El embargo y la aparente imposibilidad de un cambio “por las buenas”
El embargo no parecía ser la solución más eficaz para lograr prosperidad y respeto a las libertades civiles de los cubanos. Hoy han cambiado las tornas
MIAMI, Estados Unidos. – La Universidad Internacional de la Florida (FIU, por sus siglas en inglés), ha hecho públicos los resultados de la encuesta mediante la cual, cada dos o tres años desde 1991, se evalúa el nivel de aceptación de los cubanoamericanos hacia las políticas de Estados Unidos dirigidas a debilitar al régimen de La Habana. Uno de los temas medulares es el embargo económico, activo desde 1960 y que en épocas recientes fuera tachado de ineficaz u obsoleto por una parte de la comunidad cubanoamericana residente en el estado del Sol.
El sondeo de marras reveló, no obstante, que el endurecimiento del embargo hacia Cuba impulsado por el presidente Trump cuenta con el respaldo del 60% de los cubanoamericanos, una cifra que ha aumentado significativamente desde 2014, cuando solo el 51% de los votantes registrados apoyaba esa política. El “deshielo” promovido por Barack Obama predispuso a los votantes jóvenes y aquellos llegados a Estados Unidos a partir de 1995 en favor de una flexibilización de las sanciones al régimen de La Habana. El clima que rodeó al acercamiento bilateral, así como el florecimiento experimentado por el sector privado cubano, parecieron corroborar la inutilidad del “bloqueo” y la conveniencia del diálogo para lograr cambios democráticos en la Isla.
Sin embargo, la desconfianza hacia la política de normalización con los Estados Unidos, públicamente expresada por el propio régimen durante la visita de Obama, luego de haberse beneficiado en secreto de la indulgencia de los demócratas, dejó serias dudas sobre la buena voluntad de la cúpula cubana. El desplante no pasó inadvertido en la otra orilla, con Donald Trump a las puertas de la Casa Blanca y su promesa de revertir las políticas aprobadas por su predecesor.
A partir de entonces el efecto Trump ha influido en los cubanoamericanos, con un marcado viraje en la apreciación de los jóvenes acerca de la necesidad de mantener el embargo para asfixiar económicamente al poder militar. A pesar de que un número elevado de votantes continúa apostando por el diálogo, las nuevas cifras sugieren que la línea de mano dura ha ganado más apoyo en la medida que el acceso a Internet y el trabajo de organizaciones defensoras de derechos humanos, activistas, periodistas independientes e influencers denuncian con inmediatez, muchas veces en tiempo real, los continuos atropellos alentados por el régimen contra cualquier ciudadano que critique su gestión.
La represión que sufren disidentes y gente común que ni siquiera está afiliada a la oposición política, la injerencia de Cuba en Venezuela, y la espiral de miseria que se traga a un país cuyo gobierno no rinde cuentas sobre cómo y en qué invierte las sumas multimillonarias que ingresa por cuenta de prestación de servicios médicos, remesas y turismo, ha abierto los ojos de quienes culpaban únicamente al “bloqueo” por los problemas financieros que pesan sobre Cuba.
El despliegue de estrategias de comunicación para alcanzar un público diverso e informarle acerca de la realidad que el castrismo había mantenido oculta, ha contribuido a visibilizar las verdaderas causas de la interminable crisis que afecta a la nación. Las maneras de contar Cuba se han vuelto plurales. Cada testimonio en contra del régimen lo ha debilitado, poniendo de manifiesto sus prácticas viles, su estulticia y su incapacidad de promover una verdadera reforma que coloque a la Isla en el camino de la productividad y la legalidad.
No es de extrañar que cada día el embargo tenga menos relevancia y la gestión de Díaz-Canel y su gabinete ocupe más titulares. La política de máxima presión hacia el régimen aprobada por la administración Trump actualmente registra un 73% de aceptación, según la encuesta de FIU. Si bien la mayoría de los votantes aboga también por mantener la venta de alimentos y medicinas, reanudar la emisión de visas en la sede diplomática de La Habana, reactivar el parole de reunificación familiar y reabrir los vuelos desde y hacia cualquier punto de la Isla, el apoyo a las relaciones diplomáticas entre ambos países ha caído de un 68% en la era Obama, al 58% bajo el mandato del republicano.
La progresiva radicalización de un segmento importante de cubanoamericanos en torno al conflicto entre Cuba y Estados Unidos ha descartado otras alternativas que habían sido valoradas en la encuesta de 2014. Entonces los participantes fueron preguntados sobre si votarían por un presidente que reemplazara la política del embargo por otra orientada específicamente a favorecer a los dueños de negocios particulares en Cuba; o a ejercer presión sobre el castrismo en materia de derechos humanos.
En ambos supuestos el apoyo fue considerable, con 57% y 81% respectivamente. El embargo no parecía ser la solución más eficaz para lograr prosperidad económica y respeto a las libertades civiles de los cubanos. Hoy han cambiado las tornas; una actitud que se debe, fundamentalmente, a la determinación de Trump de aplicar todos los mecanismos existentes para doblegar al castrismo, a los serios síntomas de debilidad que muestra el régimen, y a la aparente imposibilidad de inducir un cambio “por las buenas” en Cuba.
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