Alberto Fernández recuerda la impunidad de Videla para justificar a Maduro
El presidente argentino expuso de la peor manera su capitulación ante el kirchnerismo duro que maneja la política internacional a su antojo. ¿Desaparecieron las violaciones a los DDHH en Venezuela?
La política exterior de Argentina no puede pasar una semana entera sin hacer papelones. Hace unos días, durante la visita del presidente a Europa, la Cancillería emitió un ridículo comunicado donde, en lugar de respaldar a Israel ante los ataques terroristas de Hamas (como hizo sin ir más lejos el vecino Uruguay) se hizo referencia a un supuesto “uso desproporcionado de la fuerza” en la defensa. Esta mañana, Alberto Fernández se manifestó sobre la situación venezolana y aseguró que allí las violaciones a los Derechos Humanos fueron “desapareciendo”. Lo único que desapareció fue su dignidad, la que perdió a manos de Cristina Kirchner, quien lo maneja impunemente.
Curiosamente, el presidente argentino hizo referencia a la figura de la desaparición, lo que lo hace todavía más indignante y repulsivo. El kirchnerismo, al día de hoy, insiste con la reapertura de las causas vinculadas a la violación de los Derechos Humanos bajo el último Gobierno Militar (1976-1983). Argumentan que las causas de los “desaparecidos” no prescriben y que los culpables de los delitos aberrantes de hace más de cuatro décadas, hasta deben ir a una cárcel común, sin importar la edad y el estado de salud de los implicados condenados.
Sin embargo, en Venezuela ya el problema parece que “desapareció”. La impunidad de sus palabras recuerda a Jorge Rafael Videla. El presidente de facto que a pesar de las atrocidades de su Gobierno se le animaba a la prensa independiente (a diferencia de Alberto que suele frecuentar a los afines), en una oportunidad dijo que no podía expedirse sobre un tratamiento eventual del Estado para con los desaparecidos, ya que no estaban presentes y se desconocía su paradero. Lo que no decía era que las mismas desapariciones estaban vinculadas al accionar de las Fuerzas Armadas bajo su mando. Escribiendo una de las páginas más negras entre un periodista y un mandatario, Videla dijo para la eternidad: «No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos».
En la jornada de hoy, Alberto legó para la historia otro bochornoso comentario, que ya resuena en los miles de venezolanos exiliados en Argentina, quienes llegaron escapándose de la barbarie chavista. Aunque las violaciones a las libertades básicas en la Venezuela de Nicolás Maduro sigan vigentes, el presidente argentino se animó a sugerir que todo está volviendo a la normalidad.
“Lo digo con mucha franqueza… Muchos sectores de izquierda me criticaron porque apoyé el informe de cuando marcó acciones del Gobierno venezolano que atentaban contra los Derechos Humanos, pero también trabajé para ayudar a Bachelet para que encare en Venezuela una oficina permanente que haga un seguimiento sobre el funcionamiento de los Derechos Humanos en Venezuela. Y ese problema poco a poco en Venezuela fue desapareciendo. Hay un camino para resolver los problemas que no pasa por meterse en los países ni de forma armada, ni con bloqueos”, dijo Fernández esta mañana en una entrevista radial.
Sus tristes palabras obligan a varias reflexiones: ¿En qué planeta vive Fernández como para justificar tamaña estupidez, cuando la dictadura sigue haciendo de las suyas? La impunidad es tal, que el mes pasado hasta el “Tribunal Supremo” chavista embargó al periódico El Nacional por 13 millones de dólares, ya ni siquiera supuestamente para el Estado, sino para Diosdado Cabello, que se sintió ofendido por una publicación en su contra que lo vinculaba con el narcotráfico.
Además, en el eventual caso que aquellas violaciones hayan cesado, lo que no es cierto, ¿no merecería el chavismo ser juzgado por las atrocidades que él mismo le reconoció a Michelle Bachelet? ¿No tiene nada para decir acerca de la negativa de Maduro a la ONU, a la que le prohibió instalar una oficina de seguimiento en Caracas?
Lamentablemente, al conversar estas cuestiones con sus periodistas obsecuentes, estas preguntas no pueden realizarse. Del otro lado del micrófono estaba un Gustavo Sylvestre, que permanentemente deshonra la profesión, repitiendo como un lorito: “Ahá”, “totalmente” y “obvio”. La historia los juzgará a ambos.
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