martes, 7 de febrero de 2017

Cardenal Baltazar Porras: “Esto está calcado del modelo cubano”

Cardenal Baltazar Porras: “Esto está calcado del modelo cubano”; por Hugo Prieto

Cardenal Baltazar Porras retratado por Roberto Mata

Antes de viajar a Boston, Estados Unidos, como parte de sus responsabilidades dentro de la Iglesia Católica, su eminencia, el Cardenal Baltazar Porras, sostuvo una larga conversación con Prodavinci. La Iglesia Católica ha seguido muy de cerca la situación que se vive en Venezuela, incluso mucho antes de la elección del Papa Francisco. Y para muestra, un botón de doble ojal. La recomendación que le hiciera el Papa Juan Pablo II, durante la difícil situación que vivió el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Baltazar Porras, en medio del fracasado golpe de abril de 2002. “No les hables a los gobernantes que no quieren oír, háblale a la gente para que tome consciencia de sus derechos y pueda defenderlos”. En otra ocasión, en Roma, en una conversación sostenida con el Cardenal Ratzinger en compañía del fallecido cardenal venezolano Castillo Lara, el futuro Papa Benedicto XVI, hizo un frío análisis de las coincidencias que encontraba entre fascismo, nazismo, franquismo y el régimen que imperaba en Venezuela. “Es un libreto bastante manido”, afirma el Cardenal Baltazar Porras. “Sabemos qué es lo que busca y adonde quiere llegar”.
Sin duda, Venezuela se encuentra atrapada en un callejón sin salida. ¿Atisba el Cardenal Porras una luz al final del túnel? ¿Hay alguna posibilidad de superar esta declinación que estamos viviendo? “Como hombre creyente y ciudadano responsable, tengo que decir que la primera virtud que hay que tener para superar los males que nos hemos hecho nosotros mismos es no perder la esperanza”. Y aquí cabe otra cita, esta vez del Papa Francisco, dicha a viva voz y escrita en sus documentos. “Con cara de velorio y con cara de cementerio estamos derrotados”. La responsabilidad es individual pero también colectiva. “Tenemos que hacer las cosas que seamos capaces, con una exigencia mayor. No hay duda de que son muchos los defectos, los males que podemos señalar, y con razón, en el Gobierno, pero también a la dirigencia opositora. Aquí no se trata de ver quien estira el pescuezo para ver quién gana por nariz o por cabeza al llegar a la meta. Aquí se trata de vislumbrar, con un sentido profundo de unidad y responsabilidad, una salida a la crisis, tomando en cuenta la experiencia latinoamericana y teniendo consciencia histórica, allí están los ejemplos de Chile y de Perú. Pero eso supone una cuota de sacrificio para después pretender cobrar. Aquí hay que dejar de lado lo personal o lo grupal por el verdadero sentido comunitario. Mientras no tenga salud la sociedad venezolana toda, no podemos pensar que puede haber una democracia plural”.
¿Cuáles son las tareas de un Cardenal de la Iglesia Católica en un país como Venezuela?
En primer lugar, las funciones del cardenalato no tienen nada que ver con el país donde uno nació, sino de servir de asesor, de consejero y eventualmente de elector del Papa, ya sea porque este muera, renuncie o quede incapacitado. Esa es una primera connotación, digamos, de carácter universal. En el caso nuestro, me refiero a América Latina, donde tenemos la institución del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano), eso ha permitido que los obispos del subcontinente, nos conozcamos y mantengamos un contacto permanente. En la situación que vive Venezuela este nombramiento, así lo entiendo y así también lo han expresado otros miembros del episcopado venezolano, es de alguna forma un espaldarazo del Papa Francisco a la postura que ha mantenido, durante estos 18 años, la Conferencia Episcopal Venezolana. Ha sido así porque somos conscientes de la necesidad de desarrollar un trabajo subsidiario y más ahora, debido al miedo que se siembra y la coerción que existe para todo tipo de libertades en un país que pretende llamarse democrático, lo que hace, en primer lugar, que nos estemos desangrando y que tengamos algo más de dos millones de compatriotas fuera del país. Y todos se alegran de que los venezolanos que han llegado sean personas con preparación y capacidades. Para ellos, indudablemente, es algo positivo; para nosotros, un desangramiento, incluso de la familia.
El Papa proviene de la orden Jesuita, cuya apuesta es por los pobres, tiene además una visión latinoamericana. Su estilo está divorciado de los privilegios, del protocolo tradicional del Vaticano. Ha promovido cambios que han encontrado una fuerte resistencia en la curia romana. A veces las tensiones se intensifican, otras se disipan. ¿Le está costando mucho al Papa introducir los cambios en la Iglesia Católica?
