¿Campaña para qué?
Se supone que 14.000 candidatos de 107 partidos comenzaron ayer a promover sus plataformas para tratar de llegar a la Asamblea Nacional. Y se trata de una suposición porque lo que la realidad dicta es que ya están escogidos los que finalmente ocuparán las curules.
Por más que el régimen insista, no se trata de una elección plural ni participan todas las organizaciones políticas porque sencillamente no está garantizada la transparencia del proceso. Aunque el Consejo Nacional Electoral haya anunciado las reglas de la campaña, el venezolano sabe que no son verdaderos comicios.
Incluso, aseguran que tomarán medidas para que los actos públicos se hagan de manera segura por el covid-19 y que pondrán a disposición de los candidatos un canal en redes para hacer propaganda. ¿Para qué? Entre los 14.000 candidatos hay muy pocos que destacan o que son conocidos por los votantes como para pensar en darles la responsabilidad de que los representen en el Parlamento.
¿Quién va a vigilar que los que estén anotados por el Partido Socialista Unido de Venezuela no se aprovechen del apoyo del régimen durante la campaña? ¿Cuál es el mensaje de los más de 100 partidos? ¿Puede la gente confiar en que entre sus objetivos está solucionar los problemas más urgentes que vive el venezolano?
Nada de eso tendrá respuesta en un mes de campaña. Es imposible que se den a conocer tantos aspirantes y mucho menos sus plataformas. No hay trabajo político que avale a ninguno de estos partidos fantasmas que salieron a relucir como sacados de una bolsa de detergente.
Antes, cuando el venezolano sabía que tenía el poder del voto, las campañas electorales eran una fiesta. Y no solamente por eso, sino porque existía un verdadero debate de ideas y orientaciones, provocaba escuchar los discursos de los candidatos ofreciendo soluciones y sí, haciendo promesas. Y a pesar de que en algunos casos pocas se cumplían, siempre existía la certeza de que como ciudadano podía castigar al candidato por haber mentido.
Ahora las elecciones son parte del circo. Un acto más que se suma a la semana de flexibilización, al juego de beisbol y al kilo de pernil. Una pantomina de democracia.
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