Epistolario de una Venezuela ensangrentada
Hay un hecho muy importante que se puede ocultar, en el seno de las fuerzas armadas, a lo interno, hay mucho descontento. No quieren seguir en la calle enfrentada al pueblo que, de alguna manera u otra, reclama sus derechos que también son de ellos
En la actualidad, Venezuela es un desorden político, social, económico y moral; aquí vale de todo, todos mandan nadie obedece. El desgobierno hace lo que le da la gana y crece la holgazanería como el berro de sapo. El innombrable mantiene el empeño de seguir gobernando sin pueblo, incluso, no tiene poder de convocatoria sobre los habitantes de la gran capital a donde lleva a miles de ciudadanos pagados, trasladados en autobuses desde distintos lugares del país.
Cuando le habla a esa gente y se “encadena”, salen en desbandada buscando centros comerciales para conocer la ciudad; el resto de los habitantes el país no lo ve ni lo escucha, se van a otras fuentes de información o entretenimiento; para nada les interesa seguir oyendo las mismas peroratas de siempre que nada dejan de bueno para solucionar la crisis a la que está sometida la Venezuela de hoy.
Dijera el refranero popular venezolano; no encuentra de que palo ahorcarse. Venezuela tiene el record mundial de protestas contra un gobierno despótico. Todo ha sido una mentira sostenida en el tiempo. Entre ellos mismos, el chavismo aumenta su descontento contra la constituyente comunal cuando se dieron cuenta que esta propuesta es darle una patada a la Constitución del comandante eterno. El madurismo cada vez es menos cuando se brindan para crear un estado comunal y eliminar las elecciones.
Hay un hecho muy importante que se puede ocultar, en el seno de las fuerzas armadas, a lo interno, hay mucho descontento. No quieren seguir en la calle enfrentada al pueblo que, de alguna manera u otra, reclama sus derechos que también son de ellos. La Constitución vigente, la que confeccionó Chávez, los hijos malvados la violaron, la quebraron; la tiraron a la basura, para revolverla con otra basura.
El común de la gente está clara que, aquí mandan los militares que reprimen al pueblo, distribuyen lo que va a comer la gente, igual hacen con las medicinas; procesan a los civiles en tribunales militares; bajo su control están: la harina de trigo, el arroz, la leche, la harina pan, los granos, los lácteos, el cemento y la cabilla; las sardinas y el atún. Son los nuevos dueños del país.
A este desgobierno no le interesa para nada los obreros ni los campesinos, los mantiene marginados. Las fuentes de trabajo fueron cerradas y la industria agropecuaria está en el suelo. Los aumentos salariales son otra mentira: el incremento salarial está por debajo de la inflación. Según las proyecciones y análisis, el 33% de la remuneración es salario y el 77% en bonos, no cubren las expectativas para su bienestar. Son sueldos de hambre.
Para los trabajadores de la administración pública, la escala salarial es miserable, además, los mantienen bajo amenazas con “botarlos”, si no asisten a la convocatoria del partido.
Cuando hace su entrada al salón donde se reúne con sus edecanes, se pavonea de tal manera que grifa su aspecto para infundir miedo y respeto, por cuanto se cree dueño absoluto del país. Se nota la sumisión de los presentes; pero también los chavistas se tuercen cuando ven que el madurismo no cede espacios para el entendimiento. Para sus adentros, el protervo ya tiene fríamente calculado a quien culpar de sus maldades, a quien acusar de traidor: a quien dirigirse para que a él también le aprueben su constituyente, ahora comunal. Con esta malintencionada intención les está echando un gran vainón a su padre Chávez y a todo un país que lo reprueba.
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