Un día de 1891, un joven, adepto del dios Siva, fue a pedir al sacerdote del santuario de Nuestra Señora de Madhu, en Sri Lanka, que lo admitiera en la religión católica, explicando lo siguiente:
“Yo era ayudante de albañil, mientras trabajaba, el yeso me salpicó, quemándome los ojos. Contrariado por encontrarme ciego, me encomendé a todos nuestros dioses hindús, sin resultado. Una hermosa dama, se apareció a los ojos de mi alma y me dijo Ve a Madhu y hazte cristiano (…). Me informé y me llevaron a Madhu. Me puse de la tierra en los ojos y recuperé la vista por completo. Ahora, Padre enséñeme y bautíceme”.
Poco después, el sacerdote que lo había bautizado supo que el joven vivía en forma matrimonial con una joven pagana: “Deja lo más pronto posible a esta creatura y regresa a tu deber. Sin lo cual la Santísima Virgen podría lamentar haberte curado, y te lo hará saber.”
Santiago, era el nombre que había escogido en el bautizo, lo prometió, pero no lo cumplió. La amenaza del sacerdote se realizó, y quedó ciego. Regresó a Madhu, se confesó, retomó sinceramente sus resoluciones, se puso, nuevamente, la tierra milagrosa y nuevamente recuperó la vista.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario