Los españoles asedian Fuenterrabía (norte de España) ocupada por los franceses. Juan, un joven soldado español, (futuro san Juan de Dios) es enviado en misión de reconocimiento. Cabalga cerca de la frontera cuando de pronto su caballo se cabrea y lo lanza contra una roca. Incapaz de levantarse y en medio de un sufrimiento indecible, Juan invoca a, quien desde su niñez le ha pedido siempre ayuda y consolación, la Santa Virgen María: “Vos sola podéis salvarme, Reina del Cielo, no me dejéis caer entre las manos del enemigo” Y enseguida se desmayó.
Cuando volvió en sí, ve a su lado a una joven que le habla con compasión. Vestida de pastora y con un cayado en la mano, ella se inclina sobre él y le extiende una jarra, de la que Juan bebe con avidez. La extranjera le da la mano y él la suya con cierta duda. Tambaleante se pone de pie. Enseguida, siente una fuerza maravillosa que vence su debilidad. La pastora lo acompaña por una parte del camino y luego lo deja solo. Juan está persuadido que esa extranjera no podía ser otra persona que la Virgen María.
Renuncia a la carrera de armas, y se decide a buscar la voluntad de Dios. Llegará a ser el gran san Juan de Dios, que León XIII proclama patrón de los enfermos y de los hospitales.
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