sábado, 18 de enero de 2025

Rodulfo González. CHÁVEZ, EL CHAFAROTE DE SABANETA

 

ATACÓ A LA CLASE OBRERA

            El 19 de marzo de 2009 Luis Oviedo, de Prensa Obrera, de Argentina, reportó

            -Hugo Chávez reaccionó con rudeza a la ola de protestas, huelgas y reclamos de trabajadores que se extiende por Venezuela. Luego del referéndum del 15 de febrero, que aprobó la reelección indefinida, salieron a la huelga o plantearon pliegos de reivindicaciones los petroleros, los trabajadores del aluminio y de las industrias básicas, los de la energía eléctrica y los del subte de Caracas.

            “El que pare aquí una empresa del Estado se está metiendo conmigo. Eso es sabotaje y no lo voy a tolerar”, advirtió Chávez. …  ordenó a los servicios de inteligencia investigar a los dirigentes sindicales de las empresas estatales y amenazó con militarizar el subte de Caracas si los trabajadores van a la huelga.

            Luego señaló:

            -En los primeros días de marzo, a los trabajadores de Aragua y Anzoátegui se les impidió manifestar por las calles de Caracas (debieron desplazarse por las veredas). En los últimos seis meses, cinco trabajadores fueron asesinados en conflictos sindicales: tres por un patota patronal en el Estado Aragua; dos por la policía del Estado Anzoátegui.

            Dos millones de trabajadores, entre ellos los petroleros, deberán discutir en los próximos meses la renovación de sus convenios colectivos. Con una inflación (oficial) del 30% anual y un aumento de los alimentos del 40%, la presión por aumentos salariales es muy fuerte. Además, existen “pasivos laborales” masivos, como consecuencia del incumplimiento de convenios, de salarios y beneficios mal liquidados. Un dirigente de la CTV los estimó en 20.000 millones de dólares (Ámbito Financiero, 12/3), tanto en empresas privadas como estatales.

            Después apuntó:

            -Además de los salarios y los ‘pasivos laborales’, los trabajadores de las industrias básicas reclaman inversiones en las empresas nacionalizadas. Sin inversiones inmediatas, denuncian, el atraso tecnológico y la falta de materias primas (por el atraso en el pago a los proveedores) amenazan su continuidad productiva.

            Daniel Varela, secretario de prensa del sindicato del aluminio, reclamó una inversión inmediata de 311 millones de dólares “antes de que ocurran daños irreparables” (Vheadlines, 18/2). También el sindicato de los trabajadores del carbón exige las inversiones “necesarias para una recuperación adecuada (ídem). Los ceramistas reclaman que se ejecute la prometida nacionalización de Cerámicas Carabobo.

            Además indicó:

            -Sidor enfrenta el vaciamiento. La anunciada nacionalización todavía no se concretó y no hay inversiones por parte del Estado. Para recuperar su nivel de producción, Sidor necesita fuertes inversiones porque, según el director laboral Jhony Luna, «fue dejada en ruinas por los argentinos» (ídem).

            El proceso de las estatizaciones está paralizado; para completar el panorama, el gobierno desistió (al menos por este año) de nacionalizar el banco Santander.

            La caída del precio del petróleo compromete la capacidad del gobierno de invertir en las empresas estatizadas e, incluso, lo está forzando a racionalizar la propia PDVSA, lo que implicará despidos y desvalorización de los salarios.

            Seguidamente destacó:

            -Con los precios actuales, dicen los especialistas, ninguna petrolera comprometerá su capital para desarrollar, en asociación con PDVSA, la cuenca del Orinoco. Pero PDVSA carece del capital para desarrollarla en forma independiente. La crisis mundial amenaza los ingresos petroleros y la propia capacidad de producción de Venezuela.

            Pero la falta de inversiones, el atraso tecnológico y los pasivos salariales vienen de mucho antes de la caída del precio del petróleo. Sin control obrero, las nacionalizaciones no han logrado darle una salida al desarrollo industrial de Venezuela. Como hace dos décadas, Venezuela sigue dependiendo de la exportación de petróleo.

            Para lo que sí sirvieron las nacionalizaciones fue para enriquecer a la “boliburguesía” y a la burocracia que maneja el aparato estatal y las empresas estatizadas. Recientemente, se dio a conocer una lista de los venezolanos que perdieron sus “ahorros” en el fondo del financista Madoff: con inversiones por 278 millones de dólares, la encabeza Diosdado Cabello, ministro del gabinete, varias veces señalado como “segundo” de Chávez; lo siguen decenas de funcionarios estatales.

