No es solamente importante saber que Dios se hizo hombre, es importante también saber qué tipo de hombre fue. La forma en la que Juan y Pablo describen el momento de la Encarnación, de manera diferente y complementaria, es significativa. Para Juan, el Verbo que era Dios se hizo hombre, para Pablo “Cristo que era Dios, se despojó él mismo, tomando la condición de servidor y se rebajó él mismo, siendo obediente hasta la muerte”. Francisco de Asís continúa la línea de San Pablo. Más que sobre la realidad ontológica de la humanidad de Cristo (en la cual cree firmemente con la Iglesia), insiste, hasta conmoverse, sobre la humildad y la pobreza de ésta.
Hay dos cosas que le conmueven hasta las lágrimas: “La humildad de la encarnación y la caridad de la pasión.” “Le era imposible no irrumpir en llanto pensando en la pobre Virgen, que se encontraba en una completa miseria. Un día, mientras comían, un hermano recordó la pobreza de la Santísima Virgen y la angustia de Cristo, su Hijo. Francisco, al instante, se levantó sollozando, y se sentó en el piso a terminar de comer lo que le quedaba de pan.
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