Las herederas de Antonio Núñez Jiménez o el lado “glamuroso” del castrismo
¿Quiénes son las dueñas de varias mansiones lujosas en la Isla, entre ellas la que perteneciera al chileno Max Marambio, miembro de los servicios secretos cubanos, jefe de la escolta de Salvador Allende y empresario expulsado de Cuba en 2010, acusado de corrupción por quien fuera su mejor amigo, Fidel Castro?
LA HABANA, Cuba. – Después de la residencia de Vilma Rodríguez Castro, nieta de Raúl Castro, hay otro alojamiento cubano de súper lujo en Airbnb que, en opinión de quienes han disfrutado como huéspedes o invitados en las dos mansiones, hasta pudiera superar en confort a la considerada como número uno, donde hace dos años la noche costaba sobre los 650 USD.
Se trata de Villa Palmera, mucho más amplia y lujosa que la de la hija de Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, pero un poco menos cara (unos 585 USD la noche). Está situada en el mismo barrio residencial de Siboney y se promociona en Airbnb desde diciembre de 2016. Cuenta con conexión wifi y climatización en toda la casa, carta de almohadas, cuatro dormitorios, una espectacular piscina con cascada (un plus que no tiene la de Vilmita), jardines exquisitamente cuidados, múltiples áreas exteriores y dos salas de estar con muebles modernos y coloniales, autos clásicos para paseos por la ciudad, pertenecientes a la que fuera la colección personal de Max Marambio.
Como afirma su dueña en las promociones: “La mejor opción si quiere disfrutar de una estancia de lujo en la isla caribeña”, incluso porque si los clientes necesitan más de cuatro habitaciones eso no sería un problema. De acuerdo con lo anunciado por su principal anfitriona, Lupe María Núñez Velis, hija de Antonio Núñez Jiménez y exesposa del empresario chileno Max Marambio (expulsado de Cuba en 2010 por su mejor amigo, Fidel Castro): “frente a la Villa hay otra igual haciendo un total de ocho habitaciones”.
Y es que las herencias dejadas por su padre, exguerrillero amigo del Che Guevara, y su poderoso exmarido le permiten a Lupe complacer cualquier exigencia de sus clientes, por muy caprichosas que sean. Incluso si quisieran tres o cuatro habitaciones más en la misma barriada, o en las cercanías, ella lo resolvería al instante porque su hermana Liliana Núñez Velis alquila otra casona, herencia familiar.
Es la número 6614 de la calle 5ta. B en Miramar. La promueve en varias páginas de internet y en sus redes sociales por un precio que ronda los 500 USD por noche porque se trata de una edificación de dos plantas, con tres dormitorios. No tan lujosa como la de Lupe pero muy bien situada, a solo un par de pasos de la casona donde viviera Antonio Núñez Jiménez (en el número 6611 de la misma calle) hasta su fallecimiento en 1998, y donde actualmente está la sede de la Fundación que lleva su nombre y que dirige la propia hija.
Liliana Núñez Velis, “Lilo”, fue recientemente noticia en los medios del régimen. Este 7 de mayo último el gobernante Miguel Díaz-Canel y varios ministros visitaron la Fundación Antonio Núñez Jiménez (FANJ) como parte de un recorrido oficial por algunos “emprendimientos” del municipio habanero de Playa (precisamente donde residen los más importantes dirigentes cubanos, de modo que fue más bien como “una vuelta por el barrio”, una “visita de vecino”).
Pero llama poderosamente la atención que apenas se mencionaron los otros lugares a donde fueron ese día y que en la cuenta de la presidencia en Twitter solo se hiciera énfasis —con fotos además— en la visita a la FANJ, donde Liliana Núñez Velis les explicó en detalle en qué consistía su nuevo y prometedor “emprendimiento” naturista, la línea de productos de limpieza corporal y cosméticos “Filifiore-Habana”, negocio que comparte con su hermana residente en México, Patricia Núñez Velis.
¿Un negocio familiar de producción y venta desde una institución “sin fines de lucro” vinculada a los ministerios de Cultura y de Ciencias (CITMA) y que recibe apoyo y financiamiento de organismos internacionales relacionados con la protección del medio ambiente?
¿A qué otros ciudadanos cubanos les está permitido este tipo de licencia tan amplia, mucho más cercana a una prebenda? ¿Esta “excepción” en particular tendría alguna relación con el hecho de que sean las hijas de uno de los mejores amigos de Fidel Castro y que una de ellas haya sido la esposa del coronel José Luis Padrón, aquel que en los años 80 (antes de ser defenestrado) fuera presidente del Instituto de Turismo de Cuba pero que, además, se involucrara en la comercializadora CIMEX y otras muchas empresas registradas en Panamá junto con los oficiales del Ministerio del Interior Antonio “Tony” de la Guardia y su primo Amado Padrón (fusilados tras el juicio sumario del general Arnaldo Ochoa)?
¿Tendría algo que ver la relación de las Núñez Velis con Max Marambio y con la fortuna que este dejara atrás cuando Raúl Castro se antojó de apropiársela en 2010 y se desató el escándalo de corrupción en la empresa Río Zaza?
Un litigio que terminó por zanjarse en Europa cuando la Corte Internacional de Arbitraje de París concluyó que el dictador cubano había actuado de mala fe. No obstante, años después los abogados del régimen, encabezados por su principal cancerbero, Rodolfo Dávalos, se encargarían de revertir el dictamen.
Atendiendo a tales historias “de familia”, ¿cuáles son los secretos que pudieran atesorar estas hermanas? ¿Cuál sería el valor de su silencio y —aún cuando algunas viven fuera de Cuba— cómo pudieran comprenderse sus lealtades a un régimen que, en apariencias, no siempre les ha jugado limpio? ¿De algún modo se habrían “prestado” a ser parte de un juego?
Las hermanas Núñez Velis
Patricia, Liliana, María Teresa y Lupe María son las hijas del matrimonio de Antonio Núñez Jiménez con Esther Velis, la mujer de toda su vida y sobre la que se ha comentado fue amante de Fidel Castro en los primeros años de la Revolución, aún estando casada con quien es considerado el “Jacques Cousteau cubano”. Pero, amén de alguna que otra anécdota contada por el escritor Norberto Fuentes en su libro Dulces guerreros cubanos o el opositor Guillermo “Coco” Fariñas en alguna entrevista, a partir de sus propias vivencias, no existen pruebas de que algo real haya sucedido.
Lo único cierto es que Fidel tenía al matrimonio en su más cercano círculo de amistades y que, aún sin ser uno de los llamados “comandantes de la revolución”, Antonio Núñez Jiménez gozaba de privilegios como si lo fuera.
La fachada de explorador, geógrafo y espeleólogo —sustentada en sus indiscutibles aportes en esos campos, incluso antes de 1959— de quien había sido capitán ayudante del Che en el frente guerrillero de Santa Clara y más tarde en La Cabaña, donde se ejecutaron cientos de fusilamientos, le sirvió a Fidel Castro en sus propósitos de extender la influencia de la ideología comunista y la idea de las guerrillas por las universidades de América Latina y el Caribe.
Entre 1960 y 1990, Núñez Jiménez impartió numerosas conferencias en instituciones científicas del mundo. Fueron decenas los “viajes de exploración” por la cordillera de los Andes y las islas del Caribe. Algunos estudios, como el de los petroglifos peruanos, los hizo desde su condición de embajador de Cuba en Perú (1972-1978).
Fue, además, director del Instituto Nacional de Reforma Agraria entre 1959 y 1962; presidente fundador de la Academia de Ciencias de Cuba (1962-1972); viceministro de Cultura entre 1978 y 1989, igual período en que su esposa Lupe Velis se encargó del departamento de Relaciones Internacionales del mismo ministerio. Llegó a diputado de la Asamblea Nacional en 1976 y a presidente del Banco Nacional de Cuba después que el Che dejó de serlo y pasó a ministro de Industrias.
En 1994, cuando Núñez Jiménez enfermó y decidió jubilarse, recibió el permiso de Fidel Castro para crear y presidir en su propia casa de Miramar la Fundación de la Naturaleza y el Hombre. Su hija Liliana se había graduado de Historia en la Universidad de La Habana el año anterior, en 1993, y consciente de que la enfermedad lo llevaría pronto a la muerte, se apresuró a acomodarla como “directora” en el “negocio” familiar. Él sería el presidente de la Fundación y su hija más querida, recién terminados los estudios, la directora ejecutiva. Ni siquiera la joven tendría que salir de casa para ganar el sustento.
Liliana era la única de las hijas que faltaba por asegurarse un futuro. Las otras tres habían hecho cierta fortuna con sus casamientos (una, con el chileno Max Marambio; otra, con el poderoso José Luis Padrón) o “tuvieron suerte” en sus cargos en instituciones del gobierno, donde siguieron por el camino de la madre como especialista en Relaciones Internacionales, ya en el antiguo Ministerio del Azúcar —hoy grupo empresarial—, en el de Comercio Exterior, en el de Cultura y, en especial, en la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, creada por Gabriel García Márquez, gran amigo de la familia.
Cuando el padre falleció en 1998, la joven Liliana Núñez Velis se convirtió en la presidenta absoluta, así como su tía Esther Velis, luego del fallecimiento de Lupe Velis, se encargó de las Relaciones Internacionales y los asuntos de “Cooperación” (donativos) de la institución familiar, que de inmediato pasó a llamarse Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre (FANJ) y que ya, para esa fecha, tenía delegaciones en casi todas las provincias del país.
Como dato curioso, una de esas representaciones de la FANJ, la de Pinar del Río, es presidida actualmente por
Carlos Aldana, el hijo de aquel otro Carlos Aldana, secretario ideológico del Partido Comunista, jefe del despacho del ministro de las Fuerzas Armadas, que llegara a convertirse en el tercer hombre más poderoso de Cuba, después de Fidel y Raúl Castro, pero que sucumbió en los turbulentos años 90, cuajados de destituciones y fusilamientos, pero sobre todo de temores a que lo sucedido con el dictador Manuel Antonio Noriega en Panamá, por sus vínculos con el narcotráfico, fuera el preámbulo de una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba, por las relaciones probadas entre los cárteles de la droga colombianos y las instituciones militares del régimen comunista.
Aunque fue y sigue siendo el proyecto institucional de un alto funcionario del régimen, incluso registrado como parte del Ministerio de Cultura, la Fundación Antonio Núñez Jiménez se presenta en su página web (que posee el dominio “cult.cu” de la institución estatal) como una “organización civil, no gubernamental, sin fines de lucro”, y son estos presupuestos falsos los que les han permitido fingir que son una iniciativa individual, así como ser tratados como emprendedores de éxito por Miguel Díaz-Canel y su comitiva de ministros, con lo cual pareciera que se está enviando una señal a alguien.
¿A la Unión Europea a raíz del informe de Prisoners Defenders sobre el financiamiento a ONG que la representación cubana desvía a las instituciones del régimen?
Quizás solo haya sido una coincidencia, pero no deja de sorprender que la visita de Díaz-Canel a la FANJ haya sucedido la misma semana, incluso unos días antes del anuncio de que la Unión Europea apoyará la financiación del sector económico no estatal en la Isla. Y si algo “bueno” tendrían los militares cubanos que mueven los hilos de la economía es que olfatean el dinero a años-luz de distancia.
Pero también cabe la posibilidad de que sea parte de ese proceso rutinario en que el sucesor designado, Miguel Díaz-Canel, a horas de la salida de Raúl Castro, cumple con la misión encomendada de transmitir a los súbditos más fieles (y temerosos de los cambios), entre ellos las hermanas Núñez Velis, que no importa quién esté en el poder, que sus privilegios serán respetados mientras los secretos que guardan continúen sepultados donde deben estarlo. Que no habrá cambios respecto a ellas, que son “continuidad” y, por tanto, nadie tocará ni las mansiones que alquilan ni el negocio de cosmética que impulsan entre México, Italia y La Habana, mucho menos el modo de vida que llevan, con viajes por el mundo como parte de la familia Núñez-Marambio.
“Tranquilas, todo queda donde estaba” pudiera ser, sin dudas, uno de los mensajes. Y el joven Mauro Rodríguez Núñez, el hijo de Liliana, seguirá su rutina de vivir entre México y La Habana, alardeando y luciendo su Aston Martin deportivo de lujo por el cual alguien pagó, sin pensarlo demasiado, los más de 125 000 euros que cuesta en el mercado europeo.
Liliana igual continuará asistiendo a conferencias sobre cambio climático en cualquier lugar a donde la inviten y que le sirva para beber un tinto Pavillon Rouge du Château Margaux, de 1996, aunque a “un amigo” le cueste más de 250 dólares la botella.
