martes, 7 de marzo de 2017

Roberto Briceño-León: En 18 años hemos tenido 283.000 muertes violentas

Roberto Briceño-León: En 18 años hemos tenido 283.000 muertes violentas

NOTICIERO DIGITAL, 7 Marzo, 2017
Enrique Meléndez / 7 mar 2017.- Según Roberto Briceño León, Venezuela se ha convertido en el país más violento del mundo con una tasa de muertes violentas de 91.8 por cada 100 mil habitantes para el año 2016; quedando por encima de El Salvador, que siempre había punteado pero que para el año 2016 había registrado una tasa entre 84 y 85 homicidios. “El total de muertes registradas a nivel nacional se ubicó en 2016 en 28 mil 479”.
La afirmación la hizo el director del Observatorio Venezolano de Violencia en el foro “Vidas Perdidas en Revolución”, que organizó la Fundación Juan Germán Roscio y la fracción parlamentaria de Primero Justicia en la Asamblea Nacional.
Comenzó presentando los resultados de la última investigación del Observatorio de Venezolano de la Violencia, con el apoyo de seis universidades: UCV; donde el propio Briceño León es catedrático, ULA, UDO; además de la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”, Universidad Católica del Táchira y Universidad Católica “Andrés Bello” de Ciudad Guayana.
“Cuando uno suma los dieciocho años; cuando uno suma las víctimas de la violencia y de las muertes violentas de ese período de tiempo, tenemos más de 283 mil personas fallecidas. De esas 283 mil personas la mayoría eran jóvenes, y la mayoría eran hombres. Si uno saca la cuenta en promedio en los últimos dieciocho años hemos tenido 43 homicidios cada día”.
Recordó que para el año 1998 ellos no estaban contentos con lo situación de inseguridad y criminalidad que se vivía en la sociedad; y esto se reflejó en un libro que entonces publicó la Facultad de Derecho de la UCV: “Morir en Caracas”.
El descontento provenía del hecho de que ese año se habían registrado 4 mil 500 homicidios; una cifra que, por lo demás, promediaba los cinco años anteriores al 1998, y, a ese respecto, supuso que si nosotros no hubiésemos mejorado las condiciones de seguridad del país en lo más mínimo; sino que se hubiese mantenido igual a lo largo de dieciocho años, hubiésemos tenido 81 mil homicidios, es decir, que para el día de hoy nos hubiésemos ahorrado, según sus estimaciones, más de 200 mil víctimas.
Agregó que para 1998 la violencia era un drama muy importante; al punto de que ya Venezuela había sido incluida por la Organización Panamericana de la Salud en los estudios de violencia; era un drama lo que se estaba viviendo a partir de una tasa de homicidios de veinte por cada cien mil habitantes; cuando históricamente se había tenido una tasa de ocho, y precisó que en el año 1984 Venezuela había registrado una tasa de homicidios igual a la de EEUU; que era de 4.5, y que entre tanto, nosotros tenemos 91.8.
Se refirió a la opacidad en el manejo de cifras sobre homicidios; en especial, la diferencia que hace el gobierno entre delito intencional y delito accidental; como, por ejemplo, los llamados “muertos de Barlovento” o “los muertos de Tumeremo”. En ese sentido, dijo, la tarea del OVV era rastrear las cifras de muertos que no están registrados; bien por ineficiencia, por errores humanos o por intencionalidad.
“El último año en que se dieron cifras fue en el 2014; después de eso no hay datos, y hay una cantidad de delitos sin registro. Y tomamos, en general, lo que es el homicidio; porque este delito es el más fuerte, más duro. Pero, además, porque no necesita ser denunciado, y esto, simplemente, porque hay un cadáver”.
En contraste, hizo ver la situación que se presenta con el resto de los delitos que no son denunciados y que anda por el orden del 68%; es decir, que siete de cada diez delitos no son denunciados, y que en esto iba mucho el temor no sólo hacia el delincuente sino también hacia la propia autoridad: policías y jueces.
Al presentar la crifra de muertes violentas en 2016, con una tasa de 91.8 y una cifra total de 28 mil 479 muertes, precisó que la suma incluía tres categorías.
Uno, la categoría de homicidios; que subió en los archivos oficiales a 18 mil 230, y que esos son los datos que le llegan a la Fiscal, y que son los datos reconocidos; que implican un estimado de 56 o 62 homicidios por cada cien mil habitantes; lo cual, a su juicio, significa tres veces más homicidios que Colombia y cuatro veces más que México, que cerró en 18.
