Cómo el Barça pasó de ser el mejor club del siglo a un fiasco total
El 2020 va anticipando una de las noticias del año: la salida de Messi del FC Barcelona. Si se concreta, borraría de forma definitiva la poca imagen del club que maravilló al mundo entero una década atrás
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El caso del Barça es la representación gráfica de que puedes tener los mejores recursos, la infraestructura, la historia, muchísimo apoyo económico e incluso venir de tu época dorada; pero si el que encabeza la administración es alguien con la más mínima capacidad de gestión, tarde o temprano terminarás hundido. Fue lo que terminó ocurriendo en el 2020, después de un corto y progresivo proceso de constantes decisiones erradas. Una situación que ahora pone de manifiesto la salida Messi del equipo.
Para entender el caso Messi y su salida del Barcelona, recomiendo seguir las informaciones del periodista argentino Juan Pablo Varsky: «Lo que pensábamos que jamás iba a pasar, está pasando».
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Lo curioso del caso blaugrana, es que el Barcelona de Guardiola, el equipo que quedará en la retina de los amantes del fútbol para siempre, terminará siendo una especie de antesala de lo que vino posteriormente: la conversión del Barça en el ejemplo de todo lo que no hay qué hacer en la élite futbolística. Qué duro y triste.
Paradójicamente, la administración de Bartomeu —que va en camino de ser una de las peores gestiones de la historia futbolística—, tampoco es que ha sido un desastre en términos de títulos. Obtuvo un histórico triplete en 2015 y ganó múltiples torneos domésticos. Pero, por otro lado, que es lo que nos importa en definitiva, tenemos una serie de preguntas claves para evaluar la labor de la actual junta directiva: ¿cómo le fue al Barcelona económicamente?, ¿qué tal se llevó la transición y renovación de plantel?, ¿en el juego cómo le fue al equipo?, ¿cuáles fueron los resultados en las competencias de alto impacto? Cuando se respondan, se entenderá cómo en menos de cinco años el Barça pasó de ser un club modelo en la élite a todo lo que se quiere evitar.
Situación económica
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El Barcelona nunca fue un club en quiebra, al contrario, es de los más ricos del mundo, pero hasta las instituciones millonarias pueden tener malos manejos administrativos; más si son entidades deportivas donde las finanzas están inequívocamente relacionadas al fútbol.
Primeramente, el Barcelona tiene una de las masas salariales más altas de todo el fútbol europeo. Si se saca por porcentajes individuales, el salario promedio de un futbolista culé es de 11,09 millones de euros, superando al Real Madrid (10,06) y a la Juventus (9,1) según Sports Intelligence.
El diario catalán Mundo Deportivo (con una línea editorial a favor de la actual junta directiva del Barcelona) publicó una nota destacando que el Barcelona superó los 1 000 millones de presupuesto; convirtiéndose en una de las entidades deportivas que más ingresa dinero en el planeta. ¿El problema? Que los gastos del club también superaron los 1 000 millones; una situación grave. Pero el problema es mucho más grande cuando hablamos de un club de fútbol, puesto que tus principales activos son: I. Los futbolistas II. Los logros deportivos. III. Viendo el modelo deportivo culé, la masa de socios del club.
Puedes estar bien, relativamente, con en el tercer ítem, pero los ingresos y los sponsors llegan con los dos primeros, no queda de otra; y el Barcelona en plena pandemia y crisis económica global se está quedando sin ambas. Y esto es producto de improvisaciones y decisiones que se explicarán a posteriori. Pero pienselo, ¿qué tan fuerte es el golpe económico para el Barcelona y LaLiga con Messi fuera?
Pero más allá de no tener títulos por primera vez en 6 años, y que hoy Messi está más afuera que dentro del club, aquí el principal problema fue el modelo económico elegido por la actual junta directiva: billetera sobre cantera, lo llamaron muchos. Similar a los galácticos.
