La novela como hija del cuento
EL PEQUEÑO PERIÓDICO, octubre 2, 2024 por elaprendizdebrujo
“La venganza” vs “El día señalado”
Existen historias que se buscan… Unas ayudan a otras, se dan la mano, se abrazan y una vez asentadas en un libro se explayan ante los ojos de niño curioso que tiene todo lector inteligente. Así podría resumirse la experiencia vivida en el último trimestre por el Grupo Literario El Aprendiz de Brujo, alrededor de la novela “El día señalado”, de Manuel Mejía Vallejo.
Como es costumbre en el Grupo: Abordamos la obra “desarmados”. Es decir, sin las muletas de reseñas previas ni comentarios ajenos sobre la obra y el autor. Autónomos, sin diccionarios ni ayudas. Con lo que cada uno de nosotros tenía. Un viaje con todo lo que ello implica de inesperado y revelador. Seguimos enterrando “el gusto” como argumento de análisis y descubrimos escandalizados que la lectura de esta obra en el colegio no sirvió para nada. Fue una tarea más, aburrida, insípida y estéril. Como el rayo de sol que “atraviesa un vidrio sin romperlo ni mancharlo”.
Partimos del cuento “La venganza”, uno de los puntales estructurales cuya trama soporta la columna vertebral de la novela, enlazada con otras piezas nacidas antes como cuentos, que dan vida a los Prólogos. Asistimos al laboreo del ensamblador que sabe saquearse a sí mismo. Que intuye la grandeza artística que yace en toda crisis. Para el caso colombiano: la denominada “época de la violencia”. Con Manuel Mejía Vallejo nos damos cuenta de que no basta crear un narrador, sino que hay que dejarlo que tome su camino propio, no el del autor, que atrape aquí y allí lo que necesite para poblar ese mundo nuevo que no conoce y que por lo mismo lo cautiva.
Así como en nuestro primer cursillo del año sobre “Tierra virgen” (Eduardo Zuleta), y el segundo dedicado a “La Vorágine” (José E. Rivera), en este tercer trimestre que culminamos explorando “El día señalado” de Manuel Mejía Vallejo, percibimos que las tres obras están atravesadas por esa “vehemencia salvaje” desencadenada por el ser humano en la cual explaya sus pasiones más oscuras y dañinas. Si somos estrictos a nivel de la Historia, en Colombia la época de la violencia abarca los tres siglos de vida republicana y no da muestras de acabarse. Con razón Manuel Mejía Vallejo dijo que la violencia es inherente al ser humano. El nacimiento de nuestro país, por ejemplo, no fue nada pacífico y las secuelas heredadas de los colonizadores en este aspecto han viciado nuestra vida nacional.
En la mirada de Manuel Mejía Vallejo la violencia se eleva hasta un tamaño universal. Tanto en lo social, como en lo individual, en lo subjetivo. Mejía Vallejo rompe con la cadena maldita del planfleto, de la “literatura comprometida”, partidista, de los buenos y los malos, e inaugura una narrativa en la que los muertos, muertos son, no un liberal menos, o un godo más, sino un ser humano asesinado, torturado, perseguido. En “El día señalado” el soldado muerto duele tanto como el guerrillero caído. Esto a nivel de la violencia política y social.
Pero donde más nos asombra su certera pluma, es en la violencia que sucede en la familia. El padre que abandona a su esposa y a los hijos. Las falsas promesas del retorno. “La venganza” y su libro “Cuentos de zona tórrida”, así como la novela “El día señalado” son de una belleza terrible. Un viaje a la conciencia de los personajes, en especial del hijo que desde la cuna es alimentado por el odio y el deseo de venganza contra el padre que los abandonó. Se prepara con minuciosidad para matar al padre. Un verdadero tratado psicológico sobre la venganza. Magistral, además, por el estilo inconfundible de Mejía Vallejo, esa poética con que nos atrapa hasta casi romper los hilos de la gran tensión que hierve de principio a fin.
Después de Mejía Vallejo el manejo literario de la violencia en Colombia dejó de ser panfletario, sectario y discursivo, parroquial. Lo elevó hasta un nivel artístico encomiable. Los parlamentos, los personajes, las descripciones, extienden un velo poético que nada tiene que ver los adornos y otras baratijas que tanto abundan hoy.
En el terreno de la técnica Manuel Mejía supo utilizar esa herramienta que llamamos periodismo, con el cual “aporta la distancia para poder observar diferentes puntos de vista y plasmarlos dejando que el lector asuma sus propias posturas”, como dice la periodista Angela María Berrío, participante en el cursillo.
Esa exploración constante del entorno, de la realidad en diversos niveles, esa experiencia de su propia vida vivida, y de tantas muertes violentas en los campos y ciudades, son el diamante que Manuel Mejía Vallejo supo tallar hasta convertirlo en una joya para la literatura. Los muertos hablan, al mejor estilo rulfiano, y nos cuentan, después de matados, la historia de su vida, como lo descubrimos para nuestro júbilo, en “El día señalado”.
Pasamos esta página (aunque seguiremos instalados en la obra de Manuel Mejía Vallejo) para dar paso a nuestro último cursillo del año: Débora Arango: “El Arte, venganza sublime”. Será un viaje sin antecedentes para el Grupo, acostumbrado a la literatura. Ahora exploraremos la singularidad artística de la pintora antioqueña, tejiendo la expresión pictórica con el acto creativo. Al fin y al cabo, el Arte estalla en diversas formas: unas veces con la palabra, otras con los sonidos y el cuerpo, y otras con el color y la luz. Somos un grupo de aprendices y nos entusiasma la magia contenida en el Arte.
Ángel Galeano Higua
Grupo Literario El Aprendiz de Brujo
Medellín, Sept. de 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario