CRÓNICA DE UN GOLPE
ANUNCIADO
El reportaje de mi autoría que sigue, sobre
el fracasado golpe de Estado contra el presidente
Carlos Andrés Pérez encabezado por el teniente coronel Hugo Chávez, fue
publicado en el semanario Proceso de
Porlamar, en la edición del 15 al 21 de febrero de 1992, p. 5:
-Como
en la conocida novela de Gabriel García Márquez, puede decirse que la asonada
militar del pasado martes 4, que intentó derrocar al presidente Carlos Andrés
Pérez, fue un golpe anunciado.
Al
parecer, según la información proporcionada públicamente por el general Carlos
Julio Peñaloza, ex jefe del Ejército, el mismo se venía gestando desde 1989, de
lo cual alertó al Gobierno y a dos altos dirigentes de Acción Democrática.
Ninguna de las dos instancias, a la luz de los sangrientos resultados ya
conocidos, acogió como factible la realización del putsch, basándose
seguramente en la conciencia democrática de las Fuerzas Armadas, de la que
nadie duda y quedó demostrado con la derrota de los sediciosos, y en el rechazo
del pueblo a la toma del Poder por la vía de la fuerza.
Lo
mismo habían creído en noviembre de 1948 el presidente Rómulo Gallegos y la
dirigencia de Acción Democrática y fue derrocado por su propio ministro de la
Defensa. Claro que entonces nuestras Fuerzas Armadas no estaban compenetradas
con la democracia como ahora, pero paradójicamente los militares que quisieron
derrocar al presidente Pérez son en su totalidad integrantes de la generación
de oficiales formada a partir de 1958, vale decir, en plena era democrática, y
por añadidura, quince de sus dirigentes en posición de primer lugar de sus
respectivas promociones.
Y
por si fuera poco (…) José Vicente
Rangel había advertido en su conocido programa de televisión, un día antes de
la asonada, sobre la hipótesis del golpe en caso de producirse en las
discusiones del Golfo de Venezuela una decisión contraria a los intereses
nacionales. Rangel se equivocó solamente en la motivación porque sobre el tema,
que tanto nacionalismo estimuló en la población, hastiada ya del
antipatriotismo de nuestros negociadores y de la pérdida territorial ante la
oligarquía colombiana por esa actitud. Si esa fue la motivación del frustrado
golpe, no se sabrá a ciencia cierta, porque los sediciosos no difundieron
ninguna proclama explicativa, al fallar su difusión, por razones técnicas, en
el canal 8, que había sido tomado.
Un Ángel
salvó a CAP
Habiendo fallado los
servicios de inteligencia del Gobierno, tan eficientes para grabar ilícitamente
conversaciones privadas de dirigentes oposicionistas, pero definitivamente
ineptos en el cumplimiento de sus funciones, siendo la esencial la de producir
información que conlleve a develar toda acción que pretenda atentar contra los
poderes públicos, era de esperarse que la vida del presidente Carlos Andrés
Pérez y la de su régimen dependían únicamente de la suerte, de un ángel
concretamente, pues no fue producto de una planificación el hecho de que su
regreso a Venezuela se realizara por el aeropuerto de Maiquetía y no por La
Carlota, donde lo esperaban los golpistas, y que se haya retirado de La Casona
diez minutos antes de que los sediciosos se apersonaran allí con sus morteros,
tanques y cañones.
El elemento suerte, el ángel que salvó a
Pérez, también fue una variable que jugó
un papel muy importante en el fracaso de los conspiradores en el derrocamiento
de su Gobierno, pues como lo diría más tarde el contralmirante Mario Iván
Carratú Molina, jefe de la Casa Militar, el desconocimiento que éstos tenían
del Palacio de Miraflores marcó su derrota, aun aventajando numéricamente a los
defensores del símbolo del poder en Venezuela.
¿Qué querían los golpistas?
Volviendo al contralmirante Carratú,
tenemos que al éste reconocer (El
Nacional, jueves 6 de febrero de 1992) que en Venezuela no hay cultura
magnicida, le da la razón al doctor Rafael Caldera, quien en su disertación
ante el Congreso de la República puso en duda que el propósito de los golpistas
era asesinar al presidente Pérez, y pone en tela de juicio la propia afirmación
de CAP. Entonces, rechazada la
tesis del magnicidio como “leit motiv” del golpe, vale preguntarse: ¿Qué
querían los sediciosos? ¿Apoderarse del Poder, como lo afirmó el vocero del CEN
de Acción Democrática, Luis Emilio Rondón, quien de paso dejó entrever que
muchos líderes de este partido buscaron asilo? No es descabellada esta
afirmación. ¿Derrumbar el Gobierno pero sin atentar contra la democracia, según
la tesis del general Alberto Muller? No es posible aceptar esta teoría, porque
es un contrasentido rebelarse contra un Gobierno legalmente constituido, de
origen democrático, con un resultado que no se traduzca en atentado contra la
democracia. ¿Poner de manifiesto el malestar general que impera en el país,
como lo aseguró el periodista Abelardo Raidi al señalar que ¡Así como el pueblo
explotó el 27 de febrero, sin orientación pero con arrechera, así estallaron
los militares en importantes regiones del país!? Esta teoría nos parece la que
más se acerca a la verdad, pues los militares de rango inferior a coronel están
sufriendo igual que los civiles los perversos efectos del maldito paquete
económico, que por lo demás, va a continuar como si nada hubiera pasado
llevando hambre y miseria en el seno de la familia de los profesionales y
trabajadores en general, pues si el presidente CAP está orgulloso del éxito de
sus medidas económicas (El Globo,
6-2-92) hay que concluir que el paquete continuará, aunque la cifra de un niño
diario muerto por desnutrición se eleve y el nivel de vida de la población siga
su ritmo de descenso con sus fatales consecuencias en el futuro del país.
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