En la Iglesia Católica veneramos a María de un amor filial. Ella es importante para nosotros, no solamente porque ella nos muestra a Jesús, sino porque también nos indica el camino que Dios ha escogido para venir hacia nosotros en la persona divina de Jesús.
María nos lleva a Jesús, no solamente a través del misterio de la Encarnación sino también por sus apariciones y señales. Pero ¿por qué se nos aparece cada vez bajo una forma diferente?
En general, las intervenciones de María coinciden con un hecho histórico preciso o una necesidad particular del pueblo de Dios. Ese hecho demuestra el lado maternal de la Virgen María, que ha tomado muy seriamente la misión que Jesús le confió en la Cruz: la de acogernos como sus hijos.
La Virgen reviste las características étnicas de las poblaciones que habitan los lugares donde Ella ha escogido aparecer. Cada una de esas apariciones nos permite contemplar a través de rostros diferentes la grandeza de María, grandeza perceptible en todo momento, en todo lugar y en todas las culturas.
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