Un domingo fraudulento lamentable y sangriento
No podíamos esperar nada distinto, estaba cantado lo que harían, no hubo sorpresa, de manera que no hay lugar para el desánimo y el desaliento. La lucha sigue en nuevos escenarios con diversas formas pacíficas y en defensa de la Constitución
Todo estaba fríamente calculado. Las "medidas preventivas" lo presagiaban. Los periodistas tendrían que situarse a 500 metros de los centros. Se montó una escenografía de distracción en el poliedro. La ausencia contrastaba con la multitudinaria concurrencia de la consulta soberana del 16 de julio. No podían anunciar una cifra inferior. Las precauciones para eludir la visibilidad de lo que sucedía apuntaban en esa dirección. Pretendían legitimar lo que nació ilegítimamente. La mentira es consustancial a los regímenes autoritarios. El fraude también le es característico. Lo sucedido era perfectamente previsible, no causa estupor. Los fascistas y los stalinistas son especialistas en falsear la realidad.
Se sabía de antemano que fuera el que fuera el número de votantes, el resultado que se anunciaría sería superior a ocho millones, el Presidente de la Asamblea Nacional Julio Borges el domingo a mediodía además de mencionar la cifra de electores, hasta esa hora, anunció que la cifra del CNE sería la que todos suponíamos; con la finalidad de superar los siete millones y medios de la consulta promovida por la Mesa de la Unidad. Sin pretenderlo demostraron cuanto valoran la movilización celebrada a mediados de julio.
En los procesos electorales celebrados en estos diez y ocho años antes de este, no tuvieron necesidad de apelar al expediente del fraude masivo. Salvo en la votación para la reforma de la Constitución y las últimas elecciones parlamentarias, siempre contaron con un importante respaldo popular que ya no poseen. Por esa razón impidieron la celebración del referéndum revocatorio y aplazaron las elecciones regionales.
El diseño de las bases comiciales para el fraude constituyente contempló como elemento principal la votación sectorial con un registro que le permitiera asegurarse la mayoría anticipada, no realizar el referéndum para convocar la constituyente y aprobar sus bases (tal como se hizo en 1999) significa el reconocimiento explícito de la imposibilidad de salir victorioso en cualquier elección que se realice en forma limpia y transparente.
Para ellos todo se desarrolló normalmente con apenas "algunos incidentes", insólito que la Presidenta del CNE, Maduro y los voceros del PSUV y el representante del alto mando militar en sus discurso no hayan hecho la menor referencia, al lamentable saldo de los diez y seis crímenes cometidos por la fuerzas represivas en esas últimas cuarenta y ocho horas. Estas elecciones se caracterizaron por dos situaciones imposibles de ocultar: la salvaje represión desatada que provocó ese número de muertes y la notable ausencia de participación de votantes.
A partir de esta semana se abre un nuevo periodo en la lucha que vienen librando los sectores democráticos, a la Asamblea Nacional como representación legítima de la voluntad popular, le corresponde jugar un rol de primer orden en la defensa de la Constitución. Conservando la Mesa de la Unidad como eje de la conducción política se hace necesario ampliar el frente con sectores gremiales, sindicales, líderes populares, profesionales, académicos etc...Facilitando la participación de los diversos sectores disidentes del oficialismo. Igualmente el nuevo periodo requiere rediseñar las formas de protesta y de desobediencia civil, incorporando los temas económicos y sociales que tanto afectan a los sectores populares y motivan su movilización.
La constituyente de Maduro y Diosdado no constituye un instrumento para resolver los gravísimos problemas que atraviesa la sociedad venezolana, la crisis en todos los órdenes de la vida continuará y tiende a profundizarse. No podíamos esperar nada distinto, estaba cantado lo que harían, no hubo sorpresa, de manera que no hay lugar para el desánimo y el desaliento. La lucha sigue en nuevos escenarios con diversas formas pacíficas y en defensa de la Constitución. Esta nueva etapa exige actuar con la máxima amplitud, con creatividad, aplomo y decisión para incorporar a la inmensa mayoría que rechaza al gobierno y poder abrir así los cauces que posibiliten alcanzar el cambio político.
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