También aprovechará para visitar a la familia en México, en Estados Unidos, en España o para salir de compras con Valentina Marambio, la sobrina (hija de Lupe María) que tanto extraña y a la que el padre nombró así para recordar a aquella difunta novia chilena, Valentina Venegas, de sus tiempos en la Unidad Popular, cuando soñaba con ser guerrillero porque en Cuba lo entrenaron para serlo. Max Marambio, como lo describe el escritor Norberto Fuentes en su libro Dulces guerreros cubanos, publicado en 1999, era un tipo muy ostentoso y ambicioso, crecido a la sombra de Fidel Castro, y Lupe María se tragaría los celos porque no iba a arriesgar tanto peleando por el detalle de un nombre.
María Teresa Núñez Velis, “Maritere”, la otra hermana, igual seguirá en sus aventuras por el mundo. Hay una foto de la niña en brazos de Yuri Gagarin, durante la visita que hizo el cosmonauta soviético a Cuba en julio de 1961. Hoy es una funcionaria del Grupo Empresarial AzCuba a la que posiblemente no le falta otro país por visitar. Ha estado en Dubai, en Londres, en Nueva York. Vacaciona en Estoril o en Lausana, y cuando visita México por su trabajo, siempre hace un tiempo para ver a su amiga, hija de general, Déborah Andollo, o a su hermana Patricia.
Por su parte, Patricia Núñez Velis, “Patry”, seguirá a resguardo del comunismo, allá en México, donde parece irle de maravillas con su negocio de cosmética natural. Creando champús biodegradables, mascarillas para el cabello. Y entre publicaciones contra el embargo y a favor del régimen cubano (como lo hacen todas las Núñez Velis), promocionando desde su página de Facebook cremas de peinado, tónicos faciales a base de vino tinto y hasta la mansión de su hermana Lupe bajo el eslogan de “Live a dream”.
Jabones exfoliantes y aclarantes, serums y boosters, diseñados por la propia Patry para su ideal de mujer de tez blanca y cabellos rubios, lo que ella con insistencia llama una “piel Filifiore”, es decir, la envoltura que tanto se esforzó en cuidar desde que se hizo modelo de pasarelas en Cuba. La piel que cubre el cuerpo por el cual suspiró más de un militar poderoso, algunos empresarios extranjeros, y es que las de Núñez Jiménez tenían fama de ser las más hermosas entre las hijas de los principales de la dictadura.
Lupe María Núñez Velis cuando joven también tuvo su momento de esplendor y eso le facilitó las cosas para atrapar a Max Marambio. El haber aprovechado esa oportunidad le permite hoy ser dueña de la mansión que solo unos pocos protegidos por el régimen tienen en Cuba, también pasear en yate por las costas de Europa y además alegrarse por lo publicado en los medios oficialistas sobre la visita de Miguel Díaz-Canel a la casa de su hermana Liliana.
Le ha gustado eso de que el encuentro no fue para otra cosa que “para hablar de emprendimientos, de proyectos de desarrollo local, de esos pequeños esfuerzos que, en definitiva, hacen un país”. La entusiasma y lo postea como lo hace con sus viajes a Nueva York, Portugal y París, pero guarda silencio sobre aquello de lo que no conviene llamar la atención. Sobre todo cuando algún indiscreto le pregunta acerca de Max Marambio, a quien Fidel Castro y los allegados llamaban cariñosamente el “Guatón”.
Los maridos. Y los amigos de los maridos
El chileno Joel Max Marambio Rodríguez llegó a Cuba en 1966 cuando era un adolescente. Entonces su padre, diputado por el Partido Socialista, había sido incluido en la delegación que acompañó a Salvador Allende en su primera visita a La Habana como presidente del senado chileno. Desde su perspectiva personal, los detalles sobre el encantamiento del padre con Fidel Castro los cuenta el propio Marambio en su autobiografía Las armas de ayer, publicada en 2007.
Entonces Fidel le ofrece al chico quedarse a estudiar agricultura, pero los planes cambiaron casi al instante de aceptar y, lejos de marchar a la universidad, comenzaron a entrenarlo en un campamento militar especial con la tutela del comandante Manuel Piñeiro, “Barbarroja”, creador de los servicios secretos de Cuba —bajo el asesoramiento de Markus Wolf, director de la Stasi en aquella época— y encargado del adiestramiento de grupos radicales de izquierda en América Latina. Así, en un par de años, el joven Max terminó convertido en un oficial de Tropas Especiales que poco después se encargaría de la escolta de Salvador Allende.
