El helicóptero invisible
Entre tantas razones que obligaron a Gabriel García Márquez a quedarse un tiempo en Venezuela estaba la de que este país creaba situaciones y producía fenómenos extraños con una frecuencia que no era "normal", si vale este término que ya ha perdido mucho de su significado inicial.
Lo normal no existe y si existiera aquí no tendría mucho éxito porque en Venezuela cualquier cosa puede ocurrir de la noche a la mañana, en navidad o en carnaval, en vacaciones o en elecciones para la Asamblea Nacional, da lo mismo.
Si un partido o una coalición de partidos logra conquistar la atención y el entusiasmo de millones de votantes no pasa de ser una anécdota más entre las tantas que han ocurrido en nuestra desperdiciada marcha histórica hacia el futuro. Lo cierto es que si alguien se propone crear unos escenarios políticos luego de estudios y mediciones de altísima calidad, pues, con lágrimas en los ojos debemos confesarle que se equivocará.
En Venezuela ocurre con frecuencia inusitada que las mejores mentes y los hombres más honestos son expulsados de la memoria colectiva. Ocurre que las mujeres solo son famosas por su belleza y no por su arrojo y por su valentía, que incluso sobrepasaba a las de sus propios hombres. Eran y existían en la misma medida en que fueran el bastón que permitía que el héroe se mantuviera de pie y no se viniera al suelo.
Y todos sabemos que fue así, que la lucha en este país y en las repúblicas de sus alrededores, sin mujeres y sus corajes, y su desprendimiento material, su abandono de ese corral afectivo llamado hogar y su travestimiento en vanguardia de lucha muchos de los héroes machos no hubieran alcanzado sobrevivir, como Bolívar y, su más que enamorada, garde de corps, Manuela. No hay otro ejemplo más nítido de como estas mujeres se enfrenaron a una manada de generalotes, brutos, machistas e ignorantes y los arrinconaron cuando trataron de frenar las libertades y las reivindicaciones que Bolívar intentó llevar a cabo.
De hecho, el Libertador llegó a reconocer que aquella gente que le acompañaba en la batalla por la libertad nunca sería capaz de construir una república que valiera la pena en cuanto a la igualdad de los venezolanos, de los sexos, de las diferencias sociales y económicas, de la propiedad de la tierra o de la educación para todas las clases sociales.
Que hoy se muestre como héroe a un saltimbanqui, a un pordiosero mental, a un asaltante de la virginidad de las jovencitas de su villa, a un prestamista que arrebata las tierras a sus acreedores, a un dueño de esclavos y especulador en su pulpería nada popular, nos dice mucho de como un proyecto político es capaz de usar, de la manera más imperialista posible, los sueños de un país y el respeto por su pasado, que fue de gloria y no de masacres fomentadas por militares.
Estamos muy mal cuando vemos que un mayor general y ministro dice que en el estado Miranda han ocurrido la mayoría de los crímenes violentos y se olvida de que esos crímenes en buena parte fueron ejecutados por sus tropas, que esa masacre no se la ordenó Nicolás Maduro, que las masacres de Cariaco corresponden a una orden que recorrió todos los estamentos militares y que, de alguna manera, les hizo creer que actos como ese eran "necesarios".
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