De implosiones
No pueden salirse con la suya cuatro personajes que le huyen como al diablo a la paz, la libertad, la convivencia y cuya ignorancia de lo obvio sorprende: mejor les resultará salir en democracia, protegidos por la ley y la necesidad, que alimentar el tsunami de la ira, con sus miedos e intransigencias
Al ponerle fecha muy cercana a ese atraco conocido con el nombre de ANC, el gobierno ha dado un portazo a cualquier posibilidad de negociar una fórmula que restablezca la vigencia de la Constitución y pueda ser la mejor salida para todas las partes. El problema es que el gobierno no está en condiciones de ganar ninguna confrontación. Cualquier opción electoral la perderá en forma incontestable y lo sabe muy bien. El sufragio sería la única fórmula no violenta a la que echar mano, con garantía de protección constitucional para el derrotado.
La escandalosa arremetida del Poder contra estudiantes y opositores, que representan la mayoría del país, ha dejado un saldo de sangre, destrucción y deterioro de la condición de vida como casi nunca en el pasado. Las responsabilidades son ineludibles pese al uso torrencial de la dictadura mediática en su ya estéril empeño de acusar a las víctimas solo para absolver a los victimarios. A la vista está la ecuación: los estudiantes y el pueblo ponen el pecho y los matarifes de la GNB, PNB y paramilitares disiparan a matar. Oponerse a la violencia “venga de donde venga” es propio de instituciones creadas para investigar sin prejuicios, como el Ministerio Público, pero hipócrita sin atenuantes cuando se trata de gente del gobierno en plan de fingir que no está mirando la descarnada e inocultable realidad.
La cadena de abusos asociada a la infame Constituyente haría de Maduro un monarca absoluto, como no los hay en Hispanoamérica desde el rey Fernando VII, y en Europa iluminada de la Ilustración, desde la revolución francesa de 1789 y las campañas de Napoleón Bonaparte (aparte del mismo “corso”, por supuesto) Todos los componentes de la democracia y el estado de derecho, que están desapareciendo en Venezuela, lo harían formal y definitivamente si esa Constituyente se instala definitivamente. Nadie estará seguro. La disidencia en el país y en el gobierno podrían ser arrojados a socavones y ergástulas, por más que el rechazo a la ANC alcance dimensiones colosales en Venezuela y el mundo, y el malestar se extienda por el cuerpo del Estado, el PSUS, el GPP y la Institución castrense, según impresionantes rumores.
Es un paso temerario, el de Maduro. No podrá con la disidencia mayoritaria, que lo desborda. Valiosos líderes oficialistas, Asamblea Nacional, clero, pobladores y de modo deslumbrante los estudiantes, se enfrentan firmemente a la arremetida absolutista que hincaría su pezuña en la piel del país si no lo impiden una implosión, protestas y presiones mundiales, opositores y dirigentes chavistas con autoridad. No pueden salirse con la suya cuatro personajes que le huyen como al diablo a la paz, la libertad, la convivencia y cuya ignorancia de lo obvio sorprende: mejor les resultará salir en democracia, protegidos por la ley y la necesidad, que alimentar el tsunami de la ira, con sus miedos e intransigencias.
Salvar la Constitución y los DDHH es, en esta sombría crisis, un deber tan ineludible como derrotar la falaz Constituyente que pretende destruir la voluntad de nuestra atormentada Nación.
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