Factor Malaver: El narcogorilazo de Maduro, Cabello, Padrino y sus generales.
Dicho con todas sus letras y la extensión que permite situarse en la exacta dimensión de los sucesos que empezaron vivirse desde el miércoles en la noche en Venezuela, no fue un “Gorilazo” sino un “Narcogorilazo”, la vía que tomaron Maduro, Cabello y los magistrados que los secundan para barrer con los últimos vestigios de democracia que quedaban en el país.
Y la diferencia es importante subrayarla si se quiere desmenuzar el proceso que arrancó en febrero de 1999 cuando, Hugo Chávez, ganó las elecciones presidenciales en diciembre del año anterior y que, en ningún sentido, se comportó como las dictaduras tradicionales de izquierda o derecha que había conocido la región, sino como un híbrido que incorporó rasgos de civilismo, militarismo, democracia, dictadura, capitalismo y socialismo.
Pero, lo más singular es que Chávez -un teniente coronel que había encabezado una intentona golpista fracasada el 4 de febrero de 1992 y traía en sus morrales un amasijo de nacionalismo ramplón con etnomarxismo arcaico, primitivo y de enorme toxicidad-, no dudó en declararse aliado de la narcoguerrilla de las FARC, que, rápidamente, lo incorporó a su estrategia en la guerra contra el estado colombiano y para expandir el negocio de la cocaína que, continuaba siendo su principal fuente de financiamiento, pero había quedado muy desminuido en la confrontación contra los carteles que ganó el presidente César Gaviria, y perdieron Pablo Escobar, Rodríguez Gacha, “El Mexicano”, los hermanos Rodríguez Orejuela, y los Ochoa, padre e hijos.
Pero Chávez también necesitaba a las FARC, y no solo por las oportunidades del negocio de la cocaína, sino porque le urgía tener a manos un ejército irregular, pues su ascenso al poder por la vía electoral y democrática lo obligaba a respetar las Fuerzas Armadas Nacionales profesionales y apolíticas, que lo habían derrotado en dos golpes de estado y continuaban siendo garantes del status quo normado por la Constitución democrática de 1962.
Si se analiza con detenimiento la política internacional del nuevo gobierno, observamos que, señaladamente, se dirige a declarar “neutral” a Venezuela en la guerra civil colombiana entre las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana, y torpedear los acuerdos económicos entre Colombia y Venezuela logrados en el marco de la Comunidad Andina de Naciones, CAN, que pasaban por una unión aduanera y el libre tránsito del transporte de carga, generaban un total 12 mil millones de dólares (el más importante para los dos países, después del intercambio comercial con su principal socio que eran los Estados Unidos de Norteamérica) y era el milagro que le aseguraba un gran éxito a las uniones comerciales en la región.
Se hablaba mucho para la época (y aun hoy día) de la penetración (más bien incisión) con que Cuba comenzó a convertir a Venezuela en su primera colonia en el continente y no se notaba que las FARC también traspasaban las fronteras, instalaban campamentos en territorio venezolano, recibían visitas de oficiales nacionales y comandantes guerrilleros se veían en los cuarteles de la FAN compartiendo con sus oficiales y entrenando a sus soldados.
Pero más notorio fue que las carreteras, autopistas y caminos verdes del país se nublaron con flotas de camiones y gandolas que transportaban cocaína, la llevaban a puertos marítimos y fluviales, aeropuertos y pistas aéreas clandestinas y de ahí salían con su carga al Caribe, Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
De esos años, que pueden ficharse entre el 2000 y el 2004, renace el Cártel del Soles, fundado en los 90, refundado por las alianzas de Chávez con las FARC y los carteles colombianos del Cauca y del Valle y surge una poderosa organización narcoguerrillera con oficiales en la Guardia Nacional, el Ejército y la Armada.
De esos tiempos es, también, el recrudecimiento del antiimperialismo antinorteamericano de Hugo Chávez que, extrañamente, la única medida efectiva que toma es la ruptura del Pacto Antidroga entre la DEA y el gobierno venezolano que genera la expulsión de la DEA del país y la prohibición de que aeronaves gringas “violen” el espacio aéreo nacional en persecución de aviones y avionetas sospechosos de transportar droga.
Hay un hito en la historia de la conversión de Venezuela en una tierra de marcaje en rojo en el mapa del narcotráfico internacional y es a comienzos y mediados del 2002, cuando, de un lado, fracasa el proceso de Diálogo entre las FARC y el presidente Andrés Pastrana, y del otro -específicamente, el 26 de mayo-, Álvaro Uribe es electo presidente de Colombia y, ese mismo año, firma con los Estados Unidos el llamado “Plan Colombia”, que va a ser decisivo en la derrota militar de las FARC, y para que el grupo guerrillero traslade más y más a la Venezuela de Chávez el negocio narcoguerillero.
Lo cierto es que, los enfrentamientos entre Chávez y el gobierno de Álvaro Uribe, corren parejos a las derrotas que el presidente colombiano le va propinando a las FARC, y que, no solo tienen su origen en la identidad ideológica que dicen profesar las dos fuerzas revolucionarias, sino en cómo más y más repliegues de los hombres de Marulanda hacia el territorio venezolano, es también la pérdida de las rutas de transporte de la cocaína que deben reigeniarizarse en Venezuela.
Sin embargo, un conocimiento in extenso de hasta dónde se había profundizado la narcoeconomía en el país, cómo había alcanzado cifras que competían con los ingresos del ciclo alcista en los precios del crudo (2004-2008), no vino a obtenerse sino a partir del 20 de agosto del 2010, cuando el narcotraficante de origen sirio, Walid Makled, fue detenido en Cúcuta por agentes del DAS cuando viajaba a Bogotá a entregarse a funcionarios del gobierno de Estados Unidos, pues era perseguido por autoridades chavistas.
En una cárcel de Bogotá, y mientras esperaba ser extraditado a Venezuela o a Estados Unidos, Makled, le contó al periodista, Casto Ocando, de El Nuevo Herald, que era miembro de un cártel, el Cártel de los Soles, constituido por altos funcionarios civiles y militares del gobierno chavista y, que, desde, aproximadamente, el 2003, controlaba las fronteras, carreteras, y la ruta de Apure, Barinas, Portuguesa. Cojedes, Yaracuy, Carabobo y Guárico, de donde enviaban, anualmente, miles de toneladas de cocaína al Caribe, Centroamérica, los Estados Unidos y Europa.
Pero, sobre lo específico de su poder, Makled, no tuvo empacho en admitir que controlaba la zona de almacenaje y transporte de Puerto Cabello, donde llegó a tener tanto como 300 almacenes, por venta o cesión que le hicieron las autoridades portuarias o el entonces gobernador de Carabobo, Luís Felipe Acosta Cárlez, y que, con una flota de 3000 mil camiones que también usaba para la distribución de alimentos, era, sin lugar a dudas, uno de los principales capos del narcotráfico en el continente, lo cual justificaba que Estados Unidos lo tuviera entre su lista de los “10 narcotraficantes más buscados”.
Es Makle, igualmente, quien señaló haber estado en una reunión donde se decidió el envío de dos toneladas de cocaína a México y en la cual participó el exministro, exgobernador y hoy vicepresidente, Tareck El Aissami.
Pero en abril del 2012, un alto funcionario chavista, el magistrado del TSJ, Eladio Aponte Aponte, huye a Costa Rica y se convierte en testigo protegido del gobierno de los Estados Unidos, a cuyas autoridades fiscales y judiciales corrobora y enriquece la información de Makled, quedando claro para el mundo que, no solo de los petrodólares vive el chavismo, sino de ingentes cantidades de millones de narcodólares que llegan vía el narcotráfico internacional.
El capitán Leamsy Salazar, por 10 años escolta de Chávez, y el exministro de Finanzas y exgobernador de Aragua, capitán, Rafael Isea, también desertan del chavismo, se asilan en los Estados Unidos, y formulan denuncias y declaraciones que engrosan un expediente donde generales como Hugo “El Pollo” Carvajal, Henry Rangel Silva, Néstor Reverol, el capitán Rodríguez Chacín y el vicepresidente, Tareck El Aissami, son requeridos por tribunales de los Estados Unidos y su causa tiene que ver con la exportación de cocaína y el Cártel de los Soles.
Sin embargo, una toma en grande por parte del Cártel de los Soles del castrochavismo que también se hace llamar “Socialismo del Siglo XXI”, no vino a operarse sino a raíz de la muerte de Chávez en marzo de 2013, la sucesión de Maduro y el desplome de los precios del crudo que estaban ayer en 40 dólares b/d, se pronostica seguirán a la baja por todo el año y fue necesario sustituir con el dinero negro proveniente del narcotráfico, el lavado de dólares y la corrupción
En este contexto, puede afirmarse que están los orígenes del crecimiento exponencial de la corrupción, de la narcoeconomía y de todas las ilicitudes que ocurren, cuando, los gobiernos tienen uno o pocos dueños, no están sujetos al control de los poderes y son poseídos por ideologías salvacionistas y milenaristas que los predisponen a ser pastos de todas las amoralidades.
De ahí viene, también, la transmigración de la dictadura civil a la militar, y a transformar a Venezuela en un cuartel, donde, desde el último soldado hasta el más encumbrado general, delinquen porque Maduro les compra su complicidad a punta de billetes, comida, medicinas e impunidad.
Y de ahí viene, igualmente, el narcogorilazo del miércoles en la noche y que, no es sino producto de la desesperación de un grupo de delincuentes, corruptos y narcotraficantes que insisten en secuestrar a 30 millones de personas a ver si pueden negociar su entrega a la justicia nacional e internacional.
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