Buenos días, pitaceros. La inestabilidad en la Cancillería colombiana bajo el gobierno de Gustavo Petro conlleva desafíos más profundos en la política exterior del país, particularmente en su relación con Venezuela. La renuncia de Luis Gilberto Murillo tras solo ocho meses en el cargo, sumada a la previa salida de Álvaro Leyva, es la confirmación de una crisis de liderazgo diplomático. La designación de Laura Sarabia, una figura cercana a Petro pero cuestionada por controversias previas y con limitada experiencia diplomática, sugiere que las relaciones exteriores colombianas seguirán subordinadas a dinámicas políticas internas. La postura ambigua frente a Venezuela, la falta de avances en temas migratorios y el debilitamiento institucional de la Cancillería plantean interrogantes sobre la efectividad de la diplomacia colombiana. Este escenario revela una paradoja: mientras Colombia busca posicionarse como mediador en la crisis venezolana, su propia política exterior muestra signos de fragmentación y personalización, donde las relaciones bilaterales dependen más de vínculos presidenciales que de canales institucionales.
Y así nos va. |
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