Bartomeu y su junta creyeron que, con el simple hecho de multiplicar los ingresos, el Barcelona iba a mantenerse a flote para toda la vida. No se preocuparon por diversificar el modelo de fichajes —compraron jugadores costosísimos a los que no se les sacó rédito alguno— ni tampoco por rejuvenecer el plantel para encontrar una transición correcta de jugadores emblemas.
Ejemplos de la nula transición: se fue Dani Alves y no lograron consolidar un reemplazante, se fue Iniesta y trajeron a Coutinho que no es un jugador de características similares, se fue Neymar y trajeron a Dembele que no logró llenar ni el 70 % del espacio del brasilero siendo generosos con el francés. Quizás, el único caso de transición fue el de Rakitic por Xavi, pero ni siquiera, porque el croata llegó en la última temporada del español y, pese a jugar en la misma posición, las características de uno y otro son completamente distintas. En definitiva, fichar es un arte, y el Barcelona es un club que no está acostumbrado a manejarse así; y la actual directiva está conducida por personas que de fútbol y sus contextos entienden poco. Además, son incapaces de aceptarlo. Un cóctel de la muerte.
Ahora, yendo al caso, un club deportivo debe manejarse como una empresa: se adapta y evoluciona según el contexto lo obligue. Como el mercado. Cada cierto tiempo se deben cambiar piezas; vendes algunas y traes nuevos elementos evaluando el costo beneficio. En términos simples: Ter Stegen, Lenglet, Rakitic y el mismo Suárez forman parte de unas buenas decisiones administrativas; pero la realidad es que, de un tiempo para acá, el Barça empezó a fichar a nombres como Junior Firpo por 30 millones de euros (18 más 12 en variables). Rakitic costó 20 millones más variables. Diferencias gigantes en relación a la calidad y el precio.
Luego están los exabruptos de Coutinho, Dembele y Griezmann; compras que pasaron los 100 millones cada una y llevaron sentido cero en cuanto a recambio generacional o necesidad del plantel. Y esto no es culpa de los futbolistas, es culpa de los que compran y no saben qué adquieren. A Coutinho, por ejemplo, lo ficharon para jugar en una zona A (interior o extremo); y el sujeto se desempeñó siempre en la zona B (mediapunta). Ilógico.
Lo económico es consecuencia de la pérdida de identidad
El problema principal del Barça fue ideológico. Cambió su filosofía como institución —la identidad de la casa, el cruyffismo, la cantera— por apostar a una política de excesivos gastos; como si el dinero bruto implicara calidad y resultados. Nada más alejado de la realidad.
El FC Barcelona es un club de socios, tendría que deberse a sus miembros, pero con Bartomeu —con el modelo que poco a poco fue impulsando Rosell— eso cambió. El Barça empezó a manejarse y a gastar como una institución de presupuesto gigante (que lo tiene), pero sin la espalda económica de equipos como: Paris Saint Germain, Manchester City, Chelsea y otros con grandes grupos de inversores y dueños multimillonarios. Craso error. Los resultados están a la vista, el aumento del gasto debe ir en proporción no solo a tus ingresos, sino a la capacidad de retribución de inversiones. El Barça no solo fue que gastó como un multimillonario, sino que lo hizo pésimo y ahora le saldrá más caro. Y esta es otra consecuencia de dejar de sacar jugadores del filial para cubrir posiciones claves del campo y lograr una transición entre camada de jugadores. Para muestra el último verdugo del Barça, Bayern, que logró reemplazar a jugadores como Lahm por Kimmich; o Ribéry y Robben por Coman y Gnabry. No es un símil menor. Los catalanes no han logrado reemplazar a casi nadie.
