Tengamos autocrítica: los liberales somos un desastre
Aunque los experimentos socialistas no dejan de brindarnos argumentos extremos, seguimos sin poder enamorar a las mayorías
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La noticia que llegó de Corea del Norte esta semana me dejó estupefacto. Saber que un régimen, por más comunista y bruto que sea, pueda «confiscar» las mascotas de la gente es absolutamente repugnante. Mucho más si se trata de un intento desesperado por conseguir algo de carne para un país que tiene índices de hambruna inaceptables. Como lo tienen todos los países socialistas, claro.
De confirmarse la información, cabe destacar que todo lo que se sabe del régimen son trascendidos que logran vulnerar el hermético cepo comunicacional del infierno de los Kim, la gente deberá darle al Estado sus perros y sus gatos. Aunque el argumento oficial sería la necesidad de desterrar una «costumbre burguesa», que genera supuestas divisiones sociales entre los que pueden tener una mascota y los que no, el verdadero motivo sería acceder a la carne de los pobres bichos para el consumo humano.
Sin embargo, dadas todas las atrocidades que ya han tenido lugar bajo este absurdo régimen consanguíneo, lo cierto es que si es verdad o no, para el caso es irrelevante. Si no pasó puede pasar o pasará en cualquier momento. Ya se han confirmado no hace mucho varias ejecuciones de prisioneros, acusados y culpados de desenterrar cadáveres (humanos) de fallecidos recientes con la finalidad de conseguir algo de carne para sus familias famélicas.
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Es preocupante que con semejantes argumentos de nuestro lado, los liberales tengamos inconvenientes a la hora de fortalecer nuestro discurso. Con todas las aberraciones que han ocurrido en la historia bajo los regímenes colectivistas, algo estaremos haciendo mal si un grupo considerable de personas sigue paseando por la calle impunemente con una remera del asesino confeso Che Guevara.
No estoy diciendo que hacerlo deba ser ilegal o que haya que violentar al individuo que lo haga, claro. Pero sí deberíamos generar un cambio en el clima de ideas para que los incautos comprendan lo que hay detrás de esas figuras y desistan, por información o, venido al caso, por vergüenza. Aunque no lo sospechemos, todos los días nos debemos cruzar con admiradores de Adolf Hitler, que consideran, por ejemplo, que habría que matar a todos los judíos. Aunque parezca aberrante, abundan los psicópatas. Pero para acceder a ese costado oscuro de su pensar, seguramente haya que entrar en el círculo íntimo del neonazi y ganarse su confianza.
Ser comunista debería generar la misma vergüenza. Muy lejos de eso, exhiben con orgullo sus ideas y tienen hasta el dominio del mainstream cultural de muchos países de América Latina. Por estos días, los tentáculos colectivistas llegan hasta los Estados Unidos. Es alarmante como el Partido Demócrata ha sucumbido a su ala izquierda más radical, que por momentos muestra personajes que nada tienen que envidiarle, por ejemplo, al kirchnerismo argentino.
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¿Cuántas víctimas mortales se cargó el experimento soviético? ¿100 millones? ¿150? ¿200? ¿Cómo puede ser que critiquemos la dictadura de Videla y compañía y no nos mueva un pelo la gente que murió queriendo cruzar el Muro de Berlin? ¿Cómo se puede hablar impunemente de la «dignidad cubana» cuando las personas se suben a un pedazo de madera improvisado, corriendo el riesgo de los tiburones, con tal de tener una chance de arribar a Estados Unidos con vida? ¿Hace falta mencionar el «éxito» del experimento chavista, que chocó la calesita, a pesar de contar con una de las reservas de petróleo más grandes del mundo?
Lo curioso es que hasta los experimentos «mixtos» deberían darnos argumentos en favor del Estado mínimo y la libertad individual. No hace falta caer en la «dictadura del proletariado» (o sus intentos de obtenerla) para ganar una discusión de manera sencilla. Todos los índices de libertad económica muestran que a menor intervención estatal, mayores los salarios e ingresos. Hasta la dictadura China, para mantenerse en el poder, tuvo que abrazar al capitalismo para salir de las hambrunas de Mao y sus amigos. La fortaleza indiscutible de nuestros argumentos no hacen otra cosa que recordarnos lo mediocres que debemos ser al fin y al cabo.
La idea de estas reflexiones no es la catarsis ni la autoflagelación esteril, sino la invitación multiplicar nuestros esfuerzos y mejorar los argumentos que, como vimos, están todos de nuestro lado. Todos.
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