Marzo de 2003: cuando el régimen barrió con todo
No fue el temor por un ataque norteamericano, sino un cálculo oportunista, lo que motivó la ola represiva
LA HABANA, Cuba. ─ Todavía hay quienes creen que en marzo de 2003 el ultimátum de George W. Bush a Sadam Hussein asustó más a Fidel Castro que al dictador iraquí, y que por ello el “Máximo Líder”, sintiéndose amenazado, desencadenó la ola represiva conocida como Primavera Negra.
Castro, que llevaba décadas asustando a los cubanos con la inminencia de una invasión norteamericana, sabía que esta era sumamente improbable. Menos en aquel momento, cuando los Estados Unidos estaban demasiado ocupados en la guerra contra el terrorismo islamista. Y más que eso, porque desde la Crisis de los Misiles de 1962 existía el compromiso de los norteamericanos con el Kremlin de no invadir Cuba.
No fue el temor por un ataque norteamericano, sino un cálculo oportunista, lo que motivó la ola represiva. El inicio de los bombardeos a Bagdad, que acaparaban la atención mundial, hizo suponer al régimen castrista ─que meses antes había respondido al Proyecto Varela con una reforma constitucional que declaraba irrevocable el socialismo─ que era el momento idóneo para desembarazarse, sin que hubiera demasiado escándalo internacional, de la oposición prodemocracia.
Aquella ola represiva, la mayor desde abril de 1961, llevó a la cárcel en poco más de 48 horas a 75 opositores. Luego, fueron llevados al paredón de fusilamiento, en menos de una semana, tres jóvenes que secuestraron la lanchita de Regla ─que atraviesa la bahía habanera─ para irse a Estados Unidos.
Además de los activistas del Proyecto Varela del Movimiento Cristiano Liberación y de la concertación Todos Unidos, los periodistas independientes fueron los principales objetivos de los represores. De los 75 detenidos durante los dos días que duró la razzia, 22 eran periodistas, entre ellos Raúl Rivero, el más emblemático.
La casa de Ricardo González Alfonso, que era la sede de la revista De Cuba, fue uno de los primeros sitios allanados por la Seguridad del Estado, en la tarde del 18 de marzo de 2003.
De Cuba ─revista de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling dirigida por Ricardo González Alfonso─ iba ya por su segundo número. En ella colaboraban varios de los más destacados del periodismo independiente, como Raúl Rivero, Tania Quintero, Claudia Márquez, Miriam Leiva, Oscar Espinosa Chepe, Iván García, Jorge Olivera y el fotorreportero Omar Saludes.
En el aparatoso allanamiento participaron decenas de represores que, tras registrar minuciosamente la casa, cargaron no solo con la computadora, la impresora y los ejemplares del segundo número de la revista, que aún no se habían logrado distribuir, sino también con las presillas y los lápices y bolígrafos.
La destrucción de aquella revista, la primera libre del control estatal, un sueño que un grupo de colegas habíamos conseguido hacer realidad en diciembre de 2002, fue la más triste experiencia que he tenido que enfrentar durante mis cinco lustros en el periodismo independiente.
No se explica en qué se basaron los represores para escoger a aquellos que fueron encarcelados y condenados, en juicios sumarísimos, a largas penas de prisión. Entre los 75 había algunos de los principales y más activos opositores (Marta Beatriz Roque, José Daniel Ferrer, Héctor Palacios, Regis Iglesias) y periodistas (además de los mencionados Rivero y González Alfonso, Manuel Vázquez Portal, Jorge Olivera, Oscar Espinosa, Héctor Maseda, Rolando Arroyo), pero otros se iniciaban y apenas eran conocidos.
La ola represiva de la primavera de 2003 reportaría al régimen más daños que beneficios. Una buena parte de la izquierda y la intelectualidad mundial, que hasta entonces le había sido favorable, se distanció del castrismo. En el plano interno,la dictadura tuvo que lidiar con una creciente disidencia interna, con la renovación del periodismo independiente que creyó liquidado y con el insólito desafío de mujeres vestidas de blanco que salieron a las calles a manifestarse por la libertad de los presos. Hoy, 18 años después, y a pesar del asedio cotidiano de los cuerpos represivos y las campañas de difamación, ellas se mantienen en la lucha por la democracia y los derechos humanos.
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