Néstor Suárez: Venezuela puede convertirse en La Olla de Oro de América Latina
Muchas de las recetas sociales en boga no son sino las mismas ideas viejas que parten de negar la libre iniciativa individual como la fuente del progreso. En aras del progresismo se han vuelto a probar, bajo otros nombres, las mismas formulas que nos han conducido precisamente adonde estamos. Con ello queda asegurado la perpetuación de las crisis, de la que viven cada día más políticos, militares, burócratas, asesores internacionales y organismos de ayuda exterior.
Lo que necesitan nuestros países latinoamericanos es un “milagro económico” que nos permita: a) erradicar la pobreza que agobia a nuestros pueblos, y que es el caldo de cultivo de la subversión, y b) integrarnos al primer mundo, no en medio de modelos ideológicos errados, sino a través del libre comercio. Pero, sobretodo necesitamos crear las condiciones que permitan enfrentar el reto del crecimiento y brindar verdaderas oportunidades para progresar a los jóvenes.
Como lograrlo? No es acaso un milagro algo sobrenatural e inexplicable?
El milagro se produce cuando las instituciones sociales positivas, el Estado, la legislación, las organizaciones empresariales, las aduanas, los impuestos, etc, no van en contra de la naturaleza espontánea del Orden y la Libertad. En el caso venezolano de continuar por nuestro actual camino estatista, socialista, de controles y regulaciones, con impuestos altos, osea un sistema tributario que se ha convertido en un tenaz enemigo de la actividad económica y empresarial, nunca podremos alcanzar niveles aceptables de crecimiento económico que sirvan para reducir y eventualmente eliminar la miseria en que viven millones de venezolanos.
Un país que puede ser un ejemplo de ese milagro económico para los venezolanos es Irlanda, una de las historias de éxito económico en los últimos 30 años. Al finalizar el año 2000, los irlandeses habían disfrutado de 14 años de crecimiento económico ininterrumpido, el cual se aceleró a cifras cercanas al 10% anual a finales de los años noventa.
Por fortuna a los irlandeses les llegó la hora de sacudirse de las cadenas. Y estás cadenas no eran solo las de la pobreza: eran las de un sistema político y económico que, con la bandera de muy buenas intenciones, restringía las libertades económicas en impedía que se desataran las fuerzas espontáneas que, coordinadas por la economía de libre mercado, generan desarrollo y riqueza.
Irlanda era el caso típico de un modelo intervencionista de la economía. Un Estado grande, una gran burocracia, que generó empresas ineficientes e incapaces, que oprimian a los ciudadanos con altas tarifas, un Estado deficitario que hacía sentir su peso con impuestos verdaderamente irracionales.
Como bien sabemos, a principios de los años ochenta varios países como China e Inglaterra dieron un radical vuelco a sus economías y se orientaron hacia el libre mercado. Hoy en día siguen disfrutando de los beneficios de esa decisión histórica. Irlanda dió un giro similar, y aunque lo hizo un poco más tarde, ha cosechado enormes beneficios. Las reformas irlandesas han transformado a un país Pobre en un país rico, competitivo, dinámico y productivo. Y esto lo lograron en muy corto plazo. El libre mercado, los bajos impuestos, la desregulación y eliminación de los controles crearon una olla de oro en Irlanda.
Irlanda dejó atrás un pasado de emigración que llegó a ser de casi el 20%, desempleo del 17%. El impacto económico de las medidas que tomó Irlanda fue asombroso. De acuerdo con estudio propio del Gobierno irlandés, se estimó que entre 1987 y 1993 la desregulación aumentó en un 60% el número de visitantes al país. El turismo obtuvo ganancias adicionales de 560 millones de libras irlandesas y se crearon más de 25. 000 nuevos empleos. Una de las decisiones políticas que tuvo éxito en influencia en el despertar de Irlanda, fue la decisión de adoptar impuestos muy bajos para estimular la inversión. Irlanda fue uno de los países más pobres de Europa, y hoy es un país rico, es una auténtica olla de oro. Irlanda tiene hoy una carga tributaria menor que cualquier país de la Unión Europea con la excepción de Luxemburgo.
Las políticas gubernamentales que restringen la libertad del comercio, que regulan el interfieren los intercambios, terminan distorsionando la economía. Los impuestos y la inflación absorven riqueza que los ciudadanos podrían haber usado para realizar intercambios que mejoren el incrementen su bienestar. La seguridad jurídica y el Imperio de la ley brindan a las personas la confianza en que, cuando se involucren en proyectos de largo plazo y de beneficios mutuos, ni el Estado ni otras personas podrán apoderarse de manera arbitraria de sus ganancias.
Las Reformas parciales no funcionan. Cuando se avanzaba en libertad económica, también se avanzaba en crecimiento. Todo fue de manera simultanea. Irlanda, decidió tomar una ruta radical: reducir drásticamente los gastos, abolir las agencias gubernamentales, disminuir las tasas de impuestos y derogar muchas regulaciones. Al mismo tiempo el Gobierno hizo compromisos confiables de no incurrir en gastos deficitarios ni inflar la moneda. Por esa determinación se convirtió en una olla de oro.
Venezuela tiene mucho mayor potencial una vez que salga de esta tragedia para convertirse en una auténtica Olla de Oro y de creación de riqueza, siempre y cuando cambie el sistema o receta. Pero también al igual que Irlanda debe hacer las reformas de manera simultánea.
Nada de gradualismo, ni “reformitas”, porque con ello no se desmonta la estructura de poder o status quo, y vuelve a regresar y nos terminan destruyendo de nuevo. La transición tiene que poner orden en la casa primero que todo. Recuperar las instituciones, no perder tiempo. Porque no hay Luna de miel. Sin vacilar. Si actuamos de manera inmediata y aplicamos las medidas simultáneamente y con la gente apropiada y entrenada tendremos éxito y Venezuela se convertirá en la Olla de Oro de América Latina.
Néstor Suárez es Economista. Msc y Phd en Economía
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