El precio de ser disidente
Cai Xia era una activa ficha del Partido Comunista Chino hasta que fue expulsada de la organización en agosto del año pasado, al tiempo que le fueron retirados sus beneficios laborales de 20 años. La disidente, proveniente de una familia militar comprometida con la prédica comunista, había osado criticar a Xi Jinping, haciéndose acreedora a la exclusión de la vida profesional activa y al ostracismo. Hoy, la profesora de Ciencias Políticas, quien había dedicado lo más granado de su tiempo a indoctrinar líderes dentro del PCC se encuentra exiliada en Estados Unidos.
Ser mujer en los predios oficiales en China es ya una portentosa hazaña. De los casi 100 millones de chinos que militan en las filas del partido apenas 1 de cada 4 es del sexo femenino. Ese magro 23% determina que el PCC sea un predio de hombres. Hoy solo 10 han logrado acceder al Comité Central compuesto por 204 miembros y solo una se sienta a deliberar en el Politburó, la máxima instancia de toma de decisiones. Una sola es hoy secretaria del Partido Comunista en una de las 23 provincias y solo una es gobernadora.
Sin embargo, Cai había logrado vencer parcialmente el “techo de cristal”, el conjunto de reglas no escritas que impiden el ascenso de una fémina a las instancias de poder tanto regional como nacional. Su actuación se desarrollaba más bien en la periferia, en el terreno de lo académico, aunque en círculos muy cercanos al poder: la escuela de formación del Partido Comunista en la cual había conseguido su propio doctorado en Leyes. Sus aportes intelectuales y doctrinarios la llevaron a ser influyente en la formación de numerosos líderes regionales y de miembros del gabinete ministerial. 60 tesis de trabajo en 20 años dan fe de su prolija contribución al ideario comunista de los tiempos recientes.
Su gran equivocación fue haber abrazado ideas liberales al tocarle asistir al secretario general Jiang Zemin en la formulación de su propio aporte a las teorías comunistas – la teoría de las Tres Representaciones–, tesis que se transformaron en un hito histórico en lo social, cultural y político en su país. El convencimiento de Cai de que China podía avanzar hacia un futuro democrático a través de reformas internas se esfumó ante lo refractario del pensamiento de los líderes del momento, para terminar convirtiéndose en una molesta disidente de la proclama comunista. Sus actuaciones no fueron públicamente estridentes pero si de enorme contundencia y sus críticas a las posturas de Xi, escritas y grabadas para difusión, le costaron las sanciones de sus correligionarios. Ante la persecución de la que fue objeto y en plena conciencia de lo que le aguardaba de parte de las autoridades, Cai se vio forzada a abandonar su país más no sus ideas.
La revista norteamericana Foreign Affairs a finales de 2020 le concedió un espacio titulado por ella “El partido que falló”, en el que quien fuera ficha de número del pensamiento chino escribió: el régimen ha degenerado en una oligarquía política que se sostiene en el poder a través de la brutalidad y la rudeza. Es cada vez más represivo y dictatorial. Xi se sostiene gracias al culto a su personalidad que le profesan. Ejerce una mano dura sobre la ideología de su partido y deja muy poco espacio al discurso político de la sociedad civil. Quienes no han vivido en tierra china en los últimos 8 años, no pueden entender sino con dificultad lo brutal en que se ha convertido el régimen y cuantas tragedias silentes ha provocado”.
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