            Otra fuente, Consuelo Iranzo, en la edición número 274 de la revista argentina Nueva Sociedad, de fecha marzo-abril de 2018, hizo una aproximación sintética del sindicalismo venezolano en tiempos revolución, en la apuntó de inicio:

            -El sindicalismo venezolano atravesó con dificultades el proyecto impulsado por Hugo Chávez desde 1999. La antigua Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) levantó banderas políticas en favor de la democracia que la acercaron a sectores patronales antichavistas y la alejaron de los asuntos laborales, mientras que la central aupada desde el oficialismo renunció a la independencia y la libertad sindical. Pese a los intentos actuales de articular ambos bloques, ante un Estado autoritario, el sindicalismo venezolano se muestra, hasta el momento, incapaz de superar sus propias deficiencias y de jugar un rol relevante en medio de la profunda crisis que vive el país.

(El chavismo fundó la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores)

 

            Luego destacó:

            -El 8 de abril de 1999 tuvo lugar un congreso extraordinario de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, en el cual se llegó a una decisión impensable poco tiempo antes: la cúpula de esta entidad sindical sería escogida mediante elecciones universales, directas y secretas, hecho inédito en el mundo sindical internacional. Tan drástica decisión solo era comprensible en el marco del cambio político que acababa de ocurrir: Hugo Chávez Frías ascendía al poder después de una campaña radical contra el establishment, dentro del cual incluía a la mayor central sindical del país. Las cualidades de tales elecciones, que a la larga se convertirían en un estorbo para la propia renovación, respondían a un viejo reclamo sostenido por parte de la izquierda y dirigentes sindicales de tendencia clasista de democratizar esa central.

            Se consideraba a la CTV tomada por una burocracia corrupta, autoritaria e ineficiente, además de corresponsable de la difícil situación económica de la década que terminaba, ya que, a cambio de ofrecer paz laboral, había mantenido con el poder una relación privilegiada que le garantizó el monopolio de la representación de los trabajadores y la represión de las opciones sindicales que la enfrentaban; rasgos estos propios de un sistema neocorporativo como el que imperó hasta comienzos de los años 90 y que se trataría de revivir justo antes de las elecciones de finales de esa década. Sin embargo, hay que decir –nobleza obliga– que el buró sindical del viejo partido Acción Democrática, que ha controlado históricamente la CTV supo también hacerse de un gran poder y respeto dentro de su partido y que conocía todo el aparataje de la negociación colectiva como ninguna otra fuerza sindical.

            Y continuó:

            -Parte del sindicalismo crítico creyó llegada su hora con la asunción de Chávez y respaldó sus medidas de carácter interventor –mucho más drásticas que las implementadas hasta entonces–, con la ilusión de forzar la depuración del movimiento sindical desde afuera. Fue un tiempo en el que la CTV se vio atacada por todos los flancos, y algunas de esas medidas quedarían incluidas dentro de la nueva Constitución de la República (sancionada por referéndum el 15 de diciembre de 1999), mientras que otras serían abandonadas gracias al juicio condenatorio de la Organización Internacional del Trabajo- por ser violatorias de la libertad sindical.

            Sin embargo, dos de ellas, igualmente violatorias, sí llegaron a imponerse: en primer lugar, la realización de un referéndum a escala nacional para determinar si llevar a cabo o no elecciones sindicales; y, en segundo término, la designación del Consejo Nacional Electoral  como responsable de la organización de las elecciones sindicales.

            La primera iniciativa tuvo un efecto contrario al esperado por el gobierno, pues, entre otras cosas, propició la deserción de sindicalistas oficialistas, que estuvieron en desacuerdo con que toda la población opinara sobre un asunto que solo concernía a los trabajadores sindicalizados, y coadyuvó a la recuperación de la CTV junto con la consolidación de una nueva figura (Carlos Ortega), surgida de una exitosa huelga petrolera del año anterior. La segunda iniciativa se convertiría en una traba permanente para la renovación sindical.

