En el pesú todo se corrompe
El partido de gobierno vive su desintegración más vertiginosa en su seno. Solo una media docena de deudos en la dirección ocupan espacio en la opinión pública. Nadie entrega cuentas de gestión, sí sea de una junta comunal
Las chinchas del socialismo tejen hilos hasta la saciedad en la pestilencia de la corrupción roja-rojita, que ya va quedando rosada. Coinciden todos los venezolanos, aún enclaustrados en sus propias miserias, en salir de este desgobierno lo más pronto posible; todos oyen el mismo ruido y se descifra cada una de las chapucerías abultadas de maldad que palpitan en un hombre sin corazón en el pecho.
Los del chismorreo en el conversatorio de ahora, que algunos dicen destinado a la nada porque “no se puede dialogar con una pistola en la mano de un loco, haciendo actos de malabaristas, gestos y muecas de mal gusto, para negar que la democracia es una y única con una bien estructurada constitución, libertades y respeto de todo género, sin presos políticos, ni crímenes oficiados para aterrar a las comunidades.
A los ocasionales revolucionarios rodilla en tierra de este mampuesto socialismo, no les queda de otra que suspender su andrajosa causa que mucha maldad produce en el corazón de la patria. Por considerarlos corrompidos y farsantes, la militancia chavista se encuentra decepcionada, avergonzada de una gestión política que solo ha servido para prostituir los “avances” que dejó el que ya no está. Esa camaradería ociosa entiende que ya el plazo se les agotó, que su muerte política es lenta pero segura; que no es un abstracto haber nacido en la miseria para seguir en ella; igual están pasando hambre, penurias en los hospitales, acoso de las fuerzas castrenses y policiales y presa fácil de la descomposición moral, social y política que se vive en el país de las maravillas hechas en socialismo.
Un partido político que no asiente su fundamento centrado con nuevas y mejores ideas para el progreso, desarrollo y bienestar de la gente, pendencias sobre problemas y necesidades del país, más que un fracaso es una locura; sus líderes son unos fanfarrones que corrompen la civilidad cuando usan la vestimenta y argot militar, pretendiendo fuerza “porque tú tienes que hacer lo que yo diga”, es cuando la bajeza intelectual debilita el concepto que determina la política como una ciencia tanto o más capaz para comprender los valores del hombre.
En el mundo de hoy, de constante avanzada en todos los ámbitos del saber universal, se acabaron las ideologías, la lucha de clases, la explotación del hombre por el hombre, los socialismos del siglo XVII, XVIII, XIX, XX y XXI, la dictadura militar-cívico, la dictadura del proletariado y todo ese bagaje espinoso filosófico que se desmemorió marxista para implementar el modelo comunista de ingratos recuerdos. Este partido de gobierno labró su prestigio circunstancial creando desconcierto, manipulando y mintiéndole al pueblo; sembrando seguidores serviles, cosechando odios y almacenando culpas para callar al otro y juzgarlo a su arbitrio; es tanta la confusión y el desorden en ese PESÚ que terminó en un desastre, cuyas consecuencias se miden en el grado de rechazo que siente la población por un proyecto que se quedó en la nada.
El partido de gobierno vive su desintegración más vertiginosa en su seno. Solo una media docena de deudos en la dirección ocupan espacio en la opinión pública. Nadie entrega cuentas de gestión, sí sea de una junta comunal. Una élite pervertida se adueñó de ese partido. Cada quien hace lo que le da la gana; todos se vigilan entre sí. A esta tragedia partidista se agrega la pendiente por donde transita la protegida corrupción que se anidó en todas las dependencias del Estado patrón. Hoy, la clarinada en el interior del partido, también militarizado, se escucha con más fuerza en los que sienten la fe perdida. ¡Ya basta!, dijeron los chavistas, y arriaron las banderas.
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