No hay que andar con medias tintas para opinar sobre la elección presidencial de Perú, que celebrará la segunda vuelta el próximo 6 de junio, país sobre el que se cierne una de las mayores amenazas conocidas en la historia de América Latina -pudiera incluso superar el apocalipsis del pueblo venezolano- en caso de triunfar el candidato arropado por variantes ideológicas del estalinismo, como lo son el maoísmo y el castro guevarismo.

En efecto, tras la facha campesina redentora de Pedro Castillo se disfraza el pasado terrorista que sacudió al Perú en los últimos 20 años del siglo XX, representados en el movimiento maoísta Sendero Luminoso de Abimael Guzmán, alias el Camarada Gonzalo, y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) de orientación castrista guevarista del guerrillero Víctor Polay, cuyas acciones derivaron en la muerte de más de 70.000 personas, víctimas de las aventuras terroristas de ambas agrupaciones, ya que estas asesinaban a campesinos, dirigentes políticos, sindicalistas y a civiles en general al sentenciarlos como simpatizantes del gobierno constitucional de turno e igualmente destruían infraestructura nacional de servicios.

La operación se diseñó a partir de la creación de una organización fachada de Derechos Humanos, el Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef) en 2009, cuya relación directa con el fundador de Sendero Luminoso se reafirma desde 2014, a tal punto que el entorno de Movadef está infestado de senderistas, quienes operaron desde allí para hacerse del control del sindicato de maestros, de donde proviene el candidato presidencial de marras líder de la huelga nacional de maestros de 2017.

Ahora bien, este movimiento de derechos humanos tiene como objetivo la liberación de los presos políticos encarcelados en el contexto terrorista del siglo pasado, siendo el principal interesado el comandante Gonzalo, alias del fundador de Sendero Luminoso, a quien profesan una idolatría mayúscula sus lunáticos seguidores, quienes lo consideran incluso la cuarta espada del comunismo internacional junto con Lenin, Stalin y Mao.

Por tanto, cabe preguntarse ante la encrucijada política y social que conoce el Perú, ¿por qué insurge Castillo como revelación sorpresa en la primera vuelta? ¿Qué ha pasado por la mente del atribulado pueblo peruano para que 19% le haya votado en primera vuelta a un candidato desconocido? Cabe decir que al Perú no le ha ido bien en el siglo XXI en materia de gobernantes y de comportamientos de la clase política, arrancó la centuria el propio Alberto Fujimori pretendiendo forzar la Constitución y pugnar un tercer mandato; luego, Alejandro Toledo (2001-2006) ha sido un mandatario ampliamente cuestionado por corrupción; la segunda gestión de Alan García (2006-2011) mejoró la primera (1985-1990) para terminar suicidándose por el escándalo de sobornos de Odebrecht; posteriormente. Ollanta Humala (2011-2016) de gris gestión fue acusado igualmente de corrupción, para finalmente presenciar (2017.-2021) un casting de 4 presidentes, lo que evidentemente desquicia a todo un país.

Esta crisis del liderazgo político no determina que un pueblo se suicide y vaya a un holocausto, como el que presenciamos en Venezuela durante el siglo XXI con el éxodo de casi 7 millones de personas, y como lo vive también el pueblo cubano. El verdadero dilema en el Perú se centra verticalmente entre democracia y dictadura, a la candidata Keiko Fujimori no le debes endosar la gestión dictatorial del padre, sino su disposición de respeto a las instituciones democráticas.

Por otra parte, las tiranías no se saben cuándo son desalojados del poder, por tanto, no es de extrañar la pose caudillista del candidato Pedro Castillo, quien machete en mano, misógino, cuestionador de las minorías y de la libertad de prensa, pretende ser hoy presidente del Perú, siendo candidato solapado del MOVADEF, aunque lo niegue Vladimir Cerrón jefe ideológico de la franquicia Perú Libre, partido postulante del candidato presidencial.

El desenlace peruano tendrá impacto en una América Latina acogotada por la pandemia y angustiada para superar la ruina que pudiera producirse en el Perú con un candidato promovido por los colmillos de La Habana castrista y del sátrapa de Miraflores que ha saqueado a Venezuela.