Pero acabada su misión en Chile, con el derrocamiento de Allende, retorna a la Isla y es por iniciativa de Fidel Castro que se hace empresario y hasta productor cinematográfico. Sería una de las caras visibles de los miles de negocios de los Castro dentro y fuera de Cuba, pero la fortuna que llegó a acumular y a controlar terminó por obrar en su contra.
En 2009 Fidel lega el poder a Raúl Castro, y este no dejaría que el chileno dispusiera de tanto dinero, mucho menos cuando lo necesitaba para inyectarlo en los negocios de los militares en GAESA y para comenzar renegociaciones de las deudas con los acreedores europeos, japoneses, chinos y rusos.
Por demás, la economía cubana en 2009 no creció de acuerdo con lo previsto, los ingresos por exportación de níquel y turismo cayeron en picada debido a la crisis internacional y hasta la tasa de desempleo se elevó de 1,7 a 2,5 por ciento. La banca nacional necesitaba de una rápida transfusión de liquidez y la obtuvo echando mano a cuanto estuvo a su alcance.
Al útil guerrillero-empresario le había llegado el fin, así como a otros cercanos que tenían los “ahorros” guardados bajo el colchón, como fueron los casos del general Rogelio Acevedo (destituido como presidente del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba) y de su esposa, Ofelia Liptak, gerente comercial de Alimentos Río Zaza, la empresa más importante de Max Marambio en Cuba.
Junto con Ofelia, en el mismo departamento de Río Zaza, trabajaba también por esa época Gina González García, esposa del actual ministro de Economía y viceprimer ministro de Cuba, Alejandro Gil Fernández quien, por cierto, fue parte de la delegación que visitó en fecha reciente la Fundación Antonio Núñez Jiménez y que se interesó por la línea de productos cosméticos Filifiore, algo que quizás pudiera captar la atención de la hermana del ministro, María Victoria Gil Fernández, que de presentadora de la TV cubana y dueña del piano-bar Habaneciendo, en La Habana, pasó a radicarse en Tenerife, España, como dueña de un spa y salón de belleza.
Pero el poder de Max Marambio y de su hermano Marcel, graduado de Finanzas en la Universidad de La Habana, se extendía a los negocios del turismo con Havanatur, a la fundación de Carisub S.A. para la búsqueda de tesoros hundidos en el mar, a la compra-venta de autos y partes, a la corporación CIMEX del Ministerio del Interior y a decenas de empresas off-shore establecidas en Panamá, fundamentalmente dedicadas a la compra de insumos para los hoteles en Cuba y a las inversiones inmobiliarias como el holding ING, Inversiones Nazca S.A. y la Constructora Tinguiririca LTD, otro rumbo en los negocios que se inició por iniciativa del régimen cubano, al encargársele a Marambio la venta del edificio que ocupara la Embajada de Cuba en Chile.
Fue en CIMEX que Max consolidó su relación con Tony de la Guardia y con Amado Padrón Trujillo —ambos fusilados en 1989—. Este último era el primo de José Luis Padrón, que se convertiría en cuñado de Max, al casarse con una de las Núñez Velis.
El coronel José Luis Padrón fue presidente del Instituto de Turismo entre 1980 y 1986. Pero su más importante “misión” para los Castro la realizó junto con Tony de la Guardia y Amado Padrón en Panamá, cuando el propio Fidel les encargó a los tres, en 1977, la apertura de canales de comunicación con miembros de la comunidad cubana en el exilio para las primeras conversaciones con funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, las que poco después darían paso a los acuerdos con el presidente norteamericano Jimmy Carter.
Ya unos años antes, desde 1972, Fidel Castro, con investigadores de probada lealtad, había comenzado a sondear en detalles la migración cubana a los Estados Unidos, por medio del Centro de Estudios de las Migraciones de la Universidad de La Habana.
No hay pruebas que relacionen una cosa con la otra, y las que existen apuntan apenas a la corrupción y el narcotráfico en las filas del MININT y las FAR, pero es interesante tener en cuenta que los iniciadores de esas primeras reuniones en Panamá, más tarde fueran fusilados o condenados al ostracismo como es el caso de José Luis Padrón. Es sorprendente, además, ese cúmulo en el tiempo de tan fatales coincidencias y que las Núñez Velis, “glamurosas”, salgan a la superficie una y otra vez.
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