En primer lugar, María es comparable a la nueva arca, ya que fue hecha por las divinas manos del Nuevo Noé (Jesús), y su barca, no puede hundirse. Ella fue hecha perfecta, inmaculada, insumergible.
María, como nos lo enseña la Sagrada tradición, es como una barca que transporta a Dios – un lugar de refugio en los océanos peligrosos del mundo. Ella sola, con su carga divina en su seno sale victoriosa de la oscuridad y aplasta la cabeza de Satán, prosiguiendo su viaje en toda seguridad sobre las aguas tumultuosas del mundo.
A nosotros nos conviene estar al interior del arca, es decir, bajo su manto. El nuevo Noé vive en esta arca de salvación, y nosotros deberíamos también vivir en ella. Si no estamos dentro, nos ahogaremos espiritualmente. María nunca podrá ser derrotada, ni morir ni hundirse. Ella es nuestro refugio en la tormenta.
Paralelamente, la Iglesia de Pedro es comparable a la nueva arca. (…) Sólo hay un arca construida por Dios y que nos da la plenitud porque el mismo Jesús lo demostró cuando deseó enseñar a las multitudes desde la barca de Pedro (Lucas 5,3); Jesús no lo hizo al azar sino con divina intención…
En resumen, sólo hay una barca realizada por Dios que nos da un mensaje de salvación y por ella no nos ahogamos, esa barca es la Iglesia Católica bajo la protección de María y Pedro. Esta barca nunca se hundirá.
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