Mamás venezolanas, entre el miedo por sus hijos y las ganas de luchar
En el contexto de las protestas y un lamentable resultado de víctimas, hay madres que salen a marchar y otras que no. Todas temen por los que son reprimidos
Sofía recuerda que su hijo Aquiles tenía solo 15 años de edad cuando comenzó a querer asistir a las marchas en contra del gobierno. “Yo no lo iba a dejar ir solo, así que decidí acompañarlo”, contó.
Ahora el joven tiene 18 años de edad y cursa estudios en la Universidad Central de Venezuela. “Le he dado su espacio, sé que en esta lucha tienen mucho protagonismo los jóvenes. En algún momento me dijo: ‘Mamá, ahora me toca a mí’ y lo entendí. Respeto su decisión, él ya no es un niño”, explicó la madre, de 52 años.
El estudiante ha optado por acudir a las movilizaciones con sus compañeros de clases. Señaló que en una de las últimas actividades a las que fue con su madre, el 1º de mayo, había mucha gente y tuvieron que pasar por una calle muy estrecha en La Castellana, para dirigirse a la Cota Mil.
Aquiles se preocupó, dado que la vio vulnerable. “Yo estoy en una mejor condición física y puedo tener una mayor capacidad de respuesta en el caso de que haya que replegarse”, dijo.
Como periodista, Sofía conoce como nadie los riesgos de ser opositor en Venezuela y salir a las calles a manifestar, y lo ha conversado con Aquiles.
Sabe que su hijo puede ser detenido y hasta ser juzgado por tribunales militares, por ejemplo. También está consciente de que podría resultar herido o pasar a formar parte de las víctimas fatales de la represión por parte de los cuerpos de seguridad del Estado o de grupos violentos.
El muchacho argumenta que él no sale a protestar pensando en esas posibilidades porque si no se paralizaría. “Me dijo que jamás me pediría que yo renunciara a mi profesión aunque también corro el riesgo de que mañana un personaje del gobierno me señale, por ejemplo, de ser traidora a la patria por contar lo que está ocurriendo en el país”, dice.
Eso no disminuye el miedo que siente la mujer por su único hijo, pero confía en que la relación entre ambos se base en la comprensión y el respeto de sus ideas. Cada vez que el estudiante participa en una marcha acuerdan que le escribirá a su mamá al menos en tres oportunidades: al salir, cuando llegue a un punto de concentración y luego cuando vaya de regreso a casa.
Hoy celebrarán el Día de la Madre marchando juntos. “Le pedí que me acompañara a la convocatoria y me dijo que si”, contó Sofía.
“Si no salimos de esto ahora, no vamos a salir nunca”
El que le falte la pierna izquierda, para Jennidys Zarianny Manrique no ha sido obstáculo para marchar y manifestar su descontento contra el gobierno
JOSÉ GREGORIO MEZA
Se llama Jennidys Zarianny Manrique Polanco y tiene 21 años de edad. Nació el 1 de julio de 1995. Vive en Mérida, donde cursa el tercer año de Ciencias Políticas en la Universidad de los Andes.
Se ha sumado a las protestas en contra del gobierno de Nicolás Maduro y no pasaría de ser una manifestante más si no fuese porque tiene una condición especial: le falta la pierna izquierda, lo que no ha sido problema para que su lucha se intensifique. Su fotografía caminando en muletas, con la bandera sobre los hombros, se hizo viral en las redes sociales.
“Tengo callos en las manos y hay días en que no las aguanto, pero si tengo que marchar lo vuelvo a hacer. Si no salimos de esto ahora, no vamos a salir nunca. A mí me da miedo que me ataque un policía o que los tupamaros se aparezcan y nos agredan, pero más miedo me da vivir en una dictadura, vivir en esta zozobra, porque siento que puede convertirse en algo peor. No desmayemos. Hay que seguir hasta el final. Vamos a salir de esto con el favor de Dios”.
Zari –como la conocen sus amigos– nació en Caracas, pero a los tres años se fue a vivir con su abuela en La Tendida, Táchira. Su papá murió en El Valle hace siete años. Una bala perdida segó su vida cuando llegaba de trabajar. Su mamá libró una batalla con la leucemia, pero hace casi dos años ya no pudo más.
