Matar o morir
La MUD y la AN están a la ofensiva en materia electoral debido a tres imperativos constitucionales: municipales, estadales y presidenciales. La comunidad internacional, presionando como nunca, suscribe sus demandas
El gobierno –se decía– estaba en un callejón sin salida. No resultó cierto. Algo podía hacer y lo ha hecho. Pudo intentar una negociación orientada a restablecer la pureza electoral. Con cabeza fría, que obviamente no tiene, habría salvado la nave para continuar en el juego político, aun soportando la amplia derrota que le espera. La magnitud del fracaso de su gestión y la ira de los venezolanos reducen sus opciones. Se trata de perder, salvando fuerzas básicas bajo las garantías que brinda la Constitución a las minorías; o de la apuesta máxima, el todo por el todo.
- Ni con sangre, repite Cabello, entregaremos el poder.
Eso: matar o morir. Que escoja la peor vía revela perturbaciones anímicas y precariedad del Poder. ¿Se jugará el todo por el todo? ¿Matará a quien se les atraviese? Solo sé que cualquier decisión la acompañarán con las acostumbradas máscaras y mascaradas, encubridoras de perversidades en tiempos de auge de los DDHH y de las cláusulas democráticas. La AC es eso, un disfraz, afortunadamente puesto tempranamente en evidencia.
La MUD y la AN están a la ofensiva en materia electoral debido a tres imperativos constitucionales: municipales, estadales y presidenciales. La comunidad internacional, presionando como nunca, suscribe sus demandas. Su naturaleza no le permite apoyar salidas violentas o de facto. La única solución pasa por ponerse en manos del pueblo elector. Solo él hará realidad las elecciones, la libertad de los presos políticos, la democratización e institucionalización del Estado, el castigo a los homicidas y la urgente solución de la inmerecida tragedia del hambre, la inseguridad y la miseria.
La fórmula madurista engañosamente salvadora sería la Constituyente, diseñada burdamente para la perpetuación de un sistema letal y de un partido cuyo destino es pasar a la oposición. Aparte de su cómica inconsistencia, traduce la agónica intención de sobreponerla a las elecciones que la Carta Magna hace exigibles e ineludibles. El torcido instrumento madurista pretende seguir corriendo la arruga o darles cristiana sepultura. Pero nadie sino el soberano elector puede convocar una AN, previo referendo consultivo, y el régimen lo sabe y sabe también que el referendo rechazará la festinada propuesta. Surge entonces la sospecha de que, fuera de sugerencias fluctuantes, algo muy serio –no obstante embellecerlo con vestiduras de paz y “diálogo superior”– esconden en la busaca, algo que se abre paso hacia la claridad de la opinión pública. Perdido en el mar de especulaciones jurídicas de Escarrá y de otros plumarios hábiles en traducir la ambición del jefe en retorcidos términos legales, el señor Maduro ha anticipado que se trata de una Asamblea Constituyente “comunal”, formula corporativa fascista que rompe la universalidad del voto. Si, imitando a Pinochet, quieren asegurarse mayoría digital, morirán “políticamente” después de matar “físicamente” a muchos venezolanos.
Y pensando ahora en honestos opositores renuentes al emblema electoral, que no equivalga eso a la muerte “física” y el suicidio “político”
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