Este es un tema que nos pone ante una serie de realidades que hay que tomar en cuenta. En primer lugar, pensar que la elección de un Papa “venido del fin del mundo” como lo dijo él mismo, pueda ser una continuidad del estilo de los Papas anteriores, creo que es no entender el rumbo que ha ido tomando la Iglesia Católica, sobre todo después del Concilio Vaticano II hace medio siglo. En segundo lugar, no es de extrañar esta resistencia, no sólo por lo que acabo de decir, sino porque detrás del Papa Francisco está toda la tradición de la Iglesia Latinoamericana. Y esto es lo que él quiere ofrecer, tanto a la Iglesia como al mundo entero. Ahí es donde está la gran originalidad. Hay un elemento que debemos tomar en cuenta, el Papa Francisco es latinoamericano y la región, en el mundo entero, es vista con cierto desdén, casi me atrevo a decir con cierta lástima, y la pregunta que se hacen en otras regiones del planeta es ¿Qué nos puede ofrecer América Latina, sobre todo al mundo desarrollado, tanto al Europeo como a países tan lejanos como Australia? Esto hace que noten esas resistencias. ¿Cuál es la originalidad de la Iglesia Latinoamericana? Radica en la cercanía de la gente, en la cercanía de sus problemas. Una Iglesia que se identifica con los pobres y una visión diferente de los privilegios. El ser privilegiado obliga a servir a los demás.
Realmente resulta muy paradójico, porque si la Iglesia Católica tenía o tiene futuro es en América Latina, aquí es donde hay mayor anclaje demográfico. No sé si tardíamente se elige a un Papa latinoamericano. Y lo digo porque la región, como acaba de señalarlo, está de capa caída y hay grandes dudas sobre su capacidad para construir cultura, ciudadanía y convivencia en el terreno económico y político. Parece que tenemos poco o nada que decir. Es un argumento que no favorece al Papa Francisco.
En parte no y en parte sí. En América Latina está la mitad del catolicismo del mundo. En estos últimos años, la ayuda que la región está dando a Europa, a África y Asia, en sacerdotes, en misioneros, religiosas y laicos es sumamente alta. Lo que llama la atención, en sociedades que están demasiado estructuradas, digamos, demasiado clasificadas, precisamente, es esa cercanía a la gente y a sus problemas. Pero esto no es exclusivo del Papa Francisco, detrás de él, y así lo recogen sus documentos, está el Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla, Aparecida, de la cual él fue su primer redactor. Su propio estilo, ha caído muy bien en muchas esferas no vinculadas a lo católico o a lo religioso. El Papa Francisco lo ha repetido “yo soy un ciudadano como los demás y mi comportamiento es el de una persona común y corriente”. El llamado permanente a la misericordia, el saber avanzar desde la paciencia, no desde el poder, sino haciendo ver lo que él llama la conversión pastoral, le ha permitido asumir los grandes retos del mundo entero con una visión distinta: el tema de los refugiados, de la inmigración, de las guerras, dándonos un ejemplo y una exigencia que desde la Iglesia latinoamericana se lleva sin lujos, sin privilegios, sin protocolos excesivos.
Siendo el Papa Francisco del vecindario, por decirlo de alguna manera, ¿está su Santidad al tanto de las dificultades que ha enfrentado la Iglesia Católica en Venezuela? ¿De las confrontaciones, algunas de ellas muy agudas, que ha habido con el gobierno?
Yo creo que en El Vaticano nunca ha habido tanta cercanía, tanto conocimiento efectivo y afectivo de nuestra realidad como ahora. El conocimiento y cercanía viene desde los tiempos del Celam. No nos olvidemos que el Papa era el arzobispo de Buenos Aires en los tiempos en que los Kirchners mantuvieron relaciones con Chávez. Eso dio pie a una serie de intercambios entre nuestras iglesias. Tampoco nos olvidemos que son muchos los cardenales, incluido el secretario de Estado del Vaticano (Pietro Parolin) que han estado aquí. De tal manera que hay un seguimiento afectivo, como lo he dicho, de nuestra propia realidad. Lo que ocurre es que la realidad se ha tergiversado, entre otras cosas, porque una de las estrategias de este gobierno ha sido la de dividir y por eso se ha intentando, sin éxito, dejar de lado a la CEV, se ha buscado la intermediación directa del Papa, porque los de aquí “no sirven”. Posteriormente, tergiversar lo que es el sentido del diálogo, que no es sencillamente conversar. Quienes no tienen problemas conversan, quienes tienen problemas y situaciones que hay que dirimir dialogan. Dialogar supone, tal como lo señaló el Cardenal Parolini, poner los puntos sobre la mesa, pero no ha sido así. Eso es lo que mantiene el diálogo, digámoslo así, congelado, en la forma en que se ha llevado en la mesa. La táctica permanente del gobierno, en las ocasiones en que ha habido la necesidad de buscar apoyo o de lavarse la cara, es hacer ver que quiere entenderse, pero no ha sido así. Una cosa es lo que se dice y otra cosa es lo que se hace aún entre los mismos negociadores.