A poco de morir su padre le diagnosticaron un tumor de células gigantes en la rodilla. Lo extrajeron y le pusieron una prótesis total no convencional desde el fémur hasta la tibia. Estuvo así cuatro años y medio. “Siempre había problemas con los tendones y se infectaba frecuentemente. Nunca pude doblar la pierna. Estuve todo ese tiempo caminando con la pierna rígida”.
En el hospital de la Universidad de los Andes la intervinieron 12 veces. Después de consultar a varios especialistas decidió que lo mejor era amputar. De eso ya hace un año y dos meses.
“El sábado de la marcha silente me levanté y dije: ‘Tengo que ir’. No puedo entender la represión absurda por parte de los organismos de seguridad hacia las personas que están protestando. Yo decidí ir porque era la marcha por los caídos”.
Dijo que le da rabia que el gobierno se burle de los ciudadanos. “Ahora es esa constituyente, pero el presidente también se la pasa bailando. Me da tristeza porque uno no siente que sea necesario que jueguen de esa manera con nosotros”.
Aseguró que aunque va a ser difícil recuperar al país piensa que puede haber algo distinto, mejor a la situación que se vive hoy en día. “Me imagino una Venezuela libre, con recursos, que pueda ir a la farmacia y comprar lo que necesite, donde yo vaya al supermercado y compre lo que yo quiera sin tener que hacer una cola, sin necesidad de comprar una bolsa del CLAP, sin tener miedo de estar en la calle”.
Fue categórica en su mensaje a quienes manifiestan: “No desmayar, no parar. No podemos volver atrás. No podemos rendirnos. No podemos bajar la cabeza ante el cansancio. No me importa que mis manos me duelan. No me importan los callos que me están saliendo. Lo que me importa es lo que vamos a lograr con esto”.
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“Le he dado su espacio, sé que en esta lucha tienen mucho protagonismo los jóvenes. En algún momento me dijo: ‘Mamá, ahora me toca a mí’ y lo entendí"
Sofía
52 años de edad
(II) “Quiero que mis hijos regresen”, escribió Zulma Cabana, de 67 años de edad, en una hoja blanca que sostenía el viernes 12 de mayo en la plaza Brion de Chacaíto, de donde partió la Marcha de los Abuelos, convocada por la Mesa de la Unidad Democrática.
La mujer asistió sola a la movilización. Sus dos hijos viven en el extranjero, se fueron hace cuatro años.
“Claro que quería que hicieran una vida en Venezuela, pero ¿cómo sería posible? Acá los puestos de trabajo los consiguen únicamente los enchufados, una élite”, señaló mientras discretamente se secaba las lágrimas detrás de unos lentes oscuros. “Quiero envejecer acá”, agrega.
Cabana se describe como una revolucionaria, que siempre ha salido a la calle a protestar por las injusticias. Aclaró que no milita en ningún partido político.
Ha trabajado muchos años con indigentes como terapeuta, por eso sabe de lo que habla cuando dice que cada vez hay más gente viviendo en las calles.
“Yo defiendo la libertad, el bienestar para los más desafortunados. No me van a venir a caer a coba de que todos estamos comiendo como antes. Ahora es que me estoy incorporando a las marchas, antes trabajaba en un organismo público”, cuenta.
La madre asegura que hoy en día a las mujeres con hijos las une un mismo dolor: a quienes tienen a sus muchachos fuera del país, aquellas a quienes la inseguridad les arrebató a su descendencia o las mamás de los que se exponen para protestar en contra del presidente Nicolás Maduro.
Zulma también tiene otro deseo: conocer a sus dos nietos. No ha podido hacerlo por dificultades económicas para viajar.
Judith Manchego, de 47 años de edad, asistió con su mamá y su hija Daniela, de 24 años. Salió con ambas con la expectativa de que sería una actividad tranquila. “Por estar acá muchos viejitos no creo que nos repriman”, dijo horas antes de que la Policía Nacional Bolivariana rociara gas pimienta a los manifestantes.
La mujer tiene otro hijo de 16 años. “Él está fuera del país. M dice que no salga a la calle porque sabe que estamos luchando contra asesinos. Yo le digo que no se preocupe, que es ahora o nunca y que no podemos tener miedo”.
Añadió que su hija “está luchando por una Venezuela que es la que yo le cuento, porque no la conoce, nació lamentablemente en esta dictadura”.
“Quería que mis hijos hicieran una vida en Venezuela, pero ¿cómo sería posible? Acá los puestos de trabajo los consiguen únicamente los enchufados”
Zulma Cabana
67 años de edad
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