En 1996, una madre llevaba diez meses hospitalizada por un cáncer. Su marido preparaba a su hija para su inminente muerte: «Mamá está muy mal, se va a morir». Los médicos no tardaron en decidir que ya no podían hacer nada para salvarla y decidieron suspender todo tratamiento.
Poco después, llevaron a la misma habitación a una mujer en un estado similar. Tenía cuatro hijos pequeños. La primera mujer rezó: «Señor, tómame a mí y déjala vivir, mis hijos son mayores pero los suyos son pequeños. Todavía necesitan a su madre».
A cientos de kilómetros de distancia, su hija, ignorante de esta oración, invocó a Teresa: «Mi pequeña Teresa...» y luego, cambiando de idea, pensando que era una gran santa: «Mi gran Teresa, cura a mamá para que vuelva, etc.». Al día siguiente, para asombro de los médicos, ¡las dos madres estaban perfectamente curadas!
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