Antídoto contra toda matanza chavista
el nacional, 2 DE DICIEMBRE 2015 - 00:01
Matar, matando…
Nos asesinan, sí, los chavistas nos asesinan.
Desde el 3 de febrero de 1992, Hugo Chávez mostró sus babas hambrientas de sangre venezolana. Nunca dejó de mostrarlas. Esa fue la constante de su desesperación autocrática: la muerte. Asesinarnos, uno tras otro, sea quien sea, matar quirúrgicamente como último recurso retórico, matar moral o físicamente para conservar el poder.
Matar, humillando; matar, persiguiendo a la disidencia; matar, encarcelando; matar, torturando; matar, matando, empleando todos sus medios violentos, “como sea”, pero matar para dominar al país.
Han sido años de violencia y muerte, de luto. Nunca antes en la historia republicana venezolana murieron tantos venezolanos a manos de venezolanos. Nunca.
Ese es el principal legado chavista: la sangre derramada de Venezuela.
¿Quién lo niega?
Venezuela sin ojos
El chavismo ha intentado dejar a Venezuela sin ojos, extirparle la mirada con un punzón. No digo dejarla tuerta, no, digo dejarla ciega. Ciega para siempre.
Pero no ha podido ni podrá.
Hemos resistido y lo seguiremos haciendo. Cualquier otra sociedad –como por ejemplo la cubana– se habría doblegado, se habría vencido. Nosotros no, nosotros hemos luchado y resistido, ha sido terrible y doloroso, pero lo hemos hecho.
No estamos ciegos, estamos amoratados, pero ni ciegos ni tuertos. Vemos y seguiremos viendo, porque no ha habido violencia ni muerte que nos tuerza ni domine. No ha habido un punzón capaz de enceguecer la visión de una sociedad que anhela y lucha indómitamente por un futuro mejor.
No hay ni habrá chavismo –ni siquiera ese malandraje asesino– que pueda oscurecer la mirada de un pueblo que aspira y lucha por una mejor Venezuela.
La célula familiar López Tintori
Las sociedades no son construcciones etéreas ni entarimados de humo. No se dibujan –ni se fuman– desde la colina. No son abstracciones filosóficas ni idealizaciones vagas de sociólogos o de lunáticos futurólogos que se hacen pasar por Zaratustras (debí escribir “zaratacos” abstencionistas).
Las sociedades son encarnaciones humanas, como humanos son los que las dignifican y honran o los que las prostituyen y arruinan. Humanos son los que las crean e inhumanos los que las destruyen.
Las sociedades se enaltecen cuando sus líderes dan ejemplos de sacrificio, lucidez, honradez y mérito.
Una de las grandes deudas de la Mesa de la Unidad Democrática es que muchos de sus líderes no han sido ni son ejemplares. Han sido o son politiqueros de profesión. Asunto que la ha afectado negativamente y la afectará mientras esa tara persista.
Sin embargo, eso no ha sido en todos los casos. Una Venezuela ejemplar, digna y honorable, muy admirable, ha emergido, como ave fénix, de los escombros que ha dejado el chavismo a su paso.
Esa Venezuela, la mejor, encarna humanamente en la transparencia a un tiempo aguerrida y sensible de Lilian Tintori y en la fortaleza visionaria y moral de su esposo y líder histórico, Leopoldo López. Si la familia es la célula de la sociedad, la familia López Tintori agracia y enaltece la mejor célula política de Venezuela. Ambos, con su ejemplo y entrega, nos hacen mejores a los venezolanos.
Hacía falta, mucha falta.
Resistir y desafiar
La historia ha mostrado que los buenos políticos son padres de familia. No hablo de guerreros o cazadores humanos, hablo de políticos, de hombres de Estado y de gobierno republicano.
Tener un hijo, responsabilizarse por él, cuidarlo, formarlo, educarlo, da otra dimensión muy distinta a la vida. Un político con familia e hijos entiende que su labor buena o mala afectará directamente al futuro de sus hijos. Es casi por ellos por quienes se lucha y se construye una mejor sociedad.
Con la perversión chavista, su corrupción y su devastadora mortandad, el futuro de nuestros hijos quedó en entredicho. Si queremos que estos sean humillados, perseguidos, encarcelados, torturados o asesinados: matados moral o físicamente por pensar diferente, por aspirar a ser libres, debemos permitir que el chavismo siga rigiendo nuestro destino; debemos abstenernos de votar o de movilizarnos; debemos aceptar que nos roben las elecciones; y debemos callar ante todas las vejaciones.
Si por el contrario queremos libertad, justicia, democracia y prosperidad para nuestros hijos tenemos que organizarnos, movilizarnos política y socialmente (votar y defender el voto) de manera cívica y noviolenta, resistir con disciplina y desafiar con mucha fuerza espiritual.
Resistir y desafiar al mismo tiempo, porque si resistimos y no desafiamos las arbitrariedades hasta vencerlas no habrá ningún cambio. Ninguno.
El desafío es una masiva, unívoca y nacional movilización social. El que ocurra es lo que más teme una dictadura, de hecho es la única manera de liberarse de ellas. Lo fue en la antigüedad, lo fue en el medioevo y en el renacimiento, y lo es ahora con las autocracias modernas.
Permítanme insistir porque sé de qué hablo: el verdadero desafío, el liberador, es la movilización política (electoral) y social (reivindicadora de la victoria).
Mientras más grande la movilización más infalible su resultado.
El antídoto contra la matanza chavista
Se aproximan tiempos muy difíciles de lucha, serán los peores tiempos, la dictadura chavista y su matanza arreciarán, pero si nos mantenemos unidos como sociedad y seguimos el virtuoso ejemplo de resistencia noviolenta y moral que están dando Lilian y Leopoldo, como familia, lograremos el milagro –movilizándonos– de la paz.
Así que el antídoto contra las amenazas asesinas del chavismo es la movilización. Parece una paradoja, pero mientras más masiva sea ésta, menos matanza habrá. No hay suficientes balas para asesinar a una sociedad que se moviliza nacionalmente por su libertad.
Votar es una manera de resistir, incluso al fraude electoral; movilizarse masivamente para reivindicar la victoria, para defenderla, es el desafío que permitirá que nuestros hijos puedan vivir en democracia y libertad.
Capriles logró ganar una elección después de un enorme esfuerzo personal, pero no reivindicó la victoria. No desafió, no movilizó. Lo obligaron a perder. Perdió. Miles de muertes han ocurrido desde entonces. Casi la muerte de un país, casi la ceguera definitiva de Venezuela.
¿Volverá a suceder? La ceguera nacional y el futuro de tus hijos depende directamente de ti.
¿Qué harás?
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