El extraño caso del zar de la faja petrolífera
El multimillonario que voluntariamente dejó el yate en Bahamas para ir a prisión en Venezuela.
Chávez, dicho en “lenguaje venezolano”, “se enamoraba” de algunos tipos y los elevaba a categorías insospechadas. Ni los mismos que eran tocados por aquella vara mágica podían entender el poder sin control que se les entregaba hasta que poco a poco lo saboreaban acostumbrándose y hasta extendiéndolo. Uno de esos afortunados fue el personaje de mi artículo de hoy, el señor Pedro León, de profesión geólogo, fue nombrado jefe de la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP) y de la faja petrolífera del Orinoco, cinturón de las reservas más importantes del mundo, llegando a destacarse en una orgía de vagabunderías que rompen con toda escala de corrupción hasta entonces vista en tales actividades.
El padrino de Pedro León fue Alí Rodríguez Araque, actual embajador de Maduro en Cuba, quien al asumir la presidencia de Pdvsa en el año 2003 se lo llevó como “gerente de Nuevos Negocios” entre los cuales ocuparon destacado sitial los “pudrevales”, grandes contenedores que eran llenos de alimentos vencidos o por vencerse comprados a centavos en China que al llegar a Venezuela eran cobrados a dólares aun cuando no se podían consumir por estar podridos. Allí comenzaron las dantescas escenas de hombres, mujeres y niños rebuscando aquellas montañas hediondas para ver que podían salvar para comer.
De allí en adelante son incontables los casos en los que aparece la mano de Pedro León, prácticamente todo cuanto se movía por los lados de la industria petrolera era de su incumbencia, se enriquecía desenfrenadamente, montaba triangulaciones de todo tipo, abría cuentas en paraísos fiscales, creaba empresas fantasmas a través de las cuales invertía en actividades petroleras el dinero que robaba para así dejarlo pulcramente lavado. A su vera se arrimaban toda clase de dirigentes del partido quienes recibían generosas contribuciones, el negro Aristóbulo entre los principales. Eulogio del Pino, actual ministro de Petróleo, se le asoció y ambos le dieron la espalda a Rafael Ramírez, pues por sus roces con Maduro no era un socio conveniente y continuaron robando y robando por consejos de la avaricia que nunca deja lugar a la satisfacción. Y así siguió aquel festín de gente gorda en un país de gente flaca, festín de gente rica en un país de gente pobre, hasta que a Luisa Ortega ya no le bastaba ponerse un pañuelo en la nariz de aquella putrefacción y movió su poder fiscal para llegar a imputar a un listado de ladrones que deberían ser detenidos, entre ellos Pedro León, quien avisado a tiempo puso los pies en polvorosa hasta recalar en Bahamas, desde donde, a pesar de todo, seguía moviendo sus consorcios gansteriles que había construido con nuestro petróleo.
Lo extraño de este caso consiste en que estando este llamado “zar de la faja petrolífera” en un exilio dorado tomando daiquirí a bordo de un inmenso yate, haya tomado un avioncito normal como pasajero de boleto barato para regresar a Venezuela por Margarita, donde lo esperaba la policía para llevarlo al juzgado y de allí a algún centro de reclusión, de seguro ni parecido a aquel donde tienen y torturan a Caguaripano ni al general Baduel ni a mamá Lis ni a Gilbert Caro ni al general Vivas ni a Lorent Saleh, tampoco a Yon Goicoechea, menos aún a José Saldivia, Alex González, Kevin Rojas, estudiantes recluidos en la prisión de El Dorado donde padecen y mueren de paludismo, ni a tantos y tantos de nuestros héroes que en la infame prisión “la Tumba” pagan su amor por Venezuela.
Pedro León dejó su paraíso privado porque con Luisa Ortega dando vueltas por allí repartiendo pruebas del ladronerismo que tiene asolada nuestra patria, y teniéndolo a él en la mira, ya ningún lugar fuera es más seguro para él que Venezuela, aún con su orden de detención, pues allí su pana, su socio Diosdado Cabello, manda más que un dinamo, máxime ahora que su otro carnal, el que usurpa el cargo de fiscal, podrá invisibilizar su expediente ante los ojos de la Dama Ciega, ahora más ciega que nunca.
Pedro León solo espera que sus camaradas de la asamblea constituyente lo absuelvan y hasta lo declaren héroe patrio y le den una de esas puteadas réplicas de la espada de Bolívar que, total, hasta a Tibisay se la han dado.
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