Cardenal Baltazar Porras retrato por Roberto Mata
Cardenal Baltazar Porras retratado por Roberto Mata
Usted dijo que su nombramiento como Cardenal podía interpretarse como un “espaldarazo a la Iglesia venezolana, ¿Cómo podría interpretarse el nombramiento de Arturo Sosa como Propósito General de la Compañía de Jesús? ¿Esto tiene algo que ver con la situación que está viviendo el país?
En primer lugar, el nombramiento del padre Arturo Sosa no tiene nada que ver con el Papa, la elección la hacen delegados de los jesuitas en el mundo entero. En este momento no es en Europa donde los jesuitas están más fuertes, sino precisamente en el Tercer Mundo, en América Latina y en Asia (India, Filipinas, Japón). Yo tengo el convencimiento, por lo que pude conversar en Roma, durante los días del cardenalato y con gente de la Compañía de Jesús, de que el nombramiento del padre Arturo Sosa no tiene que ver, directamente, con la realidad venezolana, sino con el hecho de que el Papa Francisco tuviera al frente de la orden, a alguien que no fuera del mundo europeo, sino del Tercer Mundo. Es un respaldo global al camino que se ha trazado el Papa.
El papel de Arturo Sosa en ese laboratorio social y de estudios políticos que es el Centro Gumilla ha sido determinante. Sería un representante de la Iglesia con un conocimiento cabal y profundo de lo que es Venezuela.
Tanto el Papa Francisco como el padre Arturo Sosa son hijos del padre (Pedro) Arrupe, en el sentido de que muchos de los planteamientos que hiciera Arrupe cuando fue nombrado en los años del concilio como Propósito de los Jesuítas (décadas del 60 y 70), son muy citados por uno y otro. Arturo, como director del Centro Gumilla, va mucho en esa línea. Esto tiene que ver con algo que es muy importante: el carisma jesuítico. Es una orden de vanguardia, de estar donde están los problemas, de planteárselos en forma más directa. Hoy en día, ese mundo sociopolítico es el que está a la cabeza de los desafíos y de los logros que tiene la humanidad.
Los sectores de la oposición venezolana pusieron una gran expectativa sobre el papel que podría jugar el Vaticano en la mesa de diálogo. Pero la Iglesia no es uno de los factores políticos que interviene directamente en el conflicto. Su ascendencia es de tipo moral, afianzada en su prestigio. ¿La oposición no sobrestimó el papel de la Iglesia? ¿No hubo un error de cálculo?
En un país donde la desinstitucionalización es tan fuerte, prácticamente la Iglesia es la única institución que conserva unidad y fortaleza. No por sentirnos superior a nadie, sino porque tenemos muy claro cuál es nuestro papel. En una situación como la que se vive en Venezuela, que se buscara esa intermediación, digamos, era para que pudiera cumplir el papel de todo mediador, que pudiera ser el papel de un árbitro en un partido de fútbol. El árbitro tiene que ser imparcial, pero no neutral. Son dos cosas totalmente distintas. Ser imparcial es que no está a favor de una parte o de la otra. Pero es también el que pone las reglas y si tiene que sacar la tarjeta amarilla o la tarjeta roja pues tiene que sacarla en un momento dado. Y en esto pues se ha dado.
¿Se ha dado que sacaron la tarjeta roja?
Casi y lo hizo el Cardenal Parolini con la carta que envió el primero de diciembre. Ahí dice que el gobierno se comprometió a cuatro cosas y ninguna se ha cumplido, pues si eso no se da ¿cuáles son las razones de un diálogo? Esta otra carta (enviada por los ex presidentes) es un saludo a la bandera. Una cosa como que aquí no pasara nada, como si se tratara de dos actores que están en la misma circunstancia, tenemos que ir a los hechos y sabemos que no es así. Esa negación permanente de los graves problemas que vive la sociedad o ese querer achacar de todo lo malo que pasa en este país no al gobierno sino a cualquier otro actor, a la oposición, al imperio, a la guerra económica; y lo hacen hasta de una manera tragicómica, como ocurrió con la caída del puente en el litoral, que en un momento fue atribuido a un sabotaje de la oposición, cuando desde hace años se ha señalado que las condiciones de ese puente eran deplorables y había que arreglarlo. Lo que ha habido es la práctica del que pica primero, pica mejor. Pero los males del país se deben única y exclusivamente al sistema de gobierno que tenemos.
