Últimas palabras de Teresa y testimonios | «Pedid a la Virgen Santísima» | | | Puesta en situación | A principios de junio de 1897, la enfermedad progresa rápidamente: Teresa empezó a tener dolores en el costado, así como vómitos y ansiedad. Los ataques de tos continuaron. Su apetito desaparece, se debilita y se agota. La Madre Inés de Jesús escribe el 4 de junio: «Se despidió de nosotras en la celda de Sor Genoveva de la Santa Faz, que era la que daba a la terraza del lado del Capítulo. Estaba tumbada en el colchón de paja de Sor Genoveva. Aquel día, parecía no sufrir más y su rostro estaba como transfigurado. No nos cansábamos de mirarla y de escuchar sus dulces palabras». | | | Teresa me habla | «Le pedí a la Santísima Virgen no estar tan somnolienta y absorta como todos esos días; sentía que os causaba dolor. Esta noche, me ha concedido mi petición (...) Me gustaría mucho tener una buena muerte, para complaceros. Se lo pedí a la Santísima Virgen. No se lo pedí al buen Dios, porque quiero dejarle hacer lo que quiera. Pedirle a la Santísima Virgen no es lo mismo. Ella sabe lo que tiene que hacer con mis pequeños deseos, si debe decirlos o no... bueno, a ella le corresponde no obligar al buen Dios a concedérmelos, dejarle hacer su voluntad en todo». | CJ 4.6.1 (Ejercicios de redacción) | | | Comprendo | Las palabras de Teresa revelan su gran familiaridad con la Virgen María. Le habla como una hija a su madre, presentándole sus necesidades, desde las más triviales (dormir hoy) hasta las más esenciales (una buena muerte). Teresa era también muy delicada en su relación con Dios; no quería forzar la voluntad del Señor, así que confiaba en el discernimiento de la Virgen para ver lo que había que decir y lo que no. Luego, le dejaba contar lo que era pertinente al «buen Dios». | | | Rezo y actúo | Hoy puedo confiar una necesidad particular a la Virgen María, dejando que sea ella quien discierna lo que debe o no debe transmitirse a su Hijo... |
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