Maestra camina más de una hora para enviar tarea a sus alumnos
Profesores de instituciones públicas y privadas ponen todo su empeño en afrontar la crisis de los servicios públicos para enseñar a distancia
Ayarid Coronel no imaginó todo el sacrificio que significaría ser docente en Venezuela en plena pandemia. Por primera vez en sus 20 años de ejercicio camina más de una hora para entregar la tarea a los alumnos que no cuentan con recursos para ver clases online.
Coronel tiene cinco años trabajando como docente de educación inicial el Centro de Educación Inicial Los Tulipanes, un colegio municipal de San Diego. La rutina que tenía se le hizo cuesta arriba con la llegada de la cuarentena, en especial porque el violento deterioro de los servicios públicos se había convertido en una barrera comunicacional entre ella y los padres de sus pequeños de preescolar.
Ante las fallas de conectividad a Internet, la electricidad intermitente, la escasez de gasolina y el temor a contagiarse por COVID-19 en el transporte público, la maestra decidió concretar encuentros con algunos representantes que ni siquiera cuentan con un teléfono inteligente para recibir las tareas por correo o informarse de las actividades en los grupos de Whatsapp.
Coronel dejó su carro estacionado. “Las colas son terribles y no puedo pagar gasolina internacional, así que voy caminando hasta El Remanso o El Tulipán. Las veces que he tomado el tiempo he tardado una hora y 15 minutos”.
Cuaderno viajero
La experiencia del trimestre anterior les ayudó a comprender a las maestras del municipio las debilidades y fortalezas del sistema de educación a distancia. Así que durante las vacaciones se organizaron para establecer protocolos que hicieran valer el derecho a la educación de los niños.
La directora de Educación y Cultura de San Diego, Korelia Salvatierra, aseguró que una de las estrategias más extrema es precisamente la que Coronel aplica, la cual bautizaron como “El Cuaderno Viajero”. Consiste en la coordinación con los padres que no cuentan con Internet, computadoras o teléfonos inteligentes, para realizar una entrega presencial de las actividades.
Las maestras escriben las tareas en los cuadernos y se las entregan a los representantes en un lugar acordado. Cuando las asignaciones están finalizadas, pasan buscando los cuadernos, explicó Coronel.
Salvatierra indicó que en algunos casos el punto de encuentro es la misma institución y la entrega se realiza una vez por semana, pero destacó que actualmente son pocos los niños que no tienen un mínimo acceso a la tecnología.
Trabajar con las uñas
Hendrick Valenzuela cree que a los docentes venezolanos les ha tocado trabajar con las uñas, incluso a quienes enseñan en colegios privados como él. Además de las deficiencias de los servicios básicos, considera que lo más duro es no tener el contacto directo con los estudiantes. “Este año será más difícil que el anterior porque algunos no me conocen y tampoco se conocen entre ellos. Los procesos de socialización cambian totalmente”.
En su materia de Desarrollo Creativo, anteriormente llamada Educación para el Trabajo, Valenzuela enseña a sus alumnos a manejar herramientas tecnológicas que facilitan la presentación de trabajos digitales: desde cómo hacer un flyer y una infografía, hasta cómo grabar y editar videos.
Para el docente impartir la materia es sólo posible porque el centro educativo le presta las instalaciones con los recursos necesarios, de los que carecen las instituciones públicas. “Acá estamos trabajando en acondicionar un salón como pequeño estudio de grabación, para que los profesores puedan crear contenido educativo. Es algo que un colegio público quizá no pueda ofrecer”.
Aunque la clase de Valenzuela está dirigida a jóvenes del básico diversificado, sus estrategias han servido de apoyo para sus colegas de preescolar y primaria quienes también se vieron forzados a emplear pedagogías virtuales.
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