Si bien la Iglesia no es un actor político de primer orden, cabe suponer que tiene una idea muy clara de cuál es el sistema político imperante en Venezuela. Los politólogos hablan de autoritarismo competitivo e incluso de dictadura. ¿Han llegado ustedes a una conclusión?
Creo que la tenemos y se ha señalado muy paladinamente en los últimos documentos y lo dijo, sin pelos y señales, monseñor Antonio López el 14 de enero en la homilía de la Divina Pastora. Es decir, un sistema que lo que produce es miseria, que lo que produce es muerte, que lo que produce es hambre y una pérdida de libertades, no puede ser llamado un régimen democrático, no puede decirse que es por ignorancia. No. Hay un cliché ideológico, muy marcado, que indudablemente tiene todas las características del sistema marxista y del sistema cubano, que es lo que se nos quiere imponer. Cuando uno oye hablar del legado de Chávez, surge la pregunta: ¿Cuál legado? Si al cabo de 18 años, no podemos decir que la vida del venezolano haya mejorado cualitativamente, en todos los órdenes. Esto no quiere decir que no haya habido nada bueno. Pero hay que medir no solamente eso. Un país que percibió la mayor entrada de divisas en toda su historia y que atraviese por la situación actual, no puede ser definido como el “mar de la felicidad”. Todo nos lleva y nos conduce a que los elementos mínimos de lo que es una democracia no se dan.
Cardenal, usted ha sido blanco del gobierno en distintas oportunidades. Probablemente, porque ha sostenido una posición que se mantiene en el tiempo. A propósito del golpe de abril de 2002, hizo una gestión personal, a solicitud del ex presidente Chávez, para garantizar sus Derechos Humanos. ¿A usted le preocupa la opinión que tenga el gobierno de su persona, de su trayectoria?
No, en lo absoluto. Yo tengo en mí haber algo que no tienen muchos de los que están mandando. En el momento en que el ex presidente Chávez estaba en mengua, estos, de los que dicen que estuvieron con la frente en alto, estaban escondidos. A quien llamaron fue a la Iglesia, en mí persona, por ser el presidente de la CEV, si hubiese sido otro el presidente seguramente también lo habrían llamado. Nosotros respondimos inmediatamente. No sólo actuamos en defensa de la vida del propio ex presidente Chávez, a solicitud suya y de los que estaban a su alrededor, sino que también durante el día 12 de abril, hicimos las llamadas y lo que nos tocó hacer, escondiendo y refugiando a familiares de muchos de los señores del gobierno que ahora dicen que estuvieron ahí. Pero nosotros sabíamos donde estaban. No era dando la cara precisamente. Cuando se vio que la cosa estaba cambiando, entonces salieron. En definitiva, el papel de la Iglesia no es ponerse “a favor o en contra de quien piense igual que yo”, que es una de las claves, diríamos, de lo que estamos viviendo, sino que cada persona tiene una dignidad, porque es una persona. Y la primera dignidad que tenemos es la vida. Esa vida tenemos que cuidarla, mantenerla, aún en el caso de que fuera el mayor de los delincuentes. Es una de las cosas sobre la que tanto hemos insistido, por eso la búsqueda de que haya una solución, una salida que sea pacífica, porque si no lo es, eso lo que deja son heridas que cuesta muchísimo curarlas y sanarlas. Por eso esa insistencia machacona, que pareciera música celestial, pero que no lo es.
Cardenal Baltazar Porras retrato por Roberto Mata
Cardenal Baltazar Porras retratado por Roberto Mata
El golpe de abril fracasó, pero a juzgar por la crisis que estamos viviendo, podría decirse, sin menoscabo a la verdad, que no aprendimos nada. El conflicto político en el país no ha hecho sino crecer en fuerza e intensidad.
