Rodolfo Gerbes y el monumento a Bolívar
POR Alfredo Schael
PRODAVINCI 31/12/2020
Con bajas calificaciones, don Eustoquio Gómez asume en 1929 la gobernación del estado Lara. En aquel tiempo Barquisimeto no pasaba de pueblerina ciudad, aunque considerada “adelantada” desde cuando en 1891 ocurre la llegada del Ferrocarril Bolívar para enlazar partes de la región centro-occidental de Venezuela.
El primo de Juan Vicente Gómez pavimentó calles para que transitara –decían los mal hablados– su lujoso faetón de siete puestos: un Lincoln negro socarronamente conocido como “La urna”.
Entre otras obras públicas, incluyó el pedestal donde se colocaría una de las estatuas del Libertador traídas de Europa por intermediación de la Marmolería Roversi. Cuando el gobernador tuvo detalles del desembarco en Puerto Cabello de una muy grande y hermosa representación de Bolívar a caballo cuyo destino no era la capital de Lara sino la de Trujillo, se empeñó en desviarla para ser él quien dispusiera la colocación de tal preciosidad –el 17 de diciembre de 1930– en la plaza que ordenó construir para lucirse.
(Hagamos un salto en esta historia.)
Fundamentado en experiencias personales, textos y fotografías, Rodolfo Izaguirre recuerda que un tocayo suyo, Rodolfo Gerbes, estuvo casado con la hermana de su madre, doña Tula Tosta. Gerbes, por tanto, fue uno de sus tíos maternos.
Gerbes había nacido en Alemania en 1903 y muy joven se viene a América. El vapor que lo traía se accidentó, por lo que llega primero a Paramaribo, capital de la Guayana holandesa, desde donde decide trasladarse a Venezuela. Aquí contrajo nupcias. Sus conocimientos y destrezas manuales pronto lo lanzan a la fama.
En la costa de Barlovento, Rodolfo Gerbes logra recuperar una de las locomotoras dañadas del ferrocarril de Carenero. Desarmó y ensambló la máquina con inusitada destreza —tal vez haya sido una de las locomotoras de tres ejes fabricada en 1890 por Telliers de Tubize (Bélgica). Un par de ellas forma parte de la colección ferroviaria del Museo del Transporte Guillermo José Schael de Caracas.
No obstante, la realización más notable de Gerbes consistió en llevar a cabo el traslado, entre Puerto Cabello y la capital del estado Trujillo, de una estatua ecuestre de Simón Bolívar adquirida en Italia para ser instalada en la plaza Bolívar de Barquisimeto, pero que terminó en Trujillo.
De ese modo Gerbes quedó inscrito en la lista de luchadores civiles que dominaron lo adverso para generar avances colectivos, pese a los dislates de la barbarie, la ignorancia y el despotismo de algunos tramos del siglo XX venezolano.
Gerbes se apoyó en la peonada reclutada en el propio muelle de desembarco de la copia del monumento ecuestre, realizada por Adamo Tadolini y fundida por Vittorio de Leda en Viareggio, Italia. También, en un par de camioncitos Federal de cuatro cilindros. Valido de tales medios emprendió el recorrido que consumió tres semanas hasta San Felipe por caminos de recuas, pues no había carreteras a pesar de la apertura, en 1925, de tramos de la Trasandina. Precisa Rodolfo Izaguirre que el macadam iba de Caracas a Taborda; en esa localidad –sentencia– “se dividía el país entre Venezuela y el infierno”.
(Retomemos el hilo inicial y completemos la historia.)
Entretanto la caravana avanza con la estatua envuelta en guacales, al presidente del estado Trujillo (1928-1930), general Emilio Vivas, le llega el cuento de que Eustoquio Gómez desea la efigie para Barquisimeto para adornar su plaza Bolívar en ocasión del centenario de la muerte del Libertador.
Enterado de las pretensiones del gobernador de Lara, el primer magistrado del estado Trujillo –cuenta Izaguirre– fue a Maracay “a solicitar consejos y órdenes a Juan Vicente Gómez”, quien socarronamente le devuelve la pelota:
–¿Y qué haría usted?
–Lo que mande –respondió Vivas sin pestañear.
Gómez ordena, entonces, que la escultura debía erigirse en Trujillo. De nada valió, pues, el antojo de su primo Eustoquio.
Gerbes prosiguió su plan no sin inconvenientes dadas las calamitosas condiciones del camino, entre las que figuraban algunos estrechos puentes de concreto y metal. Atraviesa parajes primitivos sembrados de enfermedades, crecidas quebradas y pueblos ocupados por la miseria. Era lo propio, en aquellos tiempos, de la geografía yaracuyana y larense extendida hasta Trujillo donde, ante los ojos complacientes del gobernador Vivas, su tren ejecutivo y los curiosos de siempre, el ingeniero resuelve cómo desplazar la pieza desde el camión hasta el pedestal de la principal plaza del estado, pues debía vencer una pendiente de ángulo muy inclinado. Así, improvisa con vigas de hierro, maderas y mecates para colocar la pesada escultura en su sitio.
Justo el día que culmina la instalación del monumento, al propio pie de la pieza ecuestre, Gerbes recibe un telegrama en el que se le comunica que su esposa, la tía de Rodolfo Izaguirre, ha fallecido. La señora Gerbes se hallaba en Puerto Cabello; semanas antes su esposo la había dejado en aquel lugar en virtud del avanzado estado de gravidez de la dama. La mujer murió de tuberculosis días después del parto.
Cinco años más tarde –en 1935–, en la misma fecha de recordación de la muerte de Simón Bolívar, en Maracay deja de existir Juan Vicente Gómez. Se extinguía así la, hasta ahora, más larga dictadura padecida en Venezuela.
El monumento ecuestre que presenta al Libertador en un caballo encabritado sostenido sobre sus patas traseras –e instalado en 1930 en la plaza Bolívar de Trujillo–, es idéntico al erigido en Lima en 1857, donde tuvo lugar el primer homenaje de ese tipo al héroe de la Independencia suramericana. Al ser copia exacta de aquel, resulta el de mayor envergadura de cuantos tenemos en Venezuela.
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