El poder originario
Nicolás miente y lo hace mal, le falta liderazgo hasta para coordinar las justificaciones de una treta absurda para un país urgido de comida, medicinas, salud y seguridad
El que han burlado con cada sentencia del TSJ que ha restado competencias a la Asamblea Nacional, el único poder público que legítimamente representa al pueblo. El que han negado impidiendo el referéndum revocatorio, violando el tiempo que prevé la Constitución para las elecciones. El que no consultarán para saber si queremos o no ir a un proceso constituyente. El que pretenden transferir de ciudadanos a sujetos sociales, corporativizando la vida pública, sujetándola a un carnet, a la falsa militancia en un partido sin capital político, legalizando su torpe apartheid.
El poder originario, el del pueblo que no comerá por constitucionalizar unas misiones gerenciadas a pérdida ni por discutir el cambio climático que el Arco Minero acelera en zonas nobles de nuestra geografía. Nicolás miente y lo hace mal, le falta liderazgo hasta para coordinar las justificaciones de una treta absurda para un país urgido de comida, medicinas, salud y seguridad. La paz que tanto menciona es la que impide y violenta con cada acto represivo que cercena derechos humanos y humilla ciudadanos que disentimos de su gobierno. El diálogo que dice promover, es el que no está dispuesto a celebrar, el que solo ha utilizado para dilatar lo inevitable. La patria que defiende, tan lejana a una República, es la que ha quebrado a fuerza de ineficacia y corrupción.
Nuestro poder, el originario, expresado a pesar de la represión, del impedimento inclusive de reunirnos, de transitar por unas calles que son de todos, de acceder a las sedes de instituciones públicas, masivamente, como queremos y merecemos. Ese poder que nos mueve en redes, que decanta la información que precisa a pesar de la cruza entre la censura y la autocensura de los medios, que supera a la propaganda y construye sus versiones en transmedia, con fotos, audios, tuits, vídeos, anécdotas, por pedazos, entre muchos. Es un poder avasallante para el poder que nos avasalla, porque es orgánico y crece sin órdenes ni imposiciones.
Nos asfixian, nos detienen, nos vulneran, nos humillan, pero no crecen. Están estancados en su miseria, mientras la calle se expande, constante y mestiza. Es imperativa una negociación, porque ya sufrimos una economía de posguerra, porque ya somos un país quebrado, porque el conflicto tiene que ser destrabado con una mediación legitimada por todos. No dudo de su soberbia y su obstinación, convencidos aún de que el poder de los medios supera a la realidad, que es solo un asunto de manipulación, que se quedarán porque sí, a pesar de las demandas del poder originario, del pueblo, de nuestro poder, el que invocan a medias, el que sujetan a un carnet, el que violentan. Seguimos, ese, es nuestro poder.
El poder originario, el del pueblo que no comerá por constitucionalizar unas misiones gerenciadas a pérdida ni por discutir el cambio climático que el Arco Minero acelera en zonas nobles de nuestra geografía. Nicolás miente y lo hace mal, le falta liderazgo hasta para coordinar las justificaciones de una treta absurda para un país urgido de comida, medicinas, salud y seguridad. La paz que tanto menciona es la que impide y violenta con cada acto represivo que cercena derechos humanos y humilla ciudadanos que disentimos de su gobierno. El diálogo que dice promover, es el que no está dispuesto a celebrar, el que solo ha utilizado para dilatar lo inevitable. La patria que defiende, tan lejana a una República, es la que ha quebrado a fuerza de ineficacia y corrupción.
Nuestro poder, el originario, expresado a pesar de la represión, del impedimento inclusive de reunirnos, de transitar por unas calles que son de todos, de acceder a las sedes de instituciones públicas, masivamente, como queremos y merecemos. Ese poder que nos mueve en redes, que decanta la información que precisa a pesar de la cruza entre la censura y la autocensura de los medios, que supera a la propaganda y construye sus versiones en transmedia, con fotos, audios, tuits, vídeos, anécdotas, por pedazos, entre muchos. Es un poder avasallante para el poder que nos avasalla, porque es orgánico y crece sin órdenes ni imposiciones.
Nos asfixian, nos detienen, nos vulneran, nos humillan, pero no crecen. Están estancados en su miseria, mientras la calle se expande, constante y mestiza. Es imperativa una negociación, porque ya sufrimos una economía de posguerra, porque ya somos un país quebrado, porque el conflicto tiene que ser destrabado con una mediación legitimada por todos. No dudo de su soberbia y su obstinación, convencidos aún de que el poder de los medios supera a la realidad, que es solo un asunto de manipulación, que se quedarán porque sí, a pesar de las demandas del poder originario, del pueblo, de nuestro poder, el que invocan a medias, el que sujetan a un carnet, el que violentan. Seguimos, ese, es nuestro poder.
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