Reconocimiento…
En nuestra vapuleada Tierra de Gracia el rol de los partidos políticos no escapa a la realidad expuesta por Sergio Bitar; y ello en tanto la situación evidencia una crisis grave de reconocimiento de los factores emergentes de y en la sociedad
"<…> hay quien reivindica lo que ya tiene,
quien defiende lo que no está vigente
o quien promete lo que no puede”.
Daniel Innerarity, en: “La política en tiempos de indignación”.
En el reciente congreso internacional de LASA (Latin American Studies Association) realizado en Lima-Perú, al pronunciar sus palabras con motivo de recibir el “Premio Guillermo O´Donnell” la tarde del sábado 29 de abril 2017, el profesor chileno Sergio Bitar Chacra afirmaba que en medio de la crisis que agobia a los partidos políticos, estas organizaciones deben concentrar sus esfuerzos en tres dimensiones: en primer lugar, el asunto electoral razón de ser de su existencia, ello supone un conocimiento de la realidad social y del electorado; la segunda dimensión que identificaba Bitar era que los partidos políticos deben formular y sustentar su acción en programas que sean conocidos por los públicos, de manera de tener y exponer muy claramente sus fines, objetivos y metas a la sociedad, esto se constituye en un antídoto contra la improvisación, la demagogia y el populismo; por último, recomendaba que los partidos políticos diseñaran una estrategia de acercamiento a la sociedad a la cual pretenden representar y cuyos problemas y demandas son el objeto de su intermediación política con el Estado a través de sus diversos órganos. Aplaudimos la posición del profesor Bitar toda vez que este sustento basaba, en buena medida, los puntos sobre los cuales minutos después un panel de venezolanos abordaríamos el tema de la transición democrática en nuestro país.
Hemos insistido en entregas previas que se debe entender en nuestros agitados tiempos al poder a través de una concepción complementaria (no sustitutiva de manera absoluta de la clásica) que conciba al poder como expresión de acuerdos que se fraguan en la sociedad en el ámbito de lo público, es decir, de lo político, ello siguiendo a Hannah Arendt. Y que estos acuerdos, para que tengan posibilidades ciertas de operacionalización de la acción política tienen, necesariamente, que ser sucesivamente revisados y renovados a lo largo del tiempo. Cuando se paralizan los acuerdos y se pretende detener el curso de su evolución emerge la crisis de los mismos en tanto no responden y expresan las exigencias y realidades emergentes siempre reproducidas, de la sociedad. Grupos nuevos, actores que irrumpen en el ámbito de lo público-político, discursos que traducen exigencias renovadas y renovadoras, intereses y realidades que son expresión de los tiempos que acometen e impactan la realidad; todo ello exigiendo y reclamando espacios para acomodar sus demandas, sus legítimas demandas. Entonces, conocer y responder a estas demandas emergentes es una de las tareas sustantivas de las organizaciones políticas el día de hoy y solo esa estrategia les permitirá las sucesivas renovaciones de sus capacidades de respuesta hacia su propio interior y el conocimiento de las acciones que les pueden permitir generar programas para satisfacer las exigencias que irrumpen legítimamente de la sociedad. Entiendo que es a esta realidad a la que se refiere el profesor Bitar al recomendar a los partidos políticos acercarse a la sociedad y tender puentes con ellas de manera de validar sus posibilidades de representación e intermediación con otros órganos que pueden dar respuestas y satisfacciones a estas exigencias.
En nuestra vapuleada Tierra de Gracia el rol de los partidos políticos no escapa a la realidad expuesta por Sergio Bitar; y ello en tanto la situación evidencia una crisis grave de reconocimiento de los factores emergentes de y en la sociedad. Quizás punto culminante fue la expresión de la antipolítica, del antipartidismo cuya pleamar padecemos inmisericordemente en el presente. La representación política emergente a partir de 1998 al parecer tenía muy presente uno solo de los elementos que identifica Bitar: el electoral. Sobre esa variable se articularon los mecanismos de ejercicio de poder y, en cierta medida, las posibilidades de la renovación sucesiva de los acuerdos; de manera plesbicitaria ciertamente, pero de alguna manera finalmente. Dos aspectos complementan la dimensión: la demagogia y el populismo. Ambos sustentados en el ejercicio del liderazgo carismático del líder único. Desde esta perspectiva, el futuro estaba definido y nos alcanza hoy. Rota o agotada, impedida en mejores términos, la posibilidad de renovación sucesiva de los acuerdos en el ámbito de lo público que de sustento y aire a la acción, a la gestión política para atender las agendas sociales emergentes, la consecuencia inevitable es precisamente la ruptura del acuerdo y el reclamo del diseño de múltiples satisfactores (políticas públicas efectivas) por parte de la sociedad al gobierno. Ello conduce a un retiro sensible del apoyo electoral mayoritario (base exclusiva de la acción de la coalición de partidos del gobierno), por lo que el único camino posible es la denuncia de la ruptura del acuerdo y el ejercicio de la violencia instrumental (con fines) para mantenerse a cualquier precio en el ejercicio del dominio y, consecuentemente, el desconocimiento de la vía electoral como solución a la crisis, porque se sabe perdida. Se niega entonces la diferencia y, siguiendo al profesor vasco Daniel Innerarity, tal negación conduce a una forma de exclusión, al desconocimiento de las oportunidades sociales y a bloquear las posibilidades de reparto del poder sustentado en acuerdos y/o reclamos emergentes.
La circunstancia se complica, y se complica mucho, en tanto la agenda social, los reclamos, los intereses de grupos, las demandas y la resonancia de la ruptura de los acuerdos que legitiman el ejercicio del dominio político emerge como bicéfala: a) por una parte irrumpen las necesidades cotidianas insatisfechas de las colectividades que expresan el abrupto descalabro de la calidad de vida; y b) emerge un airado reclamo hacia los mecanismos gubernamentales de discriminación y desconocimiento político de los grupos sociales, lo que se ve severamente estimulado por la represión, la violenta represión de los grupos, no solo disidentes, sino necesitados de la atención del gobierno. Este, el gobierno, abandonada la dimensión electoral y desconociendo los contenidos democráticos reclamados por la gente, no tiene posibilidades de generar un piso basado o bien en programas creíbles y confiables y, menos aún, en construir puentes o acercamientos entre los partidos políticos de la coalición oficialista y la sociedad.
En esta realidad ¿qué queda? De parte del gobierno: o bien la negociación; o bien la violencia represiva, con los costos asociados a cada una de las salidas. Por parte de los factores democráticos: la negociación como fundamento de la estrategia para generar un nuevo acuerdo social en el seno del ámbito de lo público, hoy absurdamente gaseado por la violencia de Estado; y que este acuerdo sea expresión de un novedoso cauce en el que los partidos políticos asuman y practiquen las tres dimensiones señaladas como norte de sus acciones: lo electoral, lo programático y el contacto con la sociedad para generar un nuevo modelo-acuerdo, que debe ser, se insiste, permanentemente renovado.
Así pues, que el testigo, al parecer, se encuentra afortunadamente en el centro de la realidad venezolana: SU SOCIEDAD DEMOCRATICA y claro los factores políticos que la representan.
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