En primer lugar, tenemos a la población. Juan Pablo II me lo dijo más de una vez en esa época difícil que me tocó vivir. “No le hable a los gobernantes que no oyen, ni quieren oír. Hay que hablarle a la gente para que sea consciente de cuáles son sus derechos, para que aprendan a defenderlos”. De lo que se trata aquí no es de ver si una cúpula del gobierno y la oposición se ponen de acuerdo en algo, o llegan a algún tipo de componenda, no, no, sino de que todos nosotros seamos protagonistas, seamos ciudadanos, y que eso tiene que ser respetando al otro, aquí tenemos que vivir siendo los mismos. Y no el quítate tú para ponerme yo y hacer lo que tú hacías antes. O cortarles la cabeza a unos y a otros. Este gobierno llega al poder, entre otras cosas, porque la corrupción era muy grande y vemos que los niveles de corrupción ahora son mayores. ¿Dónde está la credibilidad y la confianza que pueda haber cuando lo que se promete y lo que se dice no se compagina ni está a la par con las acciones que se llevan adelante? En eso, lo puedo decir con la frente muy en alto, nosotros, como Iglesia, hemos estado en la defensa de los valores fundamentales de los Derechos Humanos de las personas, independientemente de lo que piensen, de lo que crean o de lo que tengan.
 A propósito del segundo round del diálogo, la Iglesia manifestó claramente que no iba a asistir. Uno podría pensar que no lo hace, porque no quiere tomar riesgos en un juego político donde la prioridad son intereses particulares, subalternos. Para el presidente Maduro, el diálogo es útil siempre que le permita ganar tiempo. Para la oposición, ninguna coyuntura, ninguna situación, representa la oportunidad para que supere la crisis de liderazgo, en la que está sumida ¿Qué es lo que está pasando ahí?
Yo creo que ha habido una interpretación también sesgada de lo que fue la decisión del Vaticano. Lo que dijo fue yo no vengo a esta reunión. No es que se acabó el diálogo. ¿Y por qué no viene a la reunión? Bueno, sobre la mesa están los pedimentos iniciales a los cuales ni siquiera se les han dado respuesta. Y, por lo tanto, en estas condiciones: No. Tenemos que buscar otros caminos. El propio Papa Francisco se ha referido a la situación de Venezuela, diciendo que hay que continuar el diálogo, pero continuar no quiere decir que sea lo mismo de antes. Yo creo que la gran desconfianza que existe en la población venezolana es porque esta ha sido la tercera mesa de diálogo, que ha sido igualita a la anterior. Lo que vimos en la primera mesa fue la manipulación que se hace en función de quién está en el poder. Hay que cambiar las reglas de juego. La primera, sobre qué vamos a hablar y cuáles son los puntos. ¿Ponemos 22 puntos para hablar de lo humano y de lo divino? No, no. Aquí lo primero son los problemas de la gente. Eso es lo primero que hay que tratar y ver si a eso se le da solución. Hay que hacerlo de forma pacífica, porque la gente se está muriendo. Ahora, han inventado la tarjeta esta y vemos el sesgo, quien está inscrito y quién no. Eso no implica ninguna igualdad. ¿Por qué no basta con presentar la cédula de identidad que es lo que nos hace a todos los venezolanos iguales? Eso no tiene ningún sentido. Es desvirtuar las cosas y aprovecharse de la necesidad del otro.
¿Usted comparte la idea, Cardenal, de que el empobrecimiento, las imposiciones, las humillaciones, están dirigidas a educarnos en el conformismo? ¿En la fatalidad de que no vale la pena hacer nada?
Indudablemente que sí. Yo estoy convencido de que no es que el gobierno es muy malo, es ignorante, no sabe hacer las cosas. No, no. Esto además está calcado. No hay nada nuevo en lo que se está haciendo. Tenemos que tener buena memoria histórica. Primero aquí, en América Latina, con lo que ha sido el caso de Cuba durante tantos años, lo que fue el sandinismo. Antes de ser elegido Papa, en una conversación que sostuvimos con el Cardenal (Joseph) Ratzinger, el Cardenal Castillo Lara y mi persona, él hizo un análisis muy frío, pero muy cierto de las características similares que él veía entre el nazismo, el fascismo, el franquismo y el régimen imperante en Venezuela. Indudablemente, cuando miramos el pasado a través de la historia, una de las formas de sometimiento de los pueblos, es empobreciéndolos para que se conviertan, sencillamente, en mendigos de lo que el gobierno pueda hacer. Y por eso, la creciente ola de violencia y represión que está viviendo el país, pues responde a un libreto que está muy manido. Y que sabemos, fácilmente, ¿Qué es lo que busca? ¿Y adonde quiere llegar? Lo que se ha encontrado es con el pueblo venezolano, que aparentemente es visto por algunos como muy pasivo, que no sabe qué hacer, y no, no es así. ¿Qué es lo que le oye uno a la gente, a la gente sencilla que parece que no sabe nada, que no le importan las cosas. Claro que sí le importan, lo que pasa es que sabe hacer como Cantinflas, que indica mucho el alma latinoamericana, uno tiene que hacerse de ese lenguaje, que si sí, que si no, porque no ve una salida inmediata.

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