¿Por qué Venezuela no quiere observadores internacionales en sus elecciones?
Los comicios parlamentarios del próximo 6 de diciembre son decisivos para un gobierno que enfrenta colas en los supermercados y presenta un incremento de las tasas de pobreza y homicidios
Las elecciones que ganó Nicolás Maduro por la mínima a Henrique Capriles en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez significaron el principio del fin para la credibilidad internacional del oficialismo. Dos años más tarde, la situación es crítica para Venezuela con la economía por los suelos, la tasa de homicidios (82 por 100.000 hab.), la pobreza en los hogares (48,4%) subiendo y las colas en los supermercados donde el coste de los productos no importa tanto como el tiempo de espera. En este escenario, el próximo 6 de diciembre se celebrarán unas elecciones parlamentarias decisivas para el país, que apuntan al cambio político si no se equivocan las encuestas.
Pese al optimismo de la oposición, a quienes los sondeos les otorgan hasta 20 puntos de diferencia frente al oficialismo, el resultado puede ser aún bien diferente.
“En las presidenciales se registraron varios abusos de los poderes del Estado para la campaña, como la nula presencia de la oposición en los canales públicos, gran inequidad en la financiación”, declaró el investigador de la U. Carlos III de Madrid y conocedor del sistema electoral venezolano desde hace 25 años, Manuel Hidalgo.
En un contexto en el que el 86% de los venezolanos quiere un cambio, según Venebarómetro, y Maduro es valorado positivamente por solo el 24% de la población, frente al 60% de Chávez, las dudas se ciernen sobre el sistema electoral venezolano. Hidalgo, que ha analizado las irregularidades de las elecciones desde 2004-2013, recuerda una situación que «nunca antes había vivido». Un vídeo que circuló entre los especialistas electorales.
Para estas elecciones parlamentarias, el CNE no ha autorizado salvo excepciones la observación electoral internacional. Esto ocurre desde 2007, en la única derrota de Chávez en su intento de cambiar la Constitución por medio de un referéndum. Desde entonces se ha establecido el “acompañamiento electoral”: las delegaciones que acuden representando a sus partidos políticos no pueden abarcar todos los colegios electorales; la muestra es pequeña y donde más abusos se han registrado es en las barriadas más pobres y en las zonas populares.
De esta forma, ni Naciones Unidas, ni la Unión Europea ni la propia Organización para los Estados Americanos -«no hemos recibido ninguna petición para observar y no estamos inmiscuidos», dicen desde la OEA a ABC- han recibido la invitación de Venezuela para hacer un seguimiento de los comicios. Sí podrán asistir Corea del Sur, Rusia, Centro Africano, Celac y Unasur.
La principal potencia de este último, Brasil, se queda al margen tras la renuncia del prestigioso jurista brasileño Nelson Jobim por la falta de garantías del CNE. “Todo esto es altamente sospechoso, las elecciones del 6 de diciembre son cruciales para Venezuela, y es cada vez más difícil que puedan hacerse de una manera que asegure su credibilidad”, señala José Miguel Vivanco, director de la División de las Américas de Human Rights Watch.
El “veto” a estos organismos internacionales desde 2007 tiene otra explicación en el seno del chavismo, lejos de cualquier sospecha electoral.
“El gobierno de Chávez consideró que la observación de países en desarrollo por países desarrollados u organismos internacionales donde los países desarrollados tienen más peso, es una tradición que viene del periodo colonialista y desafía la soberanía de un país para realizar sus procesos electorales y organizar su vida interna”, dice el experto electoral residente en Venezuela Dimitris V. Pantoulas. En esto coinciden desde la OEA, al señalar que no tiene por qué haber relación entre sistema débil electoral con presencia de observadores.
El gobierno bolivariano siempre utilizó una frase del expresidente Jimmy Carter para ganarse la confianza internacional. “Venezuela tiene el mejor sistema electoral del mundo”, dijo el exmandatario estadounidense, que fundó en 1982 una ONG que se dedica entre otras cosas a la observación electoral. Para quien fuera representante permanente del Centro Carter en Venezuela antes de su disolución en el país caribeño, Héctor Varelli, los aspectos débiles del sistema electoral venezolano no están relacionados con el sistema de votación automatizado (a lo que se refería Carter), sino con lo que se conoce como el «ecosistema electoral», es decir la inequidad bajo las que se desarrollan la campaña proselitistas.
El Centro Carter pone énfasis en la auditoria, pero el problema no es en sí la máquina, el problema es lo que se introduce en la máquina. «Si tienes zonas muy pequeñas muy polarizadas donde no hay testigos puedes hacer lo que quieras», asevera el investigador de la U. Carlos III, que incide en la gran desconfianza en el sistema. Para contrarrestarlo, se multiplican las organizaciones de ciudadanos -como la ONG Sin Ventaja- que se unen para promover el cumplimiento de la normativa electoral durante las campañas electorales y evitar ventajismo por parte de los involucrados. «La sociedad civil se encuentra huérfana y por ello se forman mundos alternativos como las redes sociales», añade. Los venezolanos las entienden de forma muy activa y como medio de lucha más allá del control de los grandes poderes.
Aunque los consultores avisan de que la ventaja de la Mesa de la Unidad (MUD, principal formación opositora) es a nivel nacional, en los municipios puede cambiar y prevé que los resultados sean más ajustados. Y que el voto a la oposición se lee más como un castigo que como esperanza de cambio. Desde hace seis meses el descontento se manifiesta claramente en los sondeos.
La caída en los precios, si bien ha profundizado una crisis, no es el fundamento ni tampoco el detonante.
“La evaluación del gobierno de Maduro comenzó a hacerse cada vez más negativa desde comienzos de 2014, meses antes que los precios del petróleo comenzarán su tendencia a la baja. La aceleración inflacionaria, las creciente escasez de insumos y bienes finales básicos, y la recesión ya estaban sembradas desde el año 2013”, subraya el economista de la Universidad Central de Venezuela, Leonardo Vera.
Con información de ABC
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