Cuando un club que logró una época dorada en base a un modelo de juego, una filosofía, llega hasta su pico de éxito —así se interpretó— lo ideal no es reestructurar todo para llegar a un sistema diametralmente opuesto. Se supone que, si tienes unos cimientos sólidos como legado de tu mejor época como equipo —títulos, triunfo de modelo, rendimiento futbolístico—– la idea es refrescar algunas cosas; evolucionar según el desarrollo del fútbol. Pero la directiva del Barça destruyó el castillo construido; ahora es todo ruinas porque los arquitectos diseñaron mal y los obreros no entendieron el mensaje del patrón, pues era indescifrable.
Pésima planificación deportiva
El Barça —la directiva— le erró a todo lo que fue la planificación, no tuvieron sentido del tiempo ni tampoco idea alguna de cómo funciona el fútbol: creyeron que los futbolistas no envejecen, que no bajan su rendimiento, que el deporte no evoluciona y que con tenerle a Messi bastaba para seguir compitiendo en la élite. Pues no, el modelo deportivo blaugrana se enfocó en maquillar todos los defectos de una plantilla completamente desbalanceada, de una base con problemas estructurales, de fichajes que no estuvieron a la altura y de una dirección que nunca supo donde apuntar.
No había extremos profundos (solo Ansu), interiores que ganaran metros por posicionamiento (solo Puig), un delantero reemplazante de Suárez, un lateral derecho de élite, ni un central suplente de garantías; cero fondo de armario, nulas variantes. Y un XI plomizo. Sí, con muchas figuras, pero opaco al fin.
Al final, era la dirección de campo –—por los técnicos—– y el esfuerzo del grupo de jugadores los que impedían que el barco se hundiera; pero iba a los tumbos, y los golpes cada vez eran más certeros: el primer aviso fue en París, un histórico 4-0 olvidado por una remontada fantástica y polémica, luego en Turín, con otra goleada; después Roma, donde el ciclo debió cerrarse, pero equivocadamente continuó aferrado a una esperanza de éxito irreal; después llegó otro golpazo en Anfield y, posteriormente, el último golpe de gracia endosado por el Bayern Múnich.
Se puede decir, repasando brevemente los resultados, que además de la estrategia errada en el caso particular del Barça hubo una falta de liderazgo gigante; porque los encargados de tomar las decisiones tenían en su mente ciertos tintes autoritarios. Cada paso que daban llevaba la intención de I. Desviar la atención de la junta. II. Superar las minis crisis que ellos mismos causaron. III. Mantener el poder. Este fue el pan de cada día barcelonista desde hace unos cuatro años. Gestionar en la tormenta para presentarse como salvadores, en realidad, siempre fueron los demonios del Barça.
Con lo que nunca contaron Bartomeu y los suyos es que llegaría el día D, cuando el equipo no diera más, sin título alguno, colmando la paciencia de los pesos pesados y, por si fuera poco, terminando con una imagen terrorífica en Champions. Todo en plena pandemia.
Yendo un poco a terrenos políticos-ideológicos, en Latinoamérica conocemos bien estos fenómenos de administraciones populistas que han destrozado todo lo que tocan. Bartomeu y los suyos se parecen a los gobiernos que, sin ningún tipo de idea de cómo gestionar, planificar y realizar; destrozan cualquier tipo de legado y éxito obtenido en el pasado; dejando todo devastado en los peores escenarios posibles con un margen de maniobra inexistente.
Ahora, con todo en contra, los enemigos del Barça, esos que están «gestionando», no tienen siquiera la reserva moral de renunciar. Messi, el arquitecto principal de la era dorada blaugrana, tiene hoy un pie y medio afuera de Cataluña, cada hora que pasa es con el argentino fuera del club que lo vio crecer, en el que logró lo que ningún otro futbolista puede ni podrá, ni este trágico momento, Bartomeu tiene la mínima decencia de decir adiós. Y no lo hará.
Esa es la trágica historia de cómo una administración deplorable se cargó al FC Barcelona. Ni siquiera Messi pudo lidiar con esto, pero su legado es brillante e imborrable; el de los directivos es una mancha horrorosa, tendrán que vivir con eso.
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