            Asimismo puntualizó:

            -Fueron tantas las acciones en contra de la CTV que, a finales de 2001, el desconocimiento gubernamental del resultado de sus elecciones internas y la imposición de un nuevo Estatuto de la Función Pública operaron como gotas que rebalsaron el vaso y dieron inicio a movilizaciones callejeras a gran escala. Pero, a fin de cuentas, la recién recuperada legitimidad de la ctv no duraría mucho, porque la mala interpretación de los intereses de sus afiliados y, sobre todo, la evaluación equivocada de sus propias fuerzas políticas la conducirían a asumir el liderazgo de las luchas contra el gobierno, lo que trascendía sus posibilidades. La articulación de sus protestas con las de la federación de empresarios fue fraguando una conjunción entre ambos actores (contra natura, la llamarían algunos), que perdería su cariz laboral original para terminar siendo una alianza de carácter político dirigida a forzar la salida de Chávez del poder. Ciertamente, esto no respondió a un mero capricho, pues ya se vislumbraba el peligro que corría la democracia, pero el hecho es que el actor laboral dejó de serlo para convertirse en actor político. El rotundo fracaso de la huelga general que comenzó en diciembre de 2002 y se extinguió entre febrero y marzo de 2003 sigue todavía resonando en la CTV, pues nunca más pudo recomponerse de ese golpe. Su dirigencia fue identificada como la culpable de los despidos posteriores a la huelga, frente a los cuales casi nada pudo hacer, al igual que en 2004 frente a los miles de despidos que se dieron en la administración pública como consecuencia de la publicación de los nombres de los firmantes a favor de la realización de un referéndum revocatorio contra Chávez.

(Como consecuencia de la funesta Lista Tascón, millares de trabajadores de la administración fueron despedidos por el único delito de hacer uso de un derecho constitucional, impulsado por el propio Chávez)

            En contrapartida, en ese momento surgió una nueva central sindical que agrupaba a los dirigentes sindicales afectos al presidente, la Unión Nacional de los Trabajadores, que logró captar parte importante de los sindicatos de base de la CTV y pasó a convertirse en la punta de lanza de la acción gubernamental en el mundo laboral. En los siguientes cuatro años, esa central respaldaría las numerosas iniciativas del Ministerio del Trabajo, tales como las experiencias cogestionarias, la formación de cooperativas de trabajo asociado y las expropiaciones de empresas, ensayos todos improvisados que terminarían en estrepitosos fracasos (y como una de las causas del grave desabastecimiento actual).

            La UNT  y el mismo Ministerio del Trabajo serían además los promotores de la creación de cientos de sindicatos paralelos, con el objetivo de eliminar aquellos que todavía pertenecían a la ctv o que simpatizaban con los partidos opositores al gobierno. En síntesis, esos primeros años (1999-2003) fueron determinantes para comprender lo que ha sido la historia del movimiento sindical venezolano desde entonces.

            El 1 de mayo de 2011 la periodista Ana Díaz, de El Nacional, los pormenores de la entrevista realizada al dirigente sindical Rubén González, detenido del régimen de Chávez por encabezar una protesta para reclamar el contrato colectivo.

            Él, presidente de  Sintraferrominera y técnico en soldadura y operador y mantenedor de sistemas hidráulicos, fue condenado a siete años y medio de prisión por la jueza Magda Hidalgo del Tribunal Sexto de Juicio de Bolívar, porque encabezó, en septiembre de 2009, la protesta para reclamar el contrato colectivo.  y aunque salió en libertad condicional, sostiene que esa situación es igualmente injusta porque no cometió delito alguno.

            Desde hacía 27 años trabajaba en Ferrominera.

            -El rechazo del movimiento sindical nacional e internacional y de la sociedad civil contra la sentencia –precisó la periodista- fue unánime y de tal contundencia que, dos días después, González salió en libertad condicional. Sin embargo, el dirigente de Sintraferrominera sostiene que esa situación es igualmente injusta porque no ha cometido delito alguno.

            A continuación la entrevista:

            -Usted es considerado un símbolo de la lucha por los derechos humanos y sindicales.

            ¬Agradezco todo el apoyo y la solidaridad manifestada por tantas personas e instituciones como los dirigentes sindicales de las distintas tendencias, los estudiantes, Provea, la OIT. Sin embargo, debo decir que no se trata de Rubén González.

            Se trata de que en Venezuela se criminaliza la protesta y conmigo otros 200 dirigentes sindicales y trabajadores están bajo régimen de presentación judicial por defender los derechos laborales. Exigimos respeto al patrón Estado, a que nos cumplan la ley y los acuerdos de la contratación colectiva. Estamos viviendo tiempos de atropellos que nos obligan a despertar y a construir la unidad sindical y de los trabajadores.

            -¿Cómo va su proceso judicial a la luz de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que ordenó un nuevo juicio y la libertad condicional?