“Ahora, ¿qué no se incluye allí? Allí no se incluyen dos categorías que a nosotros sí nos parece importante destacar; una es la que se conoce como `muertes por averiguación`: individuos que quedan registrados como fallecidos por causa de un disparo de arma corta o de arma larga; pero que la intención fue desconocida, y como tal no se califica como homicidio, y entran en ese limbo, que se conoce como `muertes por averiguación`. Bueno, para nosotros resulta muy claro: si murió por un disparo de arma corta o de arma larga, ¿qué intención puede tener quien la disparó?”
Por esta vía consideró que en esta categoría entraba la muerte de alguien peroque era posible que no era el objetivo de quien le había disparado.
La tercera categoría, para Briceño León, es la resistencia a la autoridad: individuos que han muerto en las acciones de los policías, los militares; los fallecidos en las OLP y que aumentaron de manera muy importante el año pasado.
En otra lámina especificó los estados más violentos del país; comenzando por Aragua, seguido por Miranda y el Distrito Capital. A continuación enumeró a Bolívar, luego Sucre, Táchira, Lara y Mérida, de acuerdo a tasas de muertes que iban desde más de 100 muertes por cada 100 mil habitantes, hasta más de 50, que ostentaría un estado como Mérida; haciendo mención aparte de los porcentajes de muertes, ocasionadas por la resistencia a la autoridad; lo que lo llevó a considerar a Mérida como uno de los estados menos violentos del país, sólo que llamó la atención de la circunstancia de que, si bien Mérida registra una tasa de 57 muertes, entre tanto, Colombia registra 21 muertes, Brasil 23, México 18.
Entre los rasgos a destacar del año 2016 sobre el tema de la violencia se encuentra, primero, el hecho de que el delito se hizo más violento; lo que significa que no hay solamente robo, secuestro; sino que el componente violento del delito se ha ido acrecentando, y esto a consecuencia de que en la conducta de la ciudadanía la contención de la agresividad, que forma parte de nuestra animalidad, se ha venido diluyendo, a su modo de ver, que es lo que hace que se pase al acto violento
“En segundo lugar, ha habido una respuesta policial y militar más violenta. Las OLP son la expresión más clara de eso; que viene a ser una respuesta desproporcionada; mucha gente, por el nivel de desespero, siente mucha simpatía de que se salga y se mate a los delincuentes. Pero eso no hace al país más seguro; menos violento; por el contrario, incrementa la violencia”.
Trajo a colación el caso de una madre que denunció que, luego de haber sido ajusticiado su hijo, los militares le habían puesto una pistola en sus manos, a los fines de simular el enfrentamiento con la autoridad, sólo que el arma le había aparecido en su mano derecha cuando el muchacho era zurdo.
El tercer rasgo para Briceño León es que aparece el delito por hambre; lo que calificó de nuevo en la sociedad venezolana; se remontó al año 1995, cuando ellos comenzaron a realizar estudios sobre violencia, incitados por la Organización Panamericana de la Salud, resultando de allí que hasta entonces el robo de artículos, sobre todo, de lujo; eran los que más se cometía; de modo que al día de hoy eso ha venido cambiando para venir a resultar que ya se registran delitos por hambre; sobre todo, arrebatones de comida de la gente que ha salido de un supermercado.
Briceño León al referirse al cuarto rasgo, habló de un incremento del delito amateur; esto es, el delito cometido por personas, que no son delincuentes propiamente; que lo hacen por necesidad; lo que, a juicio, implica una descomposición social muy fuerte: el caso de un muchacho que sale de su casa en su moto para su trabajo, y que en el camino encuentra fácil de despojarle la cartera a una señora o de quitarle el celular a alguien, que lo tiene en sus manos; para terminar ingresando a su trabajo; donde labora de tal hora a tal hora; que, en efecto, una persona así no se podía calificar de delincuente, sólo que ya entraba en el marco de la descomposición social.

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