Ah, sí, las próximas elecciones
Las palabras no son inocentes. Eso nos lo hizo recordar el jueves Vicente Bello, representante de la MUD en el Consejo Nacional Electoral, al declarar que “el retraso del CNE pone en riesgo el ejercicio del voto”.
Si le hacemos caso, tendríamos que aceptar que el ejercicio democrático del voto se ha practicado en la Venezuela chavista con relativa normalidad. Y reconocer que si los ciudadanos se han visto el año pasado privados de ejercer su derecho a votar, caso del referéndum revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro y de las elecciones para alcaldes y gobernadores previstas para finales del año pasado, es por alguna dificultad técnica o política puntual, perfectamente susceptible de ser corregida sin muchas complicaciones este mismo año 2017. Que es, ni más ni menos, la misma razón que impulsó a Stalin González, actual jefe de la fracción parlamentaria de la MUD, muy pocas semanas antes de las parlamentarias del año 2015, a señalar así como así que si la oposición perdía esos comicios nadie debía inquietarse pues ya vendrían otras elecciones.
Curiosamente, el mismo día que Bello nos hablaba del peligro que representa el “retraso” del CNE, en realidad el peligro es que el régimen cancele todas las “próximas elecciones”, Henrique Capriles, que lleva siendo beneficiario del ejercicio democrático del voto desde las elecciones generales de 1998, resuelto promotor del fallido referéndum revocatorio que debió celebrarse antes del pasado 10 de enero y por supuesto aspirante a una nueva candidatura presidencial, así sea para perder, le advirtió al país de todo lo contrario a lo declarado por Bello. “El gobierno”, sentenció ese mismo jueves Capriles, “se robó el derecho (de los venezolanos) de tener elecciones”.
O sea, que el supuesto retraso, no técnico o político, ni de poca importancia, sino posiblemente definitivo, como resultado de la aplastante derrota chavista el 6-D, puede que sea la nueva meta oficial, gobernar a partir de ahora sin medias tintas ideológicas ni pendejadas formales, oposición aliada y consultas electorales, prácticas heredadas por conveniencia circunstancial de la tradición puntofijista.
De esta aparente contradicción podemos sacar tres conclusiones. La primera es que Capriles tiene razón. Las palabras de Bello responden a la política asumida por la oposición después de sus fracasos del año 2002, cuando en lugar de seguir intentando sustituir a Hugo Chávez en Miraflores, se conformaron con la búsqueda de espacios burocráticos, pequeños o medianos pero posibles, con la turbia intención de cohabitar con el régimen a cambio de no ser expulsados por completo del escenario político. Aunque ello implicara darle al gobierno legitimidad de origen.
La segunda conclusión es que las palabras de Capriles no se apartan excesivamente del guión que desde hace siglos marca los pasos de Bello y del resto de la oposición oficial, incluyendo la del propio Capriles, quien en lugar de denunciar en abril de 2013 que el régimen le había robado su victoria, tal como ha hecho ahora con respecto al referendo revocatorio y las elecciones regionales, con la finalidad común de no renunciar, entonces ni ahora, al objetivo de que haya “próximas” elecciones, aunque las administre y manipule el régimen. No necesariamente para cambiar de presidente, gobierno y régimen, que fue la oferta electoral que le dio el triunfo del 6-D a los candidatos de la oposición, sino para no perder los espacios que actualmente ocupan.
Por último, que lo que actualmente se persigue, y esa fue la razón del éxito político que obtuvo el régimen con la trampa del “diálogo”, no es una transición hacia la democracia y el estado de Derecho, sino la transición que ya está en marcha del segundo hacia el tercer gobierno del régimen chavista. Ante esta realidad, la mayoría de los dirigentes de oposición sencillamente no parecen saber a qué palo ahorcarse para eludir, al precio que sea, incluso al precio de acudir a otras elecciones, por amañadas que sean, con la intención de no quedar fuera del juego. Precisamente para alcanzar ese objetivo se reorganizará la MUD y, a pesar de lo que piensen los ciudadanos, para ello pronto se reiniciara el tramposo diálogo con el gobierno.
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