¿Quién defiende la democracia?
El destino final de todo esto es el populismo del siglo xxi. Los trumps, putines, chávezes y maduros, ortegas, evos e iglesias no tienen ningún problema en deglutir, recubrir y justificar la degradación ética de la moda populista
El marxismo es una torre de tres pisos, al menos así la concibió Marx: una filosofía, una teoría de la historia y una teoría económica; para Marx ese conjunto “garantizaba” una interpretación precisa de la realidad y, lo más importante, era “ciencia”, verdad positiva y, sin pena, “verdad absoluta”. El peso que esta expresión le pone al asunto es definitivo: si usted se lo cree, servirá para justificar todo tipo de acción, pues, si el marxismo reza lo que va a ocurrir necesariamente en la historia, ¿para qué oponerse? Y, si alguien se atreve, es estúpido o merece las catatumbas, por lo menos.
El revolucionario sería aquel que sigue esta Ley de la historia y la promueve –atención- por cualquier medio, no hay restricciones: usted podrá ocultar, mentir, descalificar, denigrar, ofender, mentir, matar… La historia, como dijo Fidel, lo absolverá. Simplemente las buenas costumbres, la moral y la ética, sobran: usted es revolucionario o está condenado. La moral sería “moral burguesa” a la que habría que oponer la “moral revolucionaria”, en la que “todo vale” en nombre de la revolución. Punto. Así, por su propio camino, el marxismo llegó al “todo vale” actual. Entonces, si el obrero ya no apoya su revolución, el agente sería el guerrillero, el criminal, el narcotraficante, todos en manos del Partido, el Comité Central, el déspota de turno, qué más da.
Es por eso que un comunista se arrodillará frente a quien luego podría mandar matar. Este es el cambalache posmoderno en que han convertido la política: un basural ético donde la revolución es peor que aquello que quiere transformar y los revolucionarios son cualquier cosa, menos decentes.
Es por eso que un comunista se arrodillará frente a quien luego podría mandar matar. Este es el cambalache posmoderno en que han convertido la política: un basural ético donde la revolución es peor que aquello que quiere transformar y los revolucionarios son cualquier cosa, menos decentes.
El destino final de todo esto es el populismo del siglo xxi. Los trumps, putines, chávezes y maduros, ortegas, evos e iglesias no tienen ningún problema en deglutir, recubrir y justificar la degradación ética de la moda populista. ¿Pero qué pasará si tampoco quedan políticos capaces y con la fortaleza para defender la alternativa democrática?
No hay comentarios:
Publicar un comentario