro, todos llevan una gorra oscura con las siglas del TSJ, todos visten una zamarra o chaqueta idéntica que les cubre la parte superior del cuerpo hasta rodear casi herméticamente el cuello. “Sala Electoral” se lee en el emblema de la manga izquierda.
La presidenta, que en un momento encabeza la comitiva, lleva una melena muy larga y perfectamente peinada, y aprisiona contra sí una carpeta. Todo ocurre en unos pocos minutos pero se intuye que se está en una operación quirúrgica, que les exigirá luego ponerse un tapabocas y unos guantes blancos antes de atreverse a tocar esos sagrados papeles que contienen según la obra la voluntad popular.
La voz en off de la narración de una periodista del canal de Maduro parece salirse del guion cuando dice que ese procedimiento -la obra que los magistrados escenifican- “fue observado en tiempo real por testigos de las distintas organizaciones con fines políticos que participaron en el evento electoral del pasado 28 de julio”. Es la única verdad: tanto fue así que los testigos son objeto de persecución casa por casa, pero su corajuda tarea permitió conocer desde el propio 29 de julio qué decían las actas verdaderas del escrutinio verdadero del 28J. Maduro no perdió, fue aplastado por millones de votos. Esa sí es información pública y contrastada por organismos y medios internacionales.
La mojiganga oficialista fue respondida, casi en simultáneo, por Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, al considerar como “el colmo del sarcasmo” que Maduro haya recurrido al TSJ para que “le defienda”. “No sé qué va a emitir como sentencia porque su función no es contar resultados electorales”, precisó Borrell.
La RAE ofrece un montón de sinónimos para farsa: sátira, sainete, entremés, mojiganga.
De todos, este último, mojiganga, es el más apropiado para la escenificación de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia al penetrar el domingo en lo que llaman la “burbuja electoral” del Consejo Nacional Electoral, un área de máxima seguridad, que se antoja inmune a hackeos.
La tarea de estos actores serísimos es verificar que unos papeles extraídos de unas cajas se corresponden a unas actas negadas para la vista del público y de los gobiernos democráticos del mundo -roncos ya de tanto pedirlo- que confirmarán que Nicolás Maduro ganó el 28J.
Mojiganga, insiste el diccionario, es una obra teatral muy breve, de carácter cómico, en el que participan figuras ridículas y extravagantes, y que antiguamente se representaba en los entreactos o al finalizar el tercer acto de las comedias.
La imagen transmitida por Venezolana de Televisión, el canal de Maduro y sus socios, muestra a los integrantes de la Sala Electoral del TSJ al entrar en la sede del organismo electoral y no deja lugar a dudas de que se trata de una puesta en escena. Caminan con lentitud, en grupos de tres o cuatro, todos llevan una gorra oscura con las siglas del TSJ, todos visten una zamarra o chaqueta idéntica que les cubre la parte superior del cuerpo hasta rodear casi herméticamente el cuello. “Sala Electoral” se lee en el emblema de la manga izquierda.
La presidenta, que en un momento encabeza la comitiva, lleva una melena muy larga y perfectamente peinada, y aprisiona contra sí una carpeta. Todo ocurre en unos pocos minutos pero se intuye que se está en una operación quirúrgica, que les exigirá luego ponerse un tapabocas y unos guantes blancos antes de atreverse a tocar esos sagrados papeles que contienen según la obra la voluntad popular.
La voz en off de la narración de una periodista del canal de Maduro parece salirse del guion cuando dice que ese procedimiento -la obra que los magistrados escenifican- “fue observado en tiempo real por testigos de las distintas organizaciones con fines políticos que participaron en el evento electoral del pasado 28 de julio”. Es la única verdad: tanto fue así que los testigos son objeto de persecución casa por casa, pero su corajuda tarea permitió conocer desde el propio 29 de julio qué decían las actas verdaderas del escrutinio verdadero del 28J. Maduro no perdió, fue aplastado por millones de votos. Esa sí es información pública y contrastada por organismos y medios internacionales.
La mojiganga oficialista fue respondida, casi en simultáneo, por Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, al considerar como “el colmo del sarcasmo” que Maduro haya recurrido al TSJ para que “le defienda”. “No sé qué va a emitir como sentencia porque su función no es contar resultados electorales”, precisó Borrell.
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