Los dolorosos sucesos acontecidos en días pasados en Perú, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina, en los que perdieron la vida jóvenes venezolanos, lacera profundamente el alma y corazón de los hijos de la patria de Bolívar, el hombre que justamente libertó a dichas naciones a excepción de estos dos últimos países, tierra de los próceres San Martín y O’Leary, respectivamente.

¿Por qué lacera el sentimiento venezolano dichos sucesos? Pues sencillamente porque se produjeron en el marco de una ignorante xenofobia, nunca antes vista en América Latina en muchos años, lo cual tiñe las brillantes páginas de nuestra historia común, en la que hombres y mujeres lucharon por los ideales de paz, justicia y libertad, esa misma libertad de la que hoy disfrutan en sus respectivos países, cuyo máximo líder fue Simón Bolívar,

En Latinoamérica ha comenzado a aparecer la xenofobia, influida tal vez por la intolerancia en el escenario global y la confrontación ideológica capitalismo-comunismo, eje de la alineación, que adquieren mayor presencia y fuerza en estos últimos tiempos, que no es el caso que nos ocupa.

La Cepal, en una serie de publicaciones referentes a las políticas sociales, refiere que “si bien puede parecer excesiva la hipótesis de que hemos pasado del conflicto político al conflicto cultural a escala planetaria (Huntington, 1993), lo cierto es que una vez que tras la caída del muro de Berlín emergieron conflictos que no son nuevos, pero que yacían atenuados. Nacionalismos xenofóbicos, fundamentalismos religiosos y conflictos étnicos pasan hoy a primer plano en la noticia, en la política nacional e internacional, y en la preocupación de los pueblos. Por un lado se hacen visibles y, por el otro, recrudecen, como es el tema del presente artículo.

Entendemos que la xenofobia y los prejuicios raciales en los países receptores, se ha exacerbado últimamente, con el argumento de que aumenta el desempleo y se hacen más deficitarios los servicios sociales básicos provistos por el Estado receptor, lo cual genera contingentes de jóvenes desocupados y dependientes de la subvención estatal, que con este pretexto tienden a  responsabilizar de su propia situación a los extranjeros que disputan puestos de trabajo y los beneficios sociales. Pero el fin no justifica los medios, en esta ocasión, porque los sucesos a que hacemos referencia en párrafo anterior tienen otro cariz, y es social, por cuanto los autores de estos crímenes son delincuentes comunes que pretenden justificar sus perversos fines y propósitos con un malévolo pretexto nacionalista.

Estos dolorosos y sangrientos hechos han llevado el tema de la xenofobia al centro de la preocupación, pues la  xenofobia ha sido un vehículo permanente para justificar acciones –bélicas y diplomáticas—y lograr adhesiones populares frente a conflictos de frontera o soberanía. Las disputas territoriales, la lucha por la soberanía, la patria y el terruño suelen confundirse con la xenofobia.

Es importante que los gobiernos, y el sistema político en general, emitan mensajes claros que aboguen por la tolerancia y la fraternidad entre países, y por la buena disposición de las autoridades de Estado, frente a ciudadanos que provienen de otros países con el ánimo de trabajar y aportar a la diversidad cultural dentro de las fronteras del país receptor. Los Estados están obligados en estos casos a informar objetivamente a la opinión pública con criterios definidos mediante mensajes centrados primeramente en la promoción de la diversidad cultural y con ello el potencial aporte de ciudadanos de otros países a la densidad cultural y del potencial aporte de ciudadanos de otras naciones y latitudes a la densidad cultural del país. Es necesario que los gobiernos expliquen sobre la significación de la globalización, entendida como una apertura de fronteras, integración al mundo y la interculturización que se genera en consecuencia.

En estos últimos días Venezuela se mantiene expectante, ante los dolorosos sucesos en los que han perdido la vida ciudadanos nacidos en su suelo, por la xenofobia irracional que ha encaminado al odio, desconfianza, hostilidad y rechazo que se manifiesta a diario en el Perú, llegando al extremo inaudito no solo de la agresión verbal y físico, sino también al homicidio.

Los gobiernos deben asegurar que sus respuestas no contribuyan a la xenofobia y a la discriminación racial y deben erradicar la xenofobia en todas sus políticas y mensajes estatales, como lo afirma E. Tendayi Achiume, relatora especial sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia.

En este propósito tienen preponderante papel los medios de comunicación, evitando cuando tocan el tema migratorio de no crear un clima psicosocial con el cual los peruanos temen la violencia venezolana y los migrantes temen ataques xenofóbicos como los que recientemente han ocupado espacio en sus páginas y en radio y televisión. No deben olvidar que, además obviamente de informar, deben formar, educar y orientar. El amarillismo es pernicioso y en este caso un arma letal que lesiona a la sociedad.

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