            -Luego de una diligencia conseguí que el lugar de presentación ante los tribunales fuera cambiado de Caracas a Puerto Ordaz, lo que me evita recorrer 1.200 kilómetros. El nuevo juicio se celebrará en el Tribunal 24 de Caracas y estamos a la espera de que se haga el sorteo de los escabinos y sea asignado el fiscal.

            -En la decisión del TSJ se señala que se detectaron vicios en el juicio de febrero.

            ¬Esa acotación no impide que el nuevo juicio en Caracas igual estará viciado, porque yo no he cometido ningún delito, sólo defendí los derechos de los trabajadores, por lo que debieron exonerarme totalmente.

            Respecto al juicio anterior, sé que mis enemigos se confabularon para ponerme en prisión y eso está en su conciencia. Como cristiano que soy yo los perdono.

            -Pero el oficialismo sostiene que en Venezuela se respetan los derechos humanos.

            ¬Eso no es cierto y muestra de ello son las actuaciones del Poder Judicial. El Gobierno se escuda y se lava las manos con el Poder Judicial para violar los derechos humanos.

            ¬Los últimos meses ha habido protestas de calle, paralizaciones y hasta huelgas de hambre como la de los enfermeros. ¿Cree que aumentará mucho más la conflictividad laboral en el país porque no se discuten los contratos colectivos en el sector público?

            -La lucha seguirá mientras los acuerdos sean incumplidos. En Ferrominera del Orinoco se venció el contrato colectivo el 5 de enero pasado y todavía deben a los trabajadores los retroactivos de enero y junio de 2009 (30 y 20 bolívares diarios) además 5 bolívares desde el 1º de septiembre de 2010.             Lo más grave es que prácticamente todos las convenciones colectivas de las empresas y organismos del Estado están vencidas, de allí el justo reclamo de los trabajadores.

            -¿Qué opina sobre el control obrero?  

            -En las empresas básicas de Guayana ha sido una debacle completa. Los trabajadores no quieren este mecanismo porque no los representa, pues se sienten controlados por unos dirigentes, electos a dedo, que están alineados con el partido y son personeros del Gobierno. Pese a que el control obrero no tiene ninguna base legal ni jurídica para actuar en los centros de trabajo, insisten en utilizar esta iniciativa para acabar con los sindicatos.

            ¬Últimamente se habla mucho de la necesidad de un movimiento sindical unido e independiente.

            ¬La lucha por los trabajadores exige organizaciones sindicales plurales, en la que los dirigentes sin importar su color político centren sus esfuerzos en resolver las necesidades de la base y su bienestar.

            -¿Es suficiente el reciente aumento del salario mínimo?  

            -La medida no llena las expectativas inflacionarias ocasionadas por el cambio del dólar de 2,15 a 4,30 bolívares. El poder adquisitivo del venezolano se depreció demasiado, por lo que el aumento salarial no alcanza para cubrir el costo de la cesta alimentaria. Aquí hace falta que todos los actores ¬Gobierno, organizaciones de trabajadores y empresarios¬ acuerden un aumento salarial equilibrado y que no sea afectado por la inflación y la devaluación.

            -Diputados oficialistas aseguran que la Asamblea Nacional aprobará por fin la reforma de la Ley Orgánica del Trabajo en 2011 y el régimen de pensiones de la seguridad social en 2012, para lo cual utilizarán el parlamentarismo en las fábricas.

            ¬Estas son materias que se deben informar con profundidad y detalle a toda la población. Es más, una vez listas, las leyes laborales deben ser sometidas al referéndum popular ¬convocado por el Consejo Nacional Electoral¬ porque afectan a todos los venezolanos. Se necesita un consenso nacional para un asunto tan vital e importante.

            ¿Buscaría usted un diálogo con el Gobierno?  

            -Todas las protestas y reclamos que se hacen y se han hecho persiguen que el patrón Estado se siente a negociar las convenciones colectivas y cumpla sus compromisos atrasados con los trabajadores. Claro que queremos un diálogo transparente, que aporte soluciones.

            -¿Cuán cierto es que las empresas estatales están quebradas?  

            -No está fácil solucionar las dificultades económicas que experimentan las empresas. Además de las deudas laborales, hay una falta de inversión y de adecuación tecnológica durante años que ha deteriorado los procesos productivos.

            Entre 90% y 95% de las empresas del Estado necesitan de grandes inversiones para ponerlas en funcionamiento óptimo.

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