La política detrás de una toalla sanitaria
LUISA KISLINGER | EL UNIVERSAL
sábado 10 de octubre de 2015 12:00 AM
Días atrás, Yekuana Martínez, viceministra de la Mujer, informó a través de su cuenta en Twitter que el Inamujer dictó talleres para la elaboración de toallas sanitarias de tela. Diversas reacciones comenzaron a circular por las redes sociales. Sin embargo, no es la primera vez que el tema causa revuelo, porque no es la primera vez que desde el oficialismo nos hablan de ello. Y aunque las redes sociales lo reseñen y en grupos privados se comente, la realidad es que poco se habla de algo esencialmente femenino como la menstruación y las opciones disponibles para su manejo. Debo advertir de entrada que no es este un tema menor. En primer lugar, digamos que menstruar es un verbo que incomoda. Incomoda hablar de ello, e incomoda vivirlo. Con lo cual no pocas activistas de derechos de las mujeres se han trazado como meta que esta función vital deje de ser vista como algo de lo que no se habla. Algo inherente a la condición de mujer que no puede ser obviado, mucho menos estigmatizado.
En segundo lugar, son diversas las posiciones en torno a los productos disponibles en el mercado para su manejo apropiado. Y en este punto el debate se traslada a dos realidades complejas marcadas por el nivel de desarrollo. Por un lado, en los países de ingresos medios y altos, donde damos por sentada la existencia de toallas sanitarias y otros artículos que nos ayudan a seguir nuestras vidas con la mayor normalidad posible durante "esos días del mes" existen consideraciones de orden principalmente ecológico y de salud que llevan a reevaluar y buscar alternativas a los productos disponibles. Siendo que las toallas sanitarias están hechas principalmente de plástico, existen preocupaciones reales sobre su potencial impacto ecológico. Por otro lado, en los países de bajos ingresos o que tienen un sector importante de la población en situación de pobreza, la menstruación afecta directamente el desarrollo emocional y educativo de niñas y mujeres, dada una combinación perversa entre prácticas culturales dañinas, altos costos de artículos de aseo personal y pésima o inexistente infraestructura. Por ejemplo, según el diario británico The Guardian, en Kenia, se estima que las niñas pierden 5 días de clases cada mes debido a sus períodos, y en algunos casos abandonan completamente la escuela por no tener acceso a toallas sanitarias. Ello ha convertido el manejo de la higiene menstrual en un tema de desarrollo para las agencias de Naciones Unidas, por ser factor fundamental de integración plena de niñas y mujeres en la sociedad.
Pero volvamos al tweet de la viceministra Martínez. Las toallas sanitarias de tela tienen sus méritos: son reusables, con lo cual se producen ahorros en la economía personal y familiar, y tienen un impacto mínimo en el medio ambiente. Así pues, debemos entenderlas como una alternativa viable para quienes deseen adoptarlas. Lo que no son estas toallas sanitarias es nuevas, y mucho menos revolucionarias. Tampoco están exentas de ocasionar otros problemas: el uso de toallas lavadas con poco o ningún jabón, o con agua sucia, conlleva el riesgo de producir infecciones a nivel ginecológico. ¿Cómo prescindir, entonces, de un artículo que hoy en día consideramos de primera necesidad, como lo ratifican las largas colas que hacemos las mujeres en Venezuela para comprarlas? ¿Por qué ofrecernos una alternativa que, en vez de mejorar lo que tenemos, haciéndola amigable con el ecosistema, usando los avances de la ciencia y la tecnología, nos retrocede por lo menos un siglo? La respuesta se encuentra oculta tras la coletilla con la cual la viceministra Martínez cierra su tweet: "en batalla contra la guerra económica." Porque para el régimen, detrás de las toallas sanitarias que hoy conocemos no hay mujeres con su vida simplificada. No. Lo que hay son industrias parte del engranaje económico capitalista, fuente de todo mal. Aprender a confeccionar nuestras propias toallas es, entonces, un acto de liberación anticapitalista. Y aquí yace, para mí, una de las claves más importantes de la escasez, de toallas sanitarias y de todo tipo de productos: consideraciones de orden político-ideológico son las que privan a la hora de trabajar con el sector productivo y en la asignación de divisas para la compra de insumos y productos como vacunas, medicinas y artículos de aseo personal. No se trata de mejorar nuestra calidad de vida. Se trata de rechazar cualquier signo, cualquier elemento que nos una a ese despreciable entramado que es el capitalismo. Entretanto, las alternativas del régimen nos llevan al pasado. Porque, usando palabras de Roland Denis, es poco o nada lo que el chavismo nos ha dejado: "... nada que suponga inteligencia, productividad, ciencia, organización colectiva... Es un legado vacío y meramente simbólico...".
