¿Dónde encontrar paz?, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Para un cristiano la paz no es ni solo interior y tampoco es solo exterior, tampoco es una mercancía que se puede comprar, la paz no tiene precio ni es tampoco es el resultado de un desprendimiento interior de todo. La paz es un don, un regalo que Jesús le da a sus discípulos, «La paz les dejo, mi paz os doy», dijo.
Por ser un don, la paz viene de afuera como fruto de la presencia de Jesús en nuestro corazón es algo muy interior, íntimo, capaz de desafiar, cualquier circunstancia externa.
El mundo contemporáneo buscar colocar el placer como el bien supremo de la vida humana y ha hecho de la paz una mercancía un lucrativa cuyos ingredientes básicos son la seguridad y el bienestar. Si quieres paz, anuncian las agencias, te vendo protección, una alarma, seguros de vida, póliza contra robos, incendios, chequeos médicos, hermosas playas solitarias. En cambio, la paz que da Jesús está tejida de fe, de confianza, de aceptación, de la propia vulnerabilidad, de abandono en la providencia de Dios, de perdón dado y recibido, estas actitudes engendran paz porque ordenan el corazón, restablecen equilibrios perdidos. ponen de nuevo cada cosa en su lugar.
Solamente Jesús con su presencia viva en nuestro corazón por la gracias puede reconciliarnos con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con las demás criaturas y así poner en orden nuestro corazón, lo pone en paz.
La paz pasa por el respeto a la vida desde el momento de la concepción, hasta la muerte natural, cualquier violación a la vida llámese aborto, tortura, aniquilamiento, asesinato, eutanasia es una violencia declarada contra el ser humano que ataca la paz. El don de la paz pide nuestra colaboración, exige que vigilemos nuestro corazón y evitemos pensamiento, deseos o actitudes que roban la paz.
En nuestra situación actual de guerra, conflictos armados, ataques indiscriminados a las personas, necesitamos luchar por la paz, la paz exige lucha, es precioso pelear contra la soberbia, el egoísmo, la ambición excesiva, los deseos impuros, las vanidades, las susceptibilidades, las envidias, los resentimientos, los miedos infundados.
Nuestro corazón es un campo de batalla, en él se acepta o no se acepta a Jesús y en consecuencia en el se gana o se pierde la paz. La Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, ha sido siempre una gran pacificadora de corazones, porque su corazón inmaculado está en perfecto orden, es un yacimiento profundísimo de paz, basta meditar las dulces palabras que dirigió a Juan Diego en aquella ladera del Tepeyac en México: «Oye, tenía entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y te aflige, no se turbe tu corazón, ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás por ventura en mi regazo?, ¿Qué más necesitas?, no te apene ni te inquiete otra cosa».
Amigos mientras en nuestras sociedades intentemos justificar en leyes lo que va contra el ser humano como son las guerras, la violencia, el aborto y la eutanasia, viviremos en caos, jamás habrá orden en nuestra sociedad porque se estará viviendo en contra de la ley de Dios y seremos muy desgraciados porque la verdadera felicidad la da Dios y con Dios ¡siempre ganamos!.
PANAM POST
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