¿Habrá una elección?
Y agreguemos si esa elección podría ser transparente y competitiva. La sola recurrencia de esta pregunta en las últimas semanas indica que en el entorno hay una especie de esperanza de que este evento ocurra, frente a los acontecimientos que se desarrollan en nuestro país. La respuesta más honesta a esta pregunta tiene que ser: depende.
Dejemos el tiempo de lectura de este párrafo para que se desaten los monstruos de los radicales linealpensantes, que en este mismo momento ya estarán tuiteando sobre mi evidente “guabineo” al no dar una respuesta determinante a tan simple pregunta. Interesante por cierto, sobre todo viniendo de quienes siempre responden con certeza y convicción total, lo que ellos quieren que pase, sin que pase nunca. Esos que tumbaron a Chávez desde su primer año en poder. Ellos, cuya frase favorita hace más de 18 años es: “esto no aguanta más”. Los que daban por sentado que con la muerte de Chávez se moría el chavismo. Los que afirmaron que si el gobierno evitaba el referéndum, ardía Troya. Los mismos que después han culpado a negociadores y Vaticano de nuestra incapacidad colectiva de atender y resolver el problema, frente a un gobierno concentrador de poder, recursos, medios y armas, como si ellos, por cierto, fueran dioses en el Olimpo, libres de todo pecado y error. Ok. Una vez dado el espacio para que liberen su frustración y hagan lo que sí saben hacer, que es atacar a quienes piensan distinto a ellos desde la misma acera, ante su propia incapacidad de hacer algo inteligente contra el verdadero adversario común, seguimos.
Esa salida electoral o negociada, pacífica y estable, depende de dos variables claves, que dan o no racionalidad a la posibilidad de ocurrencia de ese hecho. Por una parte, el costo de salida del gobierno y por la otra, el costo oficial de bloquear la elección y reprimir.
Comenzando por la primera, no hay forma de imaginar una elección decente y transparente, que puede tener como resultado la cabeza del gobierno y los funcionarios llamados a convocarla. Es irrelevante si la mayoría de la población lo desea y lo vota o si ellos se lo merecen. Un gobierno que tiene costo infinito de salida, amenazado personalmente, grupalmente y familiarmente, se convierte en un Kamikaze que estará dispuesto a todo para defenderse, bajo la premisa, por demás racional, de que es mejor perder la cabeza en una batalla que entregarla de seguro en una elección que sabes que perderías.
La segunda variable no es menos importante. Para imaginar una elección, es indispensable que el costo oficial de evitarla sea lo suficientemente elevado como para dificultar el bloqueo y la represión. Este costo se eleva en efecto con la ayuda de la comunidad internacional, pero sólo es realmente importante si la sociedad internamente decide participar y defender sus derechos integralmente y en todos sus espacios.
Pero el secreto del éxito no proviene sólo de elevar el costo de la represión sin modificar el costo de salida. Esa es la base de la propuesta radical, que busca la calle para cortar la cabeza del gobierno. El mejor resultado de esa combinación es una guerra, que aún ganando, dejará al país en una situación completamente inestable. Se trata de elevar el costo del bloqueo electoral, para usar esa fuerza como poder de negociación frente al gobierno para reinstitucionalizar el país, combinado con una reducción de costos de salida, que abra la compuerta para una elección justa y transparente y un cambio pacífico a futuro. Si ambas variables no están en la mesa y se mueven en la dirección correcta, la posibilidad de éxito es un límite que tiende a cero y la frustración será de nuevo el resultado más probable.
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