Así llegamos a esta Navidad ¡que desgracia!
Hoy, víspera de Navidad uno debiera poder desprenderse de las pequeñeces que suelen mediatizar nuestra vida diaria y centrar la atención en el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
La anterior afirmación siendo totalmente procedente es difícil que pueda efectivizarse cuando las circunstancias que rodean la vida diaria nuestra y de quienes nos rodean se desenvuelve en un marco de carencias y zozobras como el que en este año 2016 nos ha tocado. ¿Cómo prescindir de la realidad diaria cuando la misma se concreta en buscar alimento entre la basura, hacer cola para comprar no se sabe que y además carecer de los billetes que hemos ganado con nuestro esfuerzo? A eso agreguemos el bochorno que ocasionan medidas improvisadas producto del egoísmo e impericia de quienes conducen la nave en la que todos estamos más declaraciones y conductas de tal descaro que sugieren –de verdad– sospecha de alienación en la mente de algunas de las mas altas autoridades del país.
La bizarra aparición del ministro de Relaciones Interiores, general Reverol, ante la dirigencia bancaria nacional explicando el “ataque del imperio” contra el pueblo de Bolívar materializado en el traslado de los billetes de cien nada menos que a Ucrania, República Checa, Polonia, Suiza, Colombia, etc. para su posterior rescate cuando haya caído el gobierno de Caracas reviste , en nuestra opinión y en la de muchos, síntomas de burla a quienes fueron convocados, insulto al público en general ante quien fue difundida la fantaseosa declaración y justificada duda acerca de la sanidad mental del funcionario o de quienes le exigieron tan lastimosa presentación.
El cuento del “sabotaje imperial” que impidió el arribo de los nuevos billetes antes del retiro de los viejos, atribuido por el Jefe del Estado sin rubor alguno a maniobras del Departamento del Tesoro norteamericano interfiriendo con los vuelos de los aviones de carga comercial encargados de traer el efectivo es tan insólito que ni el propio relatante podrá creérselo. La verdad es evidente: la mercancía no estaba pagada en su totalidad ni los fletes asegurados por parte de un comprador de mala reputación por lo que operó aquello de “si no hay leal no hay lopa”
Y para no cargar más las tintas por el día de hoy cerremos estas líneas comentando con estupor y vergüenza la insólita aparición y rechazo a la pobrecita Delcy en Buenos Aires donde con actitud impropia de dama ni de canciller (condiciones que invocó reiteradamente) pretendió introducirse en una reunión a la que expresamente se le advirtió que no estaba invitada. El escándalo generado por ella y las declaraciones injuriosas al presidente Macri proferidas desde el mismísimo territorio argentino revelan falta absoluta de vergüenza en lo personal, de carencia de apego a las mas básicas normas de conducta diplomática y a la representación que afirmaba ostentar: “el pueblo de Bolívar” . Quien esto escribe siente bochorno y vergüenza por lo ocurrido. La señora creyó que emulaba a Nikita Kruschev cuando sacudió el zapato en su banca de la Asamblea General de la ONU en octubre de 1960. Ni estamos en 1960 ni ella es Kruschev y ni siquiera tiene conciencia de que en el despacho que hoy ocupa fue precedida por figuras de la talla de Roscio, Gual, Michelena, Gil Borges, Itriago Chacín, Parra Pérez, Falcón Briceño, Iribarren Borges, Schacht, Morales Paul, Consalvi y varios más cuya sola invocación debiera imponer un toque de majestad a la función de representar a Venezuela ante el mundo. Renuncie señora, usted no puede representar a la “patria de Bolívar” ni siquiera con un gobierno tan malo como el que tenemos.
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