Internacionalista (UCV). Magister Scientiarium en Comunicación Social (UCV). Exfuncionaria diplomática de carrera del servicio exterior venezolano.
@kislingerluisa
En segundo lugar, son diversas las posiciones en torno a los productos disponibles en el mercado para su manejo apropiado. Y en este punto el debate se traslada a dos realidades complejas marcadas por el nivel de desarrollo. Por un lado, en los países de ingresos medios y altos, donde damos por sentada la existencia de toallas sanitarias y otros artículos que nos ayudan a seguir nuestras vidas con la mayor normalidad posible durante "esos días del mes" existen consideraciones de orden principalmente ecológico y de salud que llevan a reevaluar y buscar alternativas a los productos disponibles. Siendo que las toallas sanitarias están hechas principalmente de plástico, existen preocupaciones reales sobre su potencial impacto ecológico. Por otro lado, en los países de bajos ingresos o que tienen un sector importante de la población en situación de pobreza, la menstruación afecta directamente el desarrollo emocional y educativo de niñas y mujeres, dada una combinación perversa entre prácticas culturales dañinas, altos costos de artículos de aseo personal y pésima o inexistente infraestructura. Por ejemplo, según el diario británico The Guardian, en Kenia, se estima que las niñas pierden 5 días de clases cada mes debido a sus períodos, y en algunos casos abandonan completamente la escuela por no tener acceso a toallas sanitarias. Ello ha convertido el manejo de la higiene menstrual en un tema de desarrollo para las agencias de Naciones Unidas, por ser factor fundamental de integración plena de niñas y mujeres en la sociedad.
Pero volvamos al tweet de la viceministra Martínez. Las toallas sanitarias de tela tienen sus méritos: son reusables, con lo cual se producen ahorros en la economía personal y familiar, y tienen un impacto mínimo en el medio ambiente. Así pues, debemos entenderlas como una alternativa viable para quienes deseen adoptarlas. Lo que no son estas toallas sanitarias es nuevas, y mucho menos revolucionarias. Tampoco están exentas de ocasionar otros problemas: el uso de toallas lavadas con poco o ningún jabón, o con agua sucia, conlleva el riesgo de producir infecciones a nivel ginecológico. ¿Cómo prescindir, entonces, de un artículo que hoy en día consideramos de primera necesidad, como lo ratifican las largas colas que hacemos las mujeres en Venezuela para comprarlas? ¿Por qué ofrecernos una alternativa que, en vez de mejorar lo que tenemos, haciéndola amigable con el ecosistema, usando los avances de la ciencia y la tecnología, nos retrocede por lo menos un siglo? La respuesta se encuentra oculta tras la coletilla con la cual la viceministra Martínez cierra su tweet: "en batalla contra la guerra económica." Porque para el régimen, detrás de las toallas sanitarias que hoy conocemos no hay mujeres con su vida simplificada. No. Lo que hay son industrias parte del engranaje económico capitalista, fuente de todo mal. Aprender a confeccionar nuestras propias toallas es, entonces, un acto de liberación anticapitalista. Y aquí yace, para mí, una de las claves más importantes de la escasez, de toallas sanitarias y de todo tipo de productos: consideraciones de orden político-ideológico son las que privan a la hora de trabajar con el sector productivo y en la asignación de divisas para la compra de insumos y productos como vacunas, medicinas y artículos de aseo personal. No se trata de mejorar nuestra calidad de vida. Se trata de rechazar cualquier signo, cualquier elemento que nos una a ese despreciable entramado que es el capitalismo. Entretanto, las alternativas del régimen nos llevan al pasado. Porque, usando palabras de Roland Denis, es poco o nada lo que el chavismo nos ha dejado: "... nada que suponga inteligencia, productividad, ciencia, organización colectiva... Es un legado vacío y meramente simbólico...".
Internacionalista (UCV). Magister Scientiarium en Comunicación Social (UCV). Exfuncionaria diplomática de carrera del servicio exterior venezolano.
@kislingerluisa
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