¿Quién puede ser tan irresponsable para exigir que los niños vayan a las escuelas a partir de abril? Solamente el régimen rojito. El jefe le hace caso al ministro porque el país ya está en la “pospandemia”, la “normalidad relativa”.

¿Es parte de la normalidad relativa que en los planteles no haya agua para lavarse las manos? ¿Es parte de la pospandemia que a los docentes no les alcance el sueldo ni para pagar el pasaje hasta su sitio de trabajo? ¿Los que van a repartir el gel alcoholado en las escuelas son los mismos que distribuyen las vacunas?

Así como se pretendió que cada maestro pusiera de su propio bolsillo para dar las supuestas clases virtuales, así pretende el régimen que el personal docente y obrero asuma la tarea de recibir a los niños y adolescentes en las aulas con todas las medidas de bioseguridad.

Desde mucho antes del covid-19 la deserción escolar y la retirada de maestros era una realidad. Es más, los propios números del Instituto Nacional de Estadísticas apuntan a que desde 2013, cuando asumió este jefe la silla que dejó su comandante, hay menos niños en las escuelas y menos docentes ejerciendo su carrera.

La infraestructura de las escuelas y liceos públicos está en el piso. Muchos maestros se quejan de que no funcionan ni los baños y muchos menos hay electricidad. ¿Así pretenden que los niños terminen el último trimestre de este año escolar?

A eso se le agrega que todo depende de la vacuna. Las 100.000 Sputnik que llegaron cubren apenas un pequeño porcentaje del personal de salud que debe ser vacunado prioritariamente, aunque hay más de un enchufado que se puso de primero en la lista. Y si eso es con el personal que debe atender a los contagiados, ¿qué queda para los docentes?

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo volverán a llegar vacunas y mucho menos hay cómo corroborar el proceso de vacunación, y a pesar de eso, el jefe del régimen afirma con todo cinismo que el personal docente se va a inmunizar en marzo. ¿Habrá alguien que le crea?

Maestros mal pagados, falla de transporte, escuelas deterioradas, una pandemia que se junta con el hambre y los niños poco motivados hacen de este llamado a clases presenciales toda una utopía. Lo malo es que para la gran mayoría, la que no puede pagar un plantel